6.2.18

Las casas de los pobres arden más

"Yo intervine cuando hubo la última muerte por incendio en la ciudad, hace dos años en la avenida Pablo Picasso. Era una vivienda social en un barrio obrero, en un piso en el que se alumbraban con velas, porque seguramente les habían cortado la luz. Pero si no pasa en mi turno, no me enteraría, porque no hay un protocolo para precisarlo”. 

Roberto Rivas es un bombero del servicio municipal de A Coruña, y como muchos de sus compañeros, agrupados en la Coordinadora Unitaria de Bomberos Profesionales (CUPB), viene demandando desde hace tiempo que en los partes de actuación se recojan las situaciones de pobreza energética. 

 “El principal factor que origina los incendios es el azar. Pero la pobreza, sobre todo la pobreza energética, incrementa mucho las posibilidades”, asegura Manuel Fernández de Dios, bombero del Servicio Comarcal de Verín (Ourense).


La CUBP calcula que “a día de hoy, de cada ocho víctimas en incendios, seis pueden atribuirse a causas relacionadas con la pobreza energética”, según indica una nota técnica (la NTC-PT2) elaborada en 2017. A falta de una estadística oficial, hay algo parecido, realizado por la Asociación Profesional de Técnicos de Bomberos (APTB) para la Fundación Mapfre. 

Según el informe Víctimas de incendios en España en 2016, publicado el pasado mes de noviembre, el año anterior 133 personas murieron en España por incendio o explosiones (la segunda causa es cuantitativamente residual). Prácticamente la misma cifra que en 2010, la primera vez que se realizó el cómputo anual, en vez de quinquenal. Desde entonces, había ido bajando hasta que en 2014 se invirtió la tendencia, y desde entonces cada ejercicio registró más víctimas que el anterior. (...)

Aproximadamente, en la mitad de los casos con muertos no se conocen las causas del incendio. En los que sí se sabe cómo empezaron, casi la mitad se originó en aparatos productores de calor: braseros, estufas o chimeneas. Los fallos eléctricos, los fumadores y el fuego directo aportarían juntos y por ese orden un porcentaje similar, y cocinar, las fugas de gas y los accidentes de tráfico no sumarían una decena de casos en total. 

El estudio también reconoce que “la relación entre la temperatura registrada en los distintos meses del año y el número de víctimas mantiene cierta proporcionalidad. Los meses de diciembre y enero están siempre entre los que computaban un mayor número de fallecidos, seguidos, dependiendo de las temperaturas soportadas, por noviembre y febrero... 

En febrero del 2016 se produjo una entrada de aire polar y en este episodio de bajas temperaturas, que duró seis días, se multiplicaron prácticamente por tres las víctimas mortales comparando con la media anual”. Si en al menos la cuarta parte del total de víctimas de incendios el fuego tuvo su origen en sistemas de calefacción en cierta manera obsoletos, parece clara esa “cierta proporcionalidad”.
 
Es cierto que la gente se muere en general más en los meses fríos. El informe Pobreza, vulnerabilidad y desigualdad energética, de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), hace un cálculo de la tasa de mortalidad adicional de invierno (TMAI). “Los datos actualizados al periodo 1996- 2014 indican que en España se producen un 20,3% más de muertes de diciembre a marzo que en el resto del año. 

Este porcentaje equivale a 24.000 muertes anuales, de las cuales 7.100 (el 30%, según metodología de la Organización Mundial de la Salud) podrían estar asociadas a la pobreza energética”. El 11% de los hogares españoles (equivalente a 5,1 millones de personas) se declaraba incapaz de mantener su vivienda a una temperatura adecuada en los meses de invierno (es decir, para decirlo llanamente, pasan frío en casa).

 El 8% de las familias declaraba tener retrasos en el pago de las facturas de la vivienda incluyendo las de energía doméstica, y el 15% gastaban en energía al menos uno de cada diez euros que ganaba. Estos son datos de 2014, pero no parece que la superación oficial de la crisis haya conseguido variarlos sustancialmente desde entonces, infiere también la ACA. De ser así, las víctimas de incendios no dejan de ser la micropunta del iceberg.


Una de las conclusiones del estudio de ACA, en el que han participado universidades, empresas, administraciones y ONGs, es que no es necesario ser pobre económicamente para serlo energéticamente. “Los hogares con menos recursos monetarios tienen una mayor probabilidad de estar en pobreza energética, y sin duda tener bajos ingresos es un factor importante de vulnerabilidad, pero esto no implica que unidades familiares con ingresos medios o por encima de la media no experimenten condiciones asociadas a la pobreza energética”, dice.

 “En los últimos años, nos encontramos que ya no solo hay incendios en chabolas, sino en viviendas normales, en las que llegan a tener que hacer fuego para calentarse”, señala Juan Carlos Bernabé, un bombero de Sevilla que fue el primer presidente de la CUBP y ahora es su secretario de acción social.

 “En zonas como en la que yo nací, el Polígono de San Pablo, o la Barriada de los Pajaritos, barrios obreros pero no marginales, entras en casas y ves que cocinan con infiernillos, o que tienen la instalación eléctrica hecha polvo, o que les han cortado la luz y no lo cuentan por vergüenza. De eso me he encontrado mucho en estos últimos tres años”.  (...)"          (Xosé Manuel Pereiro. CTXT, 02/02/18)

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