"Jodi Dean (1962) es filósofa, profesora de Ciencia Política en Nueva
York y miembro del Comité Nacional de Planificación del Paro
Internacional de Mujeres. (...)
Dean aboga por el feminismo socialista antirracista, que
“busca derrocar las estructuras de opresión de las mujeres”, y coloca a
la mujer en la cima de la nueva política de las clases obreras. “Lo
vemos en las iniciativas de trabajadoras de hoteles, trabajadoras
domésticas, de restaurantes, profesoras y enfermeras. Todas estas luchas
son hoy en día frentes de la lucha de clases”.
Hay un movimiento político que impulsa el Paro Internacional del 8M. ¿Cómo son las mujeres que lo integran?
Son fieras, están movilizadas y están radicalmente en
contra de dejar que el feminismo blanco liberal corporativo de las
celebridades y del Partido Demócrata dirija el movimiento. (...)
Por otra parte, hay algo específico y emocionante sobre la forma en la
que el Paro Internacional de Mujeres ha tomado forma en Estados Unidos:
el componente de oposición a Trump el año pasado, y las manifestaciones
del 20 y 21 de enero de este año, donde vimos a mujeres protestando a
una escala que no habíamos visto en el movimiento desde hace mucho
tiempo. Las mujeres están molestas. Hartas.
Y se han sentido inspiradas
por las campañas #MeToo (#YoTambién), #UsToo (#NosotrasTambién) y
#TimesUp (#SeAcabóelTiempo). Para muchas mujeres esta es la primera vez
que participan en manifestaciones masivas, la primera vez que protestan.
No es un paso fácil: se están moviendo para entenderse a sí mismas,
para entender la política como algo nuevo. (...)
¿Sería equivocado o ingenuo decir que, en lo que
respecta al futuro de la izquierda, las mujeres están en el asiento del
conductor?
¡Sería correcto, sí! Ahora, esta es la parte compleja:
¿significa esto que los hombres de izquierda están finalmente
reconociendo el trabajo que las mujeres de la izquierda más combativa
han hecho durante años? Una forma de aproximarnos a esta cuestión es
considerar qué ha cambiado.
Un análisis materialista señalaría los
cambios concretos en la composición de la fuerza de trabajo, en la
educación universitaria, etcétera, y esto nos llevaría a la manera en la
que un gran número de mujeres a través del trabajo remunerado han
generado condiciones en las que su liderazgo es necesario para la
supervivencia.
Desde este ángulo, parecería que los cambios en las
circunstancias económicas y educativas de las mujeres nos han puesto en
una posición de mayor oportunidad y capacidad para el liderazgo. Las
mujeres están tomando la delantera en tantos sectores del movimiento.
Estamos llenando un vacío. (...)
¿Diría que la izquierda actualmente tiene más potencial del que muchos, incluida la gente de izquierda, se dan cuenta?
¡Sí, sí, sí! Tenemos que ver la “rebelión trumpiana” como
una reacción. En efecto, esta marca una reacción al poder de izquierdas,
pero, para ser honesta, podríamos caer en un optimismo infundado. En
realidad la derecha sí reacciona al poder de izquierda.
De hecho, ¡la
derecha percibe a la izquierda con más poder de lo que la izquierda se
percibe a sí misma! Podemos decir que la “rebelión trumpiana” es una
reacción a un conjunto de desarrollos diferentes y combinados.
Sí, están
las fuerzas de la desigualdad extrema y el fracaso de la izquierda en
mantener una visión despierta, extendida y clara del socialismo, junto a
una decadencia en las percepciones del hombre blanco sobre sus
oportunidades de vida, esto es, la menor probabilidad de que sus vidas
sean mejores que las vidas de sus padres y la sensación de que Hollywood
y las élites demócratas se están burlando de ellos.
Entonces sí, la
izquierda tiene más potencial y más capacidad de la que nos damos
cuenta, y debemos entender “darse cuenta” como “reconocer” y como “hacer
posible”. Nuestra capacidad tiene que ser realizada en la práctica,
esto es, a través de la organización, que es exactamente lo que intenta
el Paro Internacional de Mujeres.
Cuando Nancy Fraser –intelectual feminista e
integrantes del Comité Nacional de Planificación del Paro– advierte de
que, en la estela de la crisis estructural del neoliberalismo, el
feminismo podría emerger radicalmente transformado, como un movimiento
social pero también como “un significante vacío del bien”, ¿qué piensa?
Mi primera reacción sería decir que fue el feminismo de
Hillary Clinton el que funcionaba como un “significante vacío del bien”,
que era el feminismo blanco, mainstream, liberal, capitalista y
carcelario del “neoliberalismo progresista” (el término adecuado que
propone Fraser) que circula sin esfuerzo a través de la cultura popular
como un marcador débil de lo “progre”.
Funciona ideológicamente como un
refuerzo del capitalismo, da a la brutalidad capitalista un rostro de
mujer. Tenemos entonces el feminismo de Lena Dunham, el feminismo de
Katy Perry, y la reducción de la lucha política al desarrollo personal.
Pero ¡no me gustaría asociar la Huelga Internacional de Mujeres con este
tipo de feminismo! (...)
“Feminismo” siempre significa una política enfocada a mejorar la vida de
las mujeres. El significante no está vacío. Al contrario, la posiciones
políticas necesarias para llevarlo a cabo son discutidas, divergentes,
en conflicto unas con otras.
Puesto en los términos de la vieja escuela
de los Woman Studies de los años 80: hay diferentes feminismos,
feminismo liberal, feminismo radical, feminismo socialista, etcétera.
El feminismo del Paro Internacional de Mujeres para el 99 por ciento es
un feminismo socialista y antirracista.
En vez de pensar que el
feminismo puede ser reducido al énfasis liberal sobre la meritocracia y
la igualdad de oportunidades, el feminismo socialista antirracista busca
derrocar las estructuras de opresión de las mujeres –supremacismo
blanco, capitalismo, heteropatriarcado, el estado imperalista y
carcelario–.
Reconoce que forman parte de una misma estructura y que las
posturas políticas que movilizan son frentes diferentes de una lucha
común. (...)
Mi segunda reacción me lleva a pensar por qué es el feminismo
precisamente el que está a la vanguardia de la política contemporánea. (...)
La reproducción se está volviendo incluso una fuerza para
colectivos en pequeñas ciudades y comunidades rurales. Por ejemplo, la
Asamblea de Mujeres de Ginebra ha colocado la reproducción social en el
centro de la organización de nuestro paro y de nuestro trabajo político.
La misma Fraser ha escrito un par de excelentes artículos sobre la
actual crisis de la reproducción social. Como yo lo veo, la reproducción
social es el área más emocionante de trabajo teórico y práctico tanto
para feministas como para socialistas.
¿Es entonces la reproducción social la que estructura el movimiento que sostiene el Paro Internacional de Mujeres?
Un paro de mujeres pone al frente el trabajo invisible que
ha sostenido el sistema y que está siendo atacado. Nos hace a todos
concienciarnos de cuánto trabajo es requerido solamente para sobrevivir y
cómo los capitalistas hacen cualquier cosa para despojarnos de todo
–vida social, tiempo con amigos y familia, salud, ocio, un futuro–.
La
plataforma del paro reclama servicios sociales plenos, lo que significa
hacer frente a las necesidades sociales y asegurar los medios de vida.
Este reclamo surge de un análisis de la reproducción social. (...)
¿Qué significa –o qué debería significar– la solidaridad aquí? ¿Podemos llamarla solidaridad de clase o es algo más?
La huelga está construyendo solidaridad de clase a través
del feminismo. En este punto recuerdo la perspectiva de Claudia Jones
sobre la triple opresión de la mujer negra –como negra, mujer y
trabajadora–.
Es el análisis de la triple opresión el que nos permite
ver cómo trabajadores diferentes están conectados, cómo el sistema
capitalista despliega racismo y patriarcado para dividir a la clase
trabajadora, controla los salarios, otorga a algunos trabajadores
pequeñas ventajas sobre otros (el hombre que viene a casa donde está su
esposa, la mujer blanca que puede mandar a la mujer negra que limpia su
hogar). (...)
Cuando el dinero compra la libertad, cuando el dinero es
necesario para el ejercicio de la libertad o los derechos de uno,
solamente son los ricos los que son libres.
Las mujeres están a la vanguardia de la nueva política de
la clase trabajadora, que es la política que se desenvuelve de manera
transversal al campo social, desde los espacios de trabajo y vecindarios
hasta las prisiones y gasoductos.
Lo vemos en las iniciativas de
trabajadoras de hoteles, trabajadoras domésticas, de restaurantes,
profesoras y enfermeras. Lo vemos en la lucha contra el estado
carcelario. Lo vemos en las campañas por la justicia ambiental. Todas
estas luchas son hoy en día frentes de la lucha de clases. La burguesía,
la clase dominante, el uno por ciento no tiene que juntarse en las
calles. Las corporaciones son dueñas del sistema político.
Los ricos no
protestan; sino que compran a los políticos que necesitan (pregúntenle a
Charles Koch y Rebekah Mercer). Bajo el capitalismo, la solidaridad no
es automática. Los trabajadores tienen que mantenerse juntos, tienen que
apoyarse unos a otros para continuar unidos incluso de cara a las
dificultades reales materiales de la huelga.
Y las huelgas dependen de
las familias y comunidades de trabajadores también –los trabajadores
necesitan ver que otros también los ven como si lucharan en el bando de
los buenos–. La solidaridad, entonces, es la unidad en la lucha
–mantenerse juntos y cuidarse las espaldas–. Significa no dejar que los
capitalistas, con sus ideologías de individualismo y competencia, nos
dividan.
La Huelga Internacional de Mujeres representa una posición
política de izquierdas amplia, de múltiples tendencias, que reconoce
las diversas formas y espacios de trabajo y la naturaleza entrelazada de
la opresión.
Apunta a hacer visible el trabajo de las mujeres, se opone a las
variadas y profundas formas de violencia que atraviesan nuestra
sociedad, y ejerce presión hacia la reorganización de la sociedad para
que “el libre desarrollo de cada uno sea la condición para el libre
desarrollo de todos”. (Entrevista a Jodi Dean, filósofa, CTXT, 07/03/18, Maximillian Alvarez, (The Baffler),
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