27.2.18

Actualmente la UE se rige por cifras erróneas y cuando los políticos depositan demasiada confianza en indicadores limitados, la democracia acaba poniéndose en peligro

"(...) Efectivamente, el crecimiento, según el PIB, ha vuelto, pero no traerá consigo prosperidad para la gente ni sostenibilidad para las sociedades dentro y fuera de Europa porque no ha sido diseñado para alcanzar ninguno de estos dos objetivos.

 En pocas palabras, el crecimiento no puede ayudarnos a comprender, y mucho menos resolver, ninguna de las principales crisis que marcan el comienzo del siglo XXI: la crisis de la desigualdad (la creciente brecha entre los que tienen y los que no tienen) y la crisis de la biosfera (la alarmante degradación del clima, los ecosistemas y la biodiversidad que amenaza al bienestar humano). 

En nuestra época, independientemente de su nivel actual o futuro y el entusiasmo con que lo reciban, el crecimiento está efectivamente muerto como horizonte colectivo y es una brújula rota para la política. 

Examinemos a EE.UU., que supuestamente está experimentando un crecimiento más rápido que Europa: los mercados de valores, los beneficios y el crecimiento están en alza, en ocasiones hasta alcanzar máximos históricos. Sin embargo, los mercados de valores, los beneficios y el crecimiento son la trilogía sagrada para evaluar erróneamente la economía. 

Examinemos otra trilogía de EE.UU.: la desigualdad, la salud y la confianza, y ahí la cosa cambia radicalmente. Datos recientes muestran que la desigualdad salarial es más elevada en la actualidad que durante la Edad de Oro y está fracturando implacablemente a la sociedad estadounidense; que un gran número de estadounidenses ha estado “muriendo de desesperación” desde finales de la década de 1990 mientras la economía crecía (y no digamos los beneficios empresariales); y que el nivel de confianza en el Congreso se ha dividido por tres y medio desde mediados de la década de 1970 con una polarización política que ha alcanzado un nivel sin precedentes, al tiempo que el Producto Interior Bruto per cápita prácticamente se duplicaba.  (...)

 Actualmente, la UE se rige básicamente por cifras erróneas y cuando los responsables políticos depositan demasiada confianza en indicadores demasiado limitados, la democracia acaba poniéndose en peligro.

Entonces, ¿por qué deberíamos preocuparnos realmente? En lugar del crecimiento, el bienestar (la prosperidad del ser humano), la resiliencia (la capacidad de resistir embates) y la sostenibilidad (la preocupación por el futuro) deberían convertirse en los horizontes colectivos de la cooperación social, de los cuales la economía solo es una faceta. 

Debido a que estos tres horizontes no han recibido la atención debida por parte de las teorías económicas dominantes en las últimas tres décadas, nuestra vida social se ha gestionado de forma indebida y ahora nuestra prosperidad está amenazada por la desigualdad y la crisis ecológica. 

En el mejor de los casos, la economía mide lo que es importante y proporciona a las sociedades los medios para usarla bien, entre los más eficaces de los cuales se encuentran los indicadores ecológicos y sociales relevantes y fiables. 

Elaborarlos, difundirlos y emplearlos es, de este modo, una forma práctica de reivindicar valores fundamentales y promover asuntos y políticas importantes. Si la economía se mide adecuadamente, se genera un sentimiento colectivo positivo. Comprender que es posible tener en cuenta de forma adecuada lo que es importante para los seres humanos es el primer paso para valorar y ocuparse de lo que realmente cuenta."                     

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