"Todo es una mascarada, un montaje. El sistema financiero, roto; la
inversión privada inexistente; la pobreza, creciente; la acumulación de
capital, neo-feudal. Lo último, lo del Popular. No hay recuperación
alguna, todo es una construcción artificial, casi farsa por y para el
uno por ciento más rico, y nadie más.
Nada podría ser más obvio sobre la
base de los resultados económicos de los últimos veinte años. Desde la
crisis monetaria asiática y la primera burbuja tecnológica del 2000,
Occidente solo sobrevive generando inflaciones de activos que
simplemente benefician al 1% más rico. Y España con sus burbujas
inmobiliarias, un alumno aventajado. Todo lo demás, teatro del Barroco. (...)
Aquí, más de lo mismo, la gran mascarada, otra burbuja
inmobiliaria. Lo que está ocurriendo en ciudades como Madrid, Barcelona o
Valencia con los alquileres turísticos promovidos por distintos
vehículos de inversión, incluidos fondos buitres, se parece al viejo
oeste, no hay ley alguna.
Y el gobierno y las élites patrias encantados
de conocerse, sonrientes, ufanos, incapaces de entender la dinámica
económica patria. Salarios miserables, rentistas en plena faena,
oligopolios y monopolios depredadores. Y un aspecto preocupante, una
ruptura inter-generacional. Jóvenes sin futuro, pensionistas sosteniendo
el Régimen.
Pero vayamos a lo último, a la burbuja en
alquileres y vivienda en nuestra querida España. Cuando desagregamos el
capital para saber qué está provocando el aumento de sus retornos que
vio Piketty en su libro el Capital del Siglo XXI, observamos algo
brutal, feudal. Matthew Rognlie del MIT en “A note on Piketty and diminishing returns to capital”,
cuando separa el capital en sus distintos componentes observa que el
único factor con retornos crecientes en los últimos 60-70 años es la
tierra, las propiedades inmobiliarias.
Quienes están acumulando capital
de forma desaforada en los últimos 30 años son los terratenientes, no
Silycon Valley u otros titanes tecnológicos. En las grandes áreas
metropolitanas se observa que los propietarios de suelo urbanizable se
encuentran en una posición única para extraer rentas a la ciudadanía y
con ello hundir aún más los salarios.
Pero aquí paz y después gloria, no
pasa nada, hasta que estalle esta nueva burbuja de muy corto recorrido,
profundamente distópica.
La solución al problema ya fue ideada hace más de 100
años por un economista de San Francisco, Henry George. La tierra, y a
través de ella de los inmuebles, tienen valor porque las distintas
administraciones públicas proporcionan "bienes públicos", desde
escuelas, hasta centros sanitarios, pasando por el transporte público,
parques y sistemas de alcantarillado.
Henry George, Joseph Stiglitz,
Richard Arnott, Fernando Scornik o Fred Harrison han demostrado que si
el valor de un lugar proviene de los bienes públicos, entonces tiene
sentido gravar el valor de la tierra en sí para pagar por cosas como la
infraestructura. En otras palabras, las personas que reciben el
beneficio del gasto público deben ser también los que paguen los costes.
A
diferencia de los impuestos sobre la renta, sobre las ventas o sobre
los beneficios empresariales, el impuesto sobre el valor de la tierra no
tiene ninguna posibilidad de asfixia de la actividad económica. La
razón es muy sencilla, la cantidad de tierra es fija, por lo que no hay
carga impositiva excesiva, es un impuesto neutral.
Y, como el propio
Henry George señaló, el impuesto redistribuye la riqueza de los ricos a
los pobres sin castigar la creación de riqueza. Y más cuando se ha
demostrado que son estos nuevos terratenientes del siglo XXI,
propietarios del suelo, quienes diariamente sorben la sangre a la
ciudadanía. Ya es hora de parar a estos vampiros." (Juan Laborda, Vox Populi, 15/06/17)
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