"Una realidad que ha pasado desapercibida
en los múltiples análisis que se han hecho en los mayores medios de
comunicación españoles, incluyendo catalanes, de las votaciones que
tuvieron lugar en Catalunya el 21 de diciembre es que lo que ha sucedido
en Catalunya tiene algunos puntos de semejanza con lo que ha estado
ocurriendo en otros países a los dos lados del Atlántico Norte.
Me estoy
refiriendo al resurgimiento de amplios sectores de la clase trabajadora
como nuevo agente de cambio a favor de opciones de derecha o incluso
ultraderecha. En EEUU, por ejemplo, esta clase social –la clase
trabajadora- (que círculos del establishment político mediático
estadounidense apenas reconocían su existencia, asumiendo que había
desaparecido o se había convertido en clases medias) jugó un papel
determinante en la elección del candidato Trump, un candidato de la
ultraderecha estadounidense que se había presentado como el candidato
antiestablishment, salvador de la patria, frente al neoliberalismo y
globalización promovidos por el Partido Demócrata gobernante, que
supuestamente estaba debilitando la identidad nacional del país.
En Francia, fue también la olvidada
clase trabajadora la que fue el apoyo electoral mayor de la ultraderecha
francesa, dirigida por Marine Le Pen, en protesta a las políticas
neoliberales del Partido Socialista presidido por el Sr. Hollande (que
habían afectado muy negativamente la calidad de vida y bienestar de tal
clase), y también en rechazo a la dilución y pérdida de la identidad
francesa amenazada por la integración europea promovida por el gobierno
Hollande.
El cinturón rojo de París dejó así de apoyar a las izquierdas y
votó en su lugar a la ultraderecha. Una situación casi idéntica
apareció en la Gran Bretaña. En aquel país fue también la clase
trabajadora la que apoyó masivamente la salida del país de la Unión
Europea como oposición al establishment neoliberal europeo y como
consecuencia de su deseo de recuperar la identidad británica. Como bien
escribió Owen Jones, autor de Chavs.
La demonización de la clase obrera
(Capitán Swing, 2012), la ignorada o supuestamente desaparecida clase
trabajadora, existía y su protesta estaba abrumando a las estructuras de
poder británico, lo que culminó más tarde en el Brexit.
¿Ha pasado algo semejante en Catalunya? La aparición de la clase trabajadora como actor político en las elecciones del 21D
No puede dudarse que, en base a los
datos disponibles y fácilmente accesibles, el hecho más notorio que
ocurrió aquel día de las elecciones del 21D no fue solo la elección -de
nuevo- de la coalición independentista, liderada por Convergència
(conocida después como PDeCAT y últimamente como Junts per Catalunya,
que ha gobernado Catalunya durante la mayor parte del periodo
democrático), sino también el apoyo electoral de grandes sectores de la
clase trabajadora a Ciudadanos, uno de los partidos políticos más
opuestos a Convergència, y al establishment político mediático catalán
que ha controlado durante la gran mayoría al periodo democrático todos
los aparatos de la Generalitat de Catalunya.
Este voto a Ciudadanos ha
sido un voto de protesta al establishment político mediático
(nacionalista primero e independentista después) que gobierna la
Generalitat de Catalunya promoviendo a través de los medios públicos de
la Generalitat, como TV3 y Catalunya Ràdio, así como de los medios
privados (todos ellos subvencionados por fondos públicos), un
nacionalismo conservador –el pujolismo-, recientemente convertido en
independentismo, que polariza Catalunya según el sentido de identidad
nacional de sus ciudadanos y, a lo cual, la clase trabajadora, de
mayoría castellanoparlante, se opone. (...)
El apoyo electoral de la clase trabajadora catalana a Ciudadanos
El voto a Ciudadanos fue muy acentuado
en los barrios obreros de Barcelona y Tarragona, provincias que
concentran la gran mayoría de la clase trabajadora en Catalunya. El
análisis electoral muestra que aquellos barrios por debajo de los
niveles medianos de renta del municipio votaron por Ciudadanos.
Un
análisis sobre la procedencia del apoyo a Ciudadanos muestra claramente
que provino predominantemente de los barrios obreros, y muy en especial
de Barcelona y Tarragona, alcanzando ahí porcentajes del voto electoral
de casi el 35-40% del electorado. Ejemplos son Ciudad Meridiana,
Trinitat Nova, La Marina del Prat-Zona Franca, Vallbona, Trinitat Vella,
Torre Baró, Les Roquetes o el Turó de la Peira, entre otros, todos
ellos con un nivel de renta inferior a la mediana de la ciudad de
Barcelona.
Pero incluso en barrios obreros populares, con elevada
densidad de la clase trabajadora con niveles de renta semejantes e
incluso ligeramente superiores al promedio de la ciudad, como la
Sagrera, el porcentaje de voto fue elevado (un 25%) garantizando que
fuera el primer ganador en la mayoría de barrios de clase trabajadora.
De lo que no se dijo sobre Ciudadanos durante la campaña electoral: su filosofía económica es neoliberal, idéntica al PDeCAT
Ahora bien, lo que merece ser citado es
que durante la campaña electoral el carácter neoliberal de tal partido
–Ciudadanos- apenas apareció. En realidad, Ciudadanos es de la misma
familia política que Convergència (que se rebautizó como PDeCAT y
últimamente como Junts per Catalunya), lo cual casi nunca apareció en la
campaña electoral.
La evidencia de que sus políticas neoliberales (como
la reducción de gasto público, la reducción de impuestos, su oposición
al incremento del salario mínimo, entre otras) dañarían a las clases
trabajadoras que les votaron es abrumadora. (...)
Pero esta orientación neoliberal, sin
embargo, no pasó desapercibida por las clases más pudientes catalanas
que sí consideraron correctamente a Ciudadanos como el más sensible a
sus intereses.
La gran paradoja del electorado favorable a Ciudadanos
fue su curva en forma de U, siendo muy acentuada entre las rentas
inferiores –clase trabajadora- por un lado, y entre las clases pudientes
de mayor renta, por el otro.
El barrio barcelonés donde Ciudadanos
consiguió un mayor porcentaje de voto fue el más rico de Barcelona,
Pedralbes (un 42%). Las clases dominantes tienen siempre una conciencia
de clase más desarrollada que cualquier otro grupo o clase social.
El
apoyo de las clases pudientes a Ciudadanos era lógico y predecible pues
respondía a sus intereses. No así, sin embargo, el apoyo recibido por
tal partido por la clase trabajadora, que vería afectada negativamente
su bienestar económico y social por la aplicación de tales políticas.
Lo mismo ocurrió, por cierto, en EEUU.
Los mayores porcentajes de apoyo a Trump (que era el candidato que
representaba con mayor crudeza a la clase empresarial estadounidense,
profundamente antisindical) provenían de los barrios blancos más pobres
(de clase trabajadora) y también de los barrios más pudientes.
La
coherencia en el comportamiento electoral de las clases pudientes (que
correctamente leyeron quiénes defendían mejor sus intereses de clase)
contrastó también en aquel país con la incoherencia del comportamiento
electoral de las clases trabajadoras subalternas que priorizaron la
expresión de su enfado y su nacionalismo identitario sobre sus intereses
de clase.
Había gran interés en que el tema nacional acaparara todo el tema electoral
La centralidad del tema nacional
identitario ocultó e hizo irrelevante la importancia del tema social. Y
esa fue la gran victoria de las derechas el día 21D. Los dos partidos
mayoritarios, vencedores de las elecciones, uno liderando el futuro
gobierno mayoritario independentista (la antigua Convergència con el
nombre de Junts per Catalunya), el otro liderando la oposición
(Ciudadanos), eran ambos miembros del grupo europeo liberal, cuya más
reciente aportación al Parlamento Europeo fue proteger los paraísos
fiscales existentes en Europa. La centralidad en la temática de las
banderas fue su gran éxito.
Lo cierto es que el debate de las banderas fue un diseño bien ejecutado
por las fuerzas dirigentes del Estado español por un lado (el PP,
Ciudadanos y el PSOE) y de la Generalitat de Catalunya, por el otro
(PDeCAT o Junts per Catalunya, con la ayuda de ERC), para no hablar de
sus responsabilidades en haber causado la gran crisis social de
Catalunya (y de España).
La rigidez y falta de sensibilidad del PP hacia
las demandas nacionales procedentes de Catalunya, le suponía réditos
electorales en el resto de España. Y el “procés” diseñado por los
independentistas hacia la independencia exprés, así como las tensiones
generadas, eran necesarias para aumentar sus bases electorales, que
lograron ampliar.
Las detenciones y “exilios” movilizaron el apoyo
electoral al independentismo. Y puesto que a ambos partidos tampoco les
interesaba que se reavivara el eje derechas versus izquierdas (por su
gran vulnerabilidad si ello hubiera ocurrido) no hubo interés en salirse
del tema nacional. (...)
¿Por qué ahora la clase trabajadora catalana votó a la derecha ultraliberal?
La respuesta a esta es relativamente
fácil. En realidad, es fácil de entender por qué el cinturón rojo de
Barcelona ha votado naranja dejando de votar rojo o morado en estas
elecciones. No hay ninguna duda de que, de la misma manera que el PP ha
sido el mayor fabricante de independentistas, el gobierno
independentista de Junts pel Sí ha sido el mayor fabricante de
Ciudadanos en Catalunya.
Cada vez que la coalición gobernante en
Catalunya de Junts pel Sí se define como representante del pueblo
catalán hiere los sentimientos identitarios de muchos de los catalanes
no independentistas que reclaman también ser españoles y que, por
cierto, son la mayoría de ciudadanos que vive en Catalunya.
No hay duda
que la máxima causa de que grandes sectores de la clase trabajadora en
Catalunya votara a Ciudadanos se debe al éxito de canalizar el
sentimiento español a través suyo.
En la misma manera en que, nunca antes
en Catalunya, los independentistas habían mostrado mayor agresividad en
el desarrollo de su “procés”, nunca antes había habido una respuesta
igualmente contundente por el sentido de pertenencia a España.
Tenía que
haber sido claro desde el principio para las izquierdas catalanas no
independentistas que un adversario mayor para ellas sería Ciudadanos que
utilizaría la defensa de la españolidad para movilizar ampliamente a la
clase trabajadora a su favor. Debiera haber sido necesario mostrar que
detrás del supuesto “patriotismo” español estaba la versión más “dura”
del neoliberalismo. Y los datos así lo muestran claramente.
El trasvase
de votos desde las izquierdas no independentistas a Ciudadanos ha sido
importante y significativo. Más de un 25% del voto a Catalunya En
Comú-Podem y cerca del 36% del voto al PSC en 2015 fueron a Ciudadanos
el 21D. Naturalmente que hubo también una transferencia en sentido
contrario, pero mucho menor (Toni Rodon, “On han anat els vots del 27-S
aquest 21-D?”, Naciódigital, 24 de diciembre de 2017). (...)"
(Artículo publicado por Vicenç Navarro en la columna “Pensamiento Crítico” en el diario PÚBLICO, 5 de enero de 2018, en www.vnavarro.org, 05/01/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario