"(...) Efectivamente, el crecimiento, según el PIB, ha vuelto, pero no traerá
consigo prosperidad para la gente ni sostenibilidad para las sociedades
dentro y fuera de Europa porque no ha sido diseñado para alcanzar
ninguno de estos dos objetivos.
En pocas palabras, el crecimiento no
puede ayudarnos a comprender, y mucho menos resolver, ninguna de las
principales crisis que marcan el comienzo del siglo XXI: la crisis de la
desigualdad (la creciente brecha entre los que tienen y los que no
tienen) y la crisis de la biosfera (la alarmante degradación del clima,
los ecosistemas y la biodiversidad que amenaza al bienestar humano).
En
nuestra época, independientemente de su nivel actual o futuro y el
entusiasmo con que lo reciban, el crecimiento está efectivamente muerto
como horizonte colectivo y es una brújula rota para la política.
Examinemos a EE.UU., que supuestamente está experimentando un
crecimiento más rápido que Europa: los mercados de valores, los
beneficios y el crecimiento están en alza, en ocasiones hasta alcanzar
máximos históricos. Sin embargo, los mercados de valores, los beneficios
y el crecimiento son la trilogía sagrada para evaluar erróneamente la
economía.
Examinemos otra trilogía de EE.UU.: la desigualdad, la salud y
la confianza, y ahí la cosa cambia radicalmente. Datos recientes
muestran que la desigualdad salarial es más elevada en la actualidad que
durante la Edad de Oro y está fracturando implacablemente a la sociedad
estadounidense; que un gran número de estadounidenses ha estado
“muriendo de desesperación” desde finales de la década de 1990 mientras
la economía crecía (y no digamos los beneficios empresariales); y que el
nivel de confianza en el Congreso se ha dividido por tres y medio desde
mediados de la década de 1970 con una polarización política que ha
alcanzado un nivel sin precedentes, al tiempo que el Producto Interior
Bruto per cápita prácticamente se duplicaba. (...)
Actualmente, la UE se rige básicamente por cifras erróneas
y cuando los responsables políticos depositan demasiada confianza en
indicadores demasiado limitados, la democracia acaba poniéndose en
peligro.
Entonces, ¿por qué deberíamos preocuparnos realmente? En
lugar del crecimiento, el bienestar (la prosperidad del ser humano), la
resiliencia (la capacidad de resistir embates) y la sostenibilidad (la
preocupación por el futuro) deberían convertirse en los horizontes
colectivos de la cooperación social, de los cuales la economía solo es
una faceta.
Debido a que estos tres horizontes no han recibido la
atención debida por parte de las teorías económicas dominantes en las
últimas tres décadas, nuestra vida social se ha gestionado de forma
indebida y ahora nuestra prosperidad está amenazada por la desigualdad y
la crisis ecológica.
En el mejor de los casos, la economía mide lo que
es importante y proporciona a las sociedades los medios para usarla
bien, entre los más eficaces de los cuales se encuentran los indicadores
ecológicos y sociales relevantes y fiables.
Elaborarlos, difundirlos y
emplearlos es, de este modo, una forma práctica de reivindicar valores
fundamentales y promover asuntos y políticas importantes. Si la economía
se mide adecuadamente, se genera un sentimiento colectivo positivo.
Comprender que es posible tener en cuenta de forma adecuada lo que es
importante para los seres humanos es el primer paso para valorar y
ocuparse de lo que realmente cuenta."
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