"Cuando andas por la calle en Berlín, es inquietante pensar que una de
cada diez personas con las que te cruzas ha votado a la ultraderecha y
te quiere fuera de su país. Mientras vuelves a casa en el autobús, pasas
el tiempo pensando quiénes de los que viajan contigo serán votantes de
la ultraderecha. (...)
Esta sociología de andar por casa es la que no te permite entrar
tranquilo a un bar alemán. Desde que has llegado a Berlín, te sientes
mucho más cómodo en los restaurantes turcos, comiendo un kebab, que en
los tradicionales Kneipen alemanes.
Esas tabernas de madera oscura, barrocas y kitsch al
mismo tiempo, con banderas de la selección alemana de fútbol y una
clientela familiar se te aparecen como fortalezas impenetrables. Con una
gramola, cubremesas blancos de ganchillo y neones desgastados, estos
bares se levantan como el último reducto de la cultura alemana.
La
uniformidad étnica que te encuentras en su interior te coloca en el
centro de silencios incómodos y miradas de reojo. Tus balbuceos en
alemán no ayudan a aligerar la atmósfera. Sales con tu café en la mano y
te prometes no volver. (...)
Toda tu calle está llena de uno de sus carteles, en los
que una mujer alemana embarazada muestra su barriga a los viandantes.
“¿Nuevos alemanes?”, pregunta el cartel retóricamente, refiriéndose a
los inmigrantes, y se responde: “No, los hacemos nosotros”.
Este cartel
expresa, de manera poco disimulada, el principio nacionalsocialista de
basar la ciudadanía en la raza. Y aquí estás tú, en 2017, emigrado a un
país que vuelve a jugar peligrosamente con sus traumas no resueltos.
Otra cosa que te preguntas en el autobús es qué pensarán
los votantes de la ultraderecha de ti.
Al fin y al cabo, ya en dos
ocasiones el camarero de un restaurante te ha avisado de que la comida
que has pedido lleva cerdo: tener la barba negra y rizada hace que
encajes más fácilmente en el imaginario de lo árabe-musulmán que de lo
europeo, y esto te lleva a la pregunta ¿cuánto de vulnerables somos los
españoles ante la discriminación y la violencia xenófoba? (...)
¿Y nosotros? ¿Blancos o negros? Morenos, eso seguro. Por si acaso, por
la noche te cruzas de acera cuando ves a un alemán con la cabeza
afeitada. Nunca se sabe. (...)
Pero aquí el miedo funciona en ambas direcciones, porque los alemanes
también pasan sus ratos muertos en el autobús rumiando cuál serán las
intenciones de esos dos serbios que hablan demasiado alto o qué llevará
ese joven turco en la mochila. La prensa y los partidos nacionalistas no
han hecho nada por acallar este miedo, al que han dado alas. (...)
El hecho de que esta paranoia tenga un nombre, “German
Angst”, es indicativo de este vínculo histórico entre Alemania y la
manía persecutoria. Al menos ya sabes que no eres el único asustado.
¿Recuerdas ese tipo de películas de terror en las que dos
urbanitas se van de vacaciones, su coche se estropea, y terminan
pernoctando en un pequeño pueblo cuyos habitantes guardan algún secreto y
donde nada es lo que parece?
En estas películas los lugareños suelen
ser una comunidad blanca, cerrada en sí misma y con un miedo irracional a
lo desconocido. Se trata del paradigma político de la xenofobia en
Alemania y es el tipo de terror que te viene a la mente cada vez que
cruzas un barrio residencial del extrarradio. (...)
Aquellos alemanes que, voten o no a la ultraderecha, no pueden evitar
asociar a los extranjeros con una potencial amenaza, encajan con un tipo
más tradicional de películas de terror, en las que una comunidad
honrada se enfrenta a una amenaza externa bajo la forma del monstruo. (...)
Esto explica que cuando tú cruzas de acera de noche ante
el peligro latente de un posible ultraderechista, ese padre de familia
que vuelve del trabajo suspire aliviado. Tú huyes del campesino
endogámico y él se santigua ante la presencia de Nosferatu.
Que tu percepción y la suya son objetos políticos
maleables es algo que saben bien en Alternativa para Alemania. Uno de
sus candidatos, Georg Pazderski, se las dio de Goebbels en un debate en
el que explicó la clave de su acción política: “La percepción es la
realidad”. (...)
El populismo nacionalista sabe jugar a este juego mejor que ningún otro actor político, y por eso están ganando terreno.
La ultraderecha alemana empezó los años noventa asesinando
inmigrantes, pero se ha dado cuenta de que su éxito depende
precisamente de lo contrario: tienen que hacer creer a los alemanes que
van a ser asesinados, ya sea literalmente mediante atentados o
simbólicamente, con la suplantación de su cultura por un sucedáneo
musulmán como consecuencia de la inmigración.
El antiguo discurso de las
razas, tan denostado en nuestro tiempo, se ha reformado como un
discurso sobre las culturas, y el miedo vuelve a ser un arma política. (...)
Esa comunidad cerrada que desconfía del extranjero hasta el delirio
podría, por ejemplo, entrar en el Parlamento alemán. Eso sí que sería
terrorífico. "
Pues ya han entrado, así que... La extrema derecha entra en el Parlamento alemán por primera vez desde 1945
(Daniel Punzón es redactor en Revista Desbandada, revista de periodismo crítico desde Berlín en español. En CTXT, 23/09/17)
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