23.4.18

Descanse en paz, doctor Montes... lo escogieron para desacreditar un modelo, el de la sanidad pública, y golpeándolo desde dentro y desde fuera de las instituciones, sin tregua ni piedad, trataron de que la injuria calara en la ciudadanía y que en el usuario se asentara la idea de que no era seguro ponerse en manos de tipos sin escrúpulos que matan ancianitas moribundas

"Fue el desgraciado caso del doctor Montes, fallecido este jueves, el que probablemente despertó en mi conciencia una sensación que el tiempo iría haciendo más precisa: la furia y la mentira en Internet concederían más alegrías económicas a los dueños de las empresas que monopolizan este invento que la solidaridad.  (...)

El caso del doctor Montes fue paradigmático. Tanto, que serviría de ejemplo de cómo la derecha española comenzó a actuar a la manera de la alt right [derecha alternativa] estadounidense: escogieron a un tipo en concreto, Luis Montes, para desacreditar un modelo, el de la sanidad pública, y golpeándolo desde dentro y desde fuera de las instituciones, sin tregua ni piedad, trataron de que la injuria calara en la ciudadanía y que en el usuario se asentara la idea de que no era seguro ponerse en manos de tipos sin escrúpulos que matan ancianitas moribundas, para dejar camas libres o para barrer del mundo a las personas improductivas.

Así de bárbaros eran los cuentos que se narraban de este médico que desde entonces se convirtió para mí, e imagino que para mucha gente, en un héroe civil. Yo lo leía en blogs, en foros, y asistía estupefacta al linchamiento, porque reconocía a algunas de las personas que lo difamaban y estaba convencida, por tratarse de profesionales informados, de que mentían a caso hecho, sin escrúpulos, porque habían decidido alimentar la injuria contra un individuo con el objetivo de cargarse la estructura en la que trabajaba. 

Calcularon mal los acusadores su fuerza porque, aunque al doctor Montes y a sus compañeros les costó muchas horas ante los tribunales probar que su actuación en los servicios de urgencia del hospital Severo Ochoa había sido adecuada, si hay algo a lo que los españoles no quieren renunciar es a la sanidad pública, y de todos era sabido que uno de los planes del gobierno madrileño de entonces, que con tanto desparpajo capitaneaba Esperanza Aguirre, era socavar los recursos sanitarios públicos y ceder servicios a empresas privadas.

Sabíamos eso. Lo sabía el personal sanitario. También se dio la circunstancia, mala suerte para quienes lo difamaban, que el doctor Montes era querido por muchos de sus pacientes, que su historial como defensor de la sanidad para los necesitados era conocido, y que formaba parte de un movimiento progresista que pretendía humanizar el traumático paso de la vida a la muerte.

Ganó la razón, que tuvo que concedérsela la justicia, porque ni los políticos que protagonizaron tan sucia maniobra ni los periodistas que jalearon las denuncias anónimas pidieron jamás perdón. 

El político popular Miguel Ángel Rodriguez tuvo que apoquinar 30.000 euros por haberse paseado por radios y televisiones calificando a Montes de desarrapado, en el mejor de los casos, y en el peor, de nazi. Pero fue el único que pagó su cuenta en lo que constituyera una campaña en la que participaron muchos. Pintaban a Montes como un Verdoux de nuestro tiempo. 

Henchidos de pronto de piedad acusaban al doctor Muerte de quitarse de en medio a los más vulnerables. Tenían conocimiento, porque lo tenían, de que Luis Montes era ese tipo de médico que está, a la manera chejoviana, siempre al lado del desasistido, del desamparado. Eso es lo más sórdido de este asunto, que lo hicieron a conciencia para desprestigiar a quien representaba un modelo de ejercer la profesión.

De alguna manera, al extender en equipo el bulo y alimentar la mentira, hay que reconocerles el mérito maligno de haber sido pioneros en la propagación de información falsa. Aún esta semana,  cuando ya toda la injuria que pesó sobre él debería haber sido borrada, por haber sido eximido de cualquier mala práctica, ha habido titulares tendenciosos al informar de su fallecimiento, y se leen aquí y allá comentarios de ese tipo de gente propensa a priorizar siempre la conspiración a la verdad, porque la verdad resulta menos atractiva y demasiado simple.

¿Podría un partido político defender su ideario sin valerse de la mentira? Desde luego que sí, pero las redes han descubierto el camino más corto, y hay una parte de la clase política que está dispuesta a hacer uso de ese tipo de foros que enmierdan el ambiente. Aceptan su trabajo sucio."               (Elvira Lindo, El País, 21/04/18)


" El doctor Luis Montes, excoordinador de urgencias del Hospital Severo Ochoa y defensor de la muerte digna, ha muerto este jueves a los 69 años, tras sufrir un infarto cuando se dirigía en vehículo a Molina de Segura (Murcia).

El presidente de la Asociación Derecho a Morir Dignamente fue acusado en 2005 por el Gobierno del PP de Esperanza Aguirre en la Comunidad de Madrid, valiéndose de una denuncia anónima, de 400 presuntas "sedaciones terminales irregulares".

Tras ser relevado y después de tres años de linchamiento moral y laboral hacia él y muchos de sus compañeros en las Urgencias del Severo Ochoa en Leganés, la Audiencia Provincial de Madrid sobreseyó el caso en 2008 al señalar que Montes y el resto de su equipo no actuó mal.
Antes de ello, en 2007, un juez archivó el caso un mes después de las elecciones municipales y autonómicas de aquel año. Previamente, la Fiscalía ya había afirmado que no veía indicios de delito.

Sin embargo, el auto señalaba que varios pacientes habían fallecido “tras mala práctica médica a la hora de sedarles”. Montes quiso limpiar su nombre y recurrió a la Audiencia Provincial, que finalmente le dio la razón y ordenó eliminar las alusiones que ponían en duda su trabajo.

Sin embargo, la campaña de linchamiento moral y profesional hacia él por parte de la derecha política y mediática ya había caído con toda su fuerza durante muchos años. “Fue una campaña en nuestra contra orquestada por la autoridad sanitaria”, aseguró Montes hace dos años en una entrevista con Público

El excoordinador de urgencias del Severo Ochoa, que nunca recuperaría el puesto, creía que el caso fue una “cortina de humo” para tapar la privatización de la sanidad madrileña, que había comenzado en 2003 con Esperanza Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid.

"Que la máxima autoridad regional sanitaria anuncie en rueda de prensa que en un hospital público ha habido más de 400 homicidios es un torpedo a la línea de flotación de la relación médico-paciente. Fue un escándalo de unas proporciones inmensas", denunció en otra entrevista con Público meses después."                  (Público, 19/04/18)

"Tuvo un gran impacto, todo el hospital se movilizó y hubo un gran apoyo vecinal y de toda la sociedad. Pero fue muy doloroso porque de todo el equipo de Urgencias, el único que se quedó fui yo porque tenía plaza en propiedad. El resto, unos 20 compañeros, tuvieron que buscar otro trabajo, muchos fuera de la Comunidad, fueron cesados siete jefes de servicio y supervisores por apoyo al conflicto… Fue muy doloroso", agregó.

"(...) Montes, cuya especialización era la de anestesista aunque en Leganés ejercía de jefe del servicio de urgencias, acabó siendo la cabeza visible de un grupo de facultativos del que también formaban parte el ginecólogo Javier Martínez Salmeán, el internista Frutos del Nogal y el otorrino Carlos Barra, entre otros.

 Todos ellos coparon cargos de responsabilidad en el Severo Ochoa y el Hospital de Móstoles tras una larga trayectoria en el sur de la Comunidad de Madrid, donde lucharon por imprimir a la práctica de la medicina un marcado carácter progresista y de servicio público. 

Un ejemplo es su firme oposición a intentos privatizadores de la sanidad de los Gobiernos del PP. Otro, que se remonta a los años 80, fue su apuesta porque fueran los hospitales públicos los que asumieran la realización de abortos, práctica entonces no siempre accesible para quien la necesitaba y siempre relegada a clínicas privadas. 

Desde los pasillos de urgencias de Leganés, Montes decidió en sus últimos años en ejercicio poner fin a lo que, en sus propias palabras, era una de “las grandes cuentas pendientes de la sanidad pública: la muerte digna”. “La gente sufría y agonizaba durante horas y días sin otra razón que los prejuicios y la ineptitud de muchos facultativos”, solía afirmar.

Esta actitud disgustó a algunos médicos del Severo Ochoa y a los sectores más conservadores del PP madrileño, lo que acabó provocando uno de los mayores escándalos ocurridos en la sanidad pública española durante las últimas décadas.

 Tras recibir una denuncia anónima, y sin contar con informe o prueba alguna que sustentara la gravedad de las acusaciones, el entonces consejero de Sanidad de Madrid, Manuel Lamela (PP), purgó a Montes y sus aliados en el Severo Ochoa y puso en marcha una auténtica cacería de brujas contra los facultativos, a los que llegó a acusar implícitamente de decenas de muertes por sedaciones ilegales.

Lamela, en todo momento apoyado por la presidenta regional Esperanza Aguirre, hizo todo lo posible para sustentar las acusaciones. Creó comisiones para que elaboraran informes ad hoc, juego al que se prestaron algunas de las más destacadas figuras médicas de la Comunidad de Madrid. Y adoptó cuanta decisión administrativa fue necesaria para lograr que ni Montes, ni su equipo ni quienes salieron en su defensa volvieran a ocupar cargo de responsabilidad alguno.

 Pero si Lamela logró en su embestida el apoyo de algunos de los sectores médicos más conservadores —y el silencio cómplice de la entonces presidenta del Colegio de Médicos, Juliana Fariña—, el consejero fracasó rotundamente cuando fue la justicia la que examinó el caso. En junio de 2007, el juez instructor archivó el caso con una decisión que tenía algo de salomónica. Por una parte, libraba a Montes y su equipo de toda responsabilidad penal, pero admitía que en cuatro sedaciones se habían producido irregularidades.

Esto dejó insatisfecho a Montes, que recurrió el caso hasta que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid desmontó punto por punto las acusaciones de Lamela y eximió a Montes de cualquier mala práctica.

Empezó entonces otro largo proceso judicial, esta vez sin éxito para Montes y 39 de sus colaboradores, para exigir que fueran resarcidos por los daños morales y económicos sufridos. Pero para Montes, según sus palabras, lo peor que hizo Lamela fue hacer que "la gente muera peor".

Desde 2009 el doctor era presidente federal de DMD, desde donde defendía la despenalización de la eutanasia, el acceso universal a los cuidados paliativos y a la sedación. (...)"               (Oriol Güell, El País, 19/04/18)

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