"Y cuando parecía que el PSOE se iba a atrever, finalmente todo quedará
igual. Nos referimos a ese amago de votar no al tratado de libre
comercio con Canadá, más conocido por su acrónimo en inglés CETA (Comprehensive Economic and Trade Agreement).
Finalmente el PSOE se abstendrá y todo seguirá igual, porque la
abstención permitirá que el CETA siga adelante. Y ese es el drama del
PSOE, en particular, y de la socialdemocracia, en general, haber
olvidado sus orígenes, virado hacia posiciones social-liberales, siendo
copartícipe de un sistema roto de gobernanza económica, denominado
"neoliberalismo", surgido a mediados de la década de 1970 y basado en
falacias económicas. Solo cuando la socialdemocracia se desprenda de esa
mochila, tal como ya han hecho Jeremy Corbyn y Bernie Sanders,
recuperará a su electorado.
La teoría económica que se utiliza para justificar la liberalización del
comercio es el modelo simple de ventaja comparativa ricardiana.
Básicamente indica que los países deben especializarse en la producción
de aquellos productos en los que son mejores.
En esencia es aplicar el
argumento de la división del trabajo de Adam Smith a los países en lugar
de a las personas. Este modelo simple se re-escala hasta otro de
equilibrio general llamado el modelo de Hecksher-Ohlin, que fue el que
realmente se utilizó para justificar la liberalización del comercio en
los últimos años. Pero sus hipótesis de partida son falsas.
Asume el pleno empleo en todos los países, pero la mayoría de las
economías no están funcionando al pleno empleo en un momento dado.
También asume una competencia perfecta y una función de producción
homogénea que asigna perfectamente el capital transferible según se
requiera, mientras que en realidad no existe una competencia perfecta,
las funciones homogéneas de producción son lógicamente incoherentes y la
noción de capital transferible es una ficción falsa.
Hay otros
problemas con el marco teórico, pero quizás lo más importante es que el
modelo presupone que no se producirán desequilibrios comerciales. Sin
embargo tales desequilibrios ocurren una y otra vez. Hoy en día, el
comercio liberalizado ha diezmado los empleos manufactureros bien
remunerados en los países desarrollados.
Pero si Pedro Sánchez y quienes le asesoran quieren profundizar un poco
más en porqué hay que dar un paso adelante y decir no al CETA les
recomiendo los estudios del economista coreano Ha-Joon Chang, profesor
en Cambridge, posiblemente el mayor experto mundial en Economía del
Desarrollo, y sin duda alguna uno de los economistas heterodoxos más
relevantes en el panorama actual.
Las propuestas de Chang no son anti-capitalistas, sino críticas con un
tipo particular de capitalismo, el de libre mercado. Su flanco principal
de ataque son las políticas ortodoxas promovidas por instituciones
financieras internacionales -FMI, Banco Mundial, Organización Mundial
del Comercio-.
Contrario a la ortodoxia económica Chang propone que los
países en desarrollo, tal como era España a principios de los ochenta,
se debían integrar en la economía mundial con políticas industriales
selectivas, protegiendo industrias nacientes y regulando las finanzas
nacionales e internacionales. Justamente lo contrario a lo que
finalmente acabó haciéndose y que terminó con un intenso proceso de
desindustrialización de nuestro país. Y de aquellos barros estos lodos.
Chang cuestiona, en definitiva, la comprensión ideológica del libre
mercado dominante, lo que unido a la poca atención que prestan a la
historia la mayoría de economistas, les lleva a imponer políticas
erróneas. Sólo Asia, especialmente países como China, Corea o Singapur,
lo entendieron. De ahí su desarrollo actual.
Desde estas líneas hemos escrito largo y tendido sobre el Tratado
Transatlántico de Libre Comercio e Inversión, más conocido por su
acrónimo en inglés TTIP. Ocurre exactamente igual con el CETA. Por
encima de todo destaca el ocultamiento de información a la ciudadanía.
Los líderes políticos involucrados en la negociación del TPPI o del CETA
se sientan en una misma mesa con representantes de los lobbies
industriales y financieros, decidiendo el futuro de la protección de los
consumidores y del medio ambiente a ambos lados del Atlántico.
Los ciudadanos europeos están al margen de este
proceso, que conlleva graves retrocesos democráticos. El CETA pretende
en realidad eliminar los impedimentos comerciales no tarifarios, es
decir, que los estándares de producto, las obligaciones relativas a la
protección del clima y todas las demás limitaciones comerciales, excepto
los aranceles, den mayor facilidad a la compraventa de mercancías y
servicios entre la Unión Europea y Canadá. Se ansía eliminar todas las
garantías que en Europa se han conseguido de protección del consumidor y
del medio ambiente.
Al final, ¿quién se
beneficia realmente del libre comercio? Sólo aquellas empresas
multinacionales establecidas libremente a lo largo del planeta para
buscar y escrutar los talleres de explotación más crueles y la mano de
obra más barata. El libre comercio, tal como le entienden, es una
carrera global que arrastra al factor trabajo al fango, a la
cuasi-esclavitud. Por todo ello, ¿CETA?, ¡No, gracias!" (Juan Laborda , Vox Populi , 25/06/17)
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