"(...) La mujer buena es inocente y comprometida, la mujer mala es la femme fatale, mujer independiente cuya sexualidad es una amenaza para el sistema patriarcal.
Las trabajadoras sexuales, por esta razón, han sido
tradicionalmente demonizadas y marginadas, presentadas como víctimas y a
la vez, merecedoras de la dominación masculina. En este sentido, los
textos culturales y la industria del mainstream han contribuido
a construir el estereotipo de la prostituta como mujer sucia, inmoral,
irresponsable, siempre relacionada con el mundo de la noche y las
drogas.
La prostitución se piensa como un problema social, como
institución patriarcal que afecta a las mujeres y que sirve para
mantener el rol de la puta como mercancía sexual, como una cosa que da satisfacción sexual al hombre, perpetuando la idea de hombre sujeto y mujer objeto. (...)
El grupo de expertos contra el tráfico de personas en el Consejo de
Europa (GRETA) presentó un informe en 2013 sobre España, en el que se
destaca la imperante necesidad de distinguir trata con fines de
explotación sexual por un lado, y prostitución por el otro.
En este
documento también se critica la aplicación del Convenio en España, ya
que el Estado centra su lucha contra la trata de mujeres con fines de
explotación sexual, pero deja de lado la trata con otros fines de
explotación laboral. Por último, afirma que es erróneo sostener que un
90% de prostitutas sean víctimas de trata, ya que no existen estudios
que avalen esta cifra. (...)
Hoy en día, cada vez más trabajadoras sexuales intentan combatir el
significado tradicional de prostitución como sinónimo de trata y lo
reafirman como trabajo libre del dominio del hombre.
La prostitución
independiente es resultado de la iniciativa de muchas mujeres que,
siendo conscientes de que su sexualidad puede ser rentable, han hecho
uso del orden establecido y le han dado la vuelta a los términos capitalismo y patriarcado. Las trabajadoras sexuales se benefician del voyerismo y el capitalismo mainstream
de la sexualidad femenina, vendiéndole al hombre el acceso a su cuerpo
Es un trabajo elegido libremente como respuesta a una necesidad
económica en el contexto de una sociedad consumista y un marco
social heteropatriarcal. El trabajo sexual, abordado desde un punto de
vista feminista, deja espacio para el empoderamiento, ya que las mujeres
adquieren un sentido de estar en control de sus propios cuerpos y estar
en control del encuentro con el cliente. (...)
Las prostitutas, desde el activismo, reafirman la
necesidad de descriminalización y regulación de la profesión, y luchan
para que el debate sobre prostitución se aleje de los discursos de
delito y pecado y se centre en el debate de trabajo y derechos
laborales. De hecho, el Estatuto de Trabajadores Autónomos permite que
las trabajadoras sexuales se puedan dar de alta como autónomas y acceder
a algunas prestaciones.
Gloria Poyatos, abogada laboralista y jueza, en
el año 2008 se dio de alta como prostituta en la Seguridad Social para
demostrar que era legal. En su libro La prostitución como trabajo autónomo,
argumenta:
“Si el ejercicio libre de la prostitución pertenece al
ámbito de la libertad individual de la persona y a su libertad sexual,
no existen argumentos racionales, al menos de carácter laico, para
omitir su regulación jurídica, dentro de las coordenadas de un Estado
Social y democrático de Derecho, donde el trabajo es un derecho y un
deber que viene acompañado por la libre elección de profesión u oficio,
así como a la promoción a través del trabajo y de una remuneración
suficiente para satisfacer las necesidades de los trabajadores y las de
su familia, tal y como se enuncia en el artículo 3 de nuestro texto
constitucional”.
En España, muchas trabajadoras sexuales ya han optado por
esta opción y manifiestan que cotizar por su trabajo es el comienzo para
acabar con el estigma en la profesión. Joana y Pepita son sólo dos
ejemplos.
Joana
Joana empezó en la prostitución porque, debido a sus
estudios, solo tenía acceso a trabajos precarios. Trabajó
como escort durante 10 años y posteriormente hizo un curso
de quiromasaje. Ahora, trabaja en un piso que tiene dado de alta como
local comercial, donde realiza sus servicios de masajista erótica.
Joana
cuenta que se crió en la Mina, barrio gitano y culturalmente muy
machista “ahí una puta era lo peor, ya no solo una prostituta, una chica
que no se casara virgen ya era una puta. Yo me crié de esa manera, y
para llevar el estigma te tienes que reeducar en ese sentido. Lidiar con
el estigma es un proceso, de hecho, al principio lo combinaba con
trabajos precarios, me prostituía solo cuando no tenía trabajo.
Me
llegué a sacar un curso de Marketing y Publicidad y encontré un trabajo
de administrativa comercial. El problema era que allí las chicas me
hicieron bullying, fue un sinvivir. A partir de ahí, dije que
prefería el mundo de la prostitución, esto no lo había vivido en ningún
piso o en ningún club, allí había mucho más compañerismo”.
Afirma que el
trabajo sexual la ha empoderado como mujer, y desmiente que las
prostitutas se limiten a hacer lo que el hombre dispone. “El filtro que
utilizo para escoger a mis clientes es que sean educados, respetuosos, y
que no me pidan nada que no me guste hacer, o que simplemente no
realice. Eso también es profesionalizarse, yo hago esto y punto”.
Joana, aparte de su profesión como masajista erótica, es patinadora y participa como stopper en
las rutas que organiza la Asociación de Patinadores de Barcelona.
También es activista política, colabora con los Comités de Defensa de la
República y ha participado como apoderada de la CUP en las últimas
elecciones al Parlament de Catalunya.
Su inquietud política se
manifiesta asimismo en su defensa por los derechos laborales de las
prostitutas “a estas alturas no merece la pena pagar autónomos, pero no
cotizar tampoco es una solución, la solución es una cooperativa”. Joana
habla de la cooperativa como remedio al problema de los altísimos
precios que las prostitutas tienen que pagar para anunciarse en foros,
además del precio de la habitación donde trabajar.
“Dentro de la
cooperativa, mi idea es que haya un fondo para crear un directorio donde
nos podamos anunciar todas, así como para alquilar pisos para trabajar.
Si nos juntásemos por lo menos unas cincuenta, podríamos crear un fondo
a base de unas cuotas bastante asumibles. Lo tendríamos todo cubierto, y
no sería un precio abusivo”.
Pepita
Pepita es la única geisha de Barcelona, prostituta y
masajista erótica, se ha formado en el reiki japonés y ha reinventado su
servicio aplicando esta disciplina a sus encuentros con los clientes.
“Antes de inventar este servicio yo intentaba hacer un servicio de
trabajo sexual y amoldarme a lo que se suponía que tenía que ser una
masajista erótica.
Desde la estética, el comportamiento, el tipo de
servicio… todo estaba muy centrado en el cliente, dejándome a mí de lado
por completo. Yo no estaba a gusto, teniendo que olvidarme de mí, y
despersonalizándome por encarnar algo que yo no era.
El reiki me ayudó a
reinventar todo mi servicio. Una de las cosas en las que yo estaba en
desacuerdo era que estaba todo muy centrado en la genitalidad, la gente
venía a descargar sus emociones a través del sexo, entonces vi que con
el reiki se podía enfocar de otra manera, en vez de canalizarlo todo a
través del sexo, equilibrar el cuerpo y llegar a la sexualidad de otra
manera”.
Saisei-chan (así es como se hace llamar en japonés)
participa en mesas redondas y debates sobre la prostitución, y es muy
crítica con el feminismo abolicionista que intenta minar a las
prostitutas con la culpa. “Para mí es muy extraño un feminismo que
engrosa el discurso que permite que las
instituciones heteropatriarcales actúen en la vida de las mujeres.
Resulta que el feminismo que defiende los derechos de las trabajadoras
de Zara a mí me acusa de estar fomentando la trata. Es una cuestión
de putofobia de la que se sirve el abolicionismo, esto y que la
sexualidad de las mujeres sigue siendo tabú, no se nos ha enseñado a
adueñarnos de nuestra sexualidad”.
Apunta que la prostitución le ha
enseñado dónde estaban las fallas de su educación como mujer, por donde
el patriarcado podía manejarla a través de la relación con su cuerpo, en
la relación con los hombres y en la relación con ella misma,
“precisamente por pasar por una situación de estigma que me llevaba al
límite, he tenido que detectar qué era lo que me hacía llegar al límite,
y si tenía sentido que yo fuera manipulable. Esto me ha fortalecido
muchísimo”.
Saisei-chan es autónoma desde hace casi dos años, paga una
cuota fija más un 20% de IRPF y un 21% de IVA, “yo doy un 41% al
estado, un estado que no deja de hacer leyes contra de mi colectivo.
Invierto en lo público para que las personas que me discriminan y
estigmatizan puedan tener sanidad y educación públicas, y esto es algo
que se olvida”.
Pepita es además licenciada en Filología Francesa y
actualmente está estudiando Psicología a distancia. “Para mí, ejercer
como psicóloga de trabajadoras sexuales sería lo que le daría sentido a
mi vida.
El problema es que me tengo que amoldar al código deontológico y
el reiki es una práctica que no está reconocida por la Escuela Oficial
de Psicólogos, y a mí me resulta mucho más efectivo hacerle un
tratamiento reiki a una persona que hablar durante no sé cuánto tiempo.
Quizás el título me sirve para tener una autoridad, poder decir que sé
de lo que estoy hablando cuando hablo de la psicopatologización de las
prostitutas”.
El ejercicio voluntario de la prostitución no es ilegal en
España, y en el art.188 del Código Penal solo se tipifican los delitos
de proxenetismo y trata con fines de explotación sexual. Pero el trabajo
sexual sigue siendo una profesión estigmatizada, las putas sufren
discriminación, son marginalizadas y victimizadas.
Cristina Garaizábal,
psicóloga especialista en terapias de género y cofundadora del colectivo
Hetaira, en el libro La prostitución a debate menciona que
socialmente se sigue esperando que las mujeres tengamos una sexualidad
menos explícita que la de los hombres, por lo que las prostitutas violan
dos reglas sagradas: tomar el espacio público para sus negocios y
visibilizar su carácter sexual sacando la sexualidad del terreno de lo
privado.
La prostitución en España aún no está considerada como
profesión y el estigma influye negativamente en la igualdad de
oportunidades. Muchas trabajadoras sexuales continúan en el anonimato o
utilizan nombres artísticos porque ejercer la prostitución puede tener
repercusiones muy duras, como no ser contratada en otros trabajos o que
sea un agravante para que te quiten a una hija.
El estigma y los
prejuicios sociales impiden comprender qué instrumentos son necesarios
para la regularización de la profesión. Por eso, en ciudades como
Barcelona las asociaciones de trabajadoras sexuales hacen el trabajo que
se debería de realizar desde las administraciones, asesoran a aquellas
que se quieren iniciar en la profesión y, actualmente, varias
trabajadoras sexuales españolas se reúnen para construir un sindicato a
nivel estatal." (Alba Cambeiro, CTXT, 14/03/18)
No hay comentarios:
Publicar un comentario