"En 2014, 3.285 personas murieron o desaparecieron tratando de llegar a
Europa a través del Mediterráneo. En 2015 fueron 3.783. La cifra se
disparó en 2016 hasta los 5.143. En 2017, la UE tomó cartas en el asunto
y el dramático número volvió a descender hasta los 3.169.
En total son 15.380 las vidas que el Mare Mortum ha engullido en cuatro años,
a las que se suman 495 en lo que va de 2018, según el recuento de la
Organización Internacional para las Migraciones (OIM), agencia de las
Naciones Unidas. (...)
la reacción de Europa ha sido, una
vez más, contratar a un tercer país para que ese grito siga oyéndose muy
a lo lejos, al otro lado de una fortaleza que continúa cobrándose miles
de vidas de quienes tratan de escapar del hambre, la guerra y la
persecución en sus países.
Si hace dos años era Turquía
la que aceptaba el papel de guardián de las puertas del viejo
continente, haciéndose cargo de bloquear a los refugiados sirios; en
2017, la UE y varios de sus Estados miembro a título individual, como
Italia, entregaban la llave del Mediterráneo a Libia, un país sin Estado
que se ha convertido en la principal lanzadera de personas hacia
Europa, donde se compran y venden personas
como en los peores tiempos de la esclavitud, con dos gobiernos
paralelos enfrentados y milicias armadas que se reparten los escombros
tras una guerra civil y el derrocamiento de Gadafi en 2011.
Desde el
pasado año, la UE financia, adiestra y provee de material a los guardacostas libios
para que frenen las llegadas de quienes zarpan desde sus propias
costas. El objetivo no es acabar con las muertes, sino bloquear la ruta,
apuntan varias ONG. (...)
Llegó a haber hasta 13 barcos de diversas organizaciones trabajando en
esta zona hasta que, el pasado verano, decidieron poner punto y final.
Entre las razones que dieron están la imposición de Italia de un
criticado código de conducta para los barcos de rescate y, sobre todo, el aumento de las hostilidades y el acoso de las patrulleras libias, las mismas que entrena y financia la UE y que, en ocasiones, han abandonado y golpeado a migrantes en medio del mar.
El otro barco que aún quedaba, el Open Arms, de la ONG española Proactiva, se encuentra inmovilizado en un puerto italiano por mandato judicial tras un enfrentamiento con una patrullera libia.
El pasado viernes, una embarcación de la Guardia Costera Libia hostigó
al Open Arms, que había rescatado a más de 200 personas a la deriva a 73
millas náuticas de las costas libias, muy lejos de la jurisdicción
libia. Según denunció la ONG, los guardacostas amenazaron a la tripulación con “disparar a matar”
si no les entregaban a las mujeres y niños rescatados.
Tras el
incidente, el barco español puso rumbo a Italia, para desembarcar a las
216 personas en un puerto seguro, en Sicilia, pero las puertas se
cerraron de nuevo. Hasta el sábado no obtuvieron permiso de las
autoridades italianas para poner a salvo a quienes lograron esquivar la
muerte en alta mar. Según han explicado, el Gobierno español tuvo que
negociar la entrada en puerto del barco.
“Esto se veía venir”, afirma Íñigo Mijangos, uno de los coordinadores del proyecto Maydayterráneo,
que el pasado año también realizó varias misiones de rescate en la
zona. Según este cooperante, el caso del Open Arms responde a “una
estrategia perfectamente definida desde hace tiempo por sectores de la
UE” que busca “dar imagen negativa de las ONG,
extenuarlas económicamente y disuadir a otras organizaciones de que
vuelvan a rescatar en el mar. Básicamente quieren deshacerse de las ONG en el Mediterráneo central”, sostiene.
En un comunicado publicado por EFE,
la autoridad marítima libia acusa a Proactiva y a las demás que trabajan
en el rescate de personas en la zona de interferir en las operaciones y
de violar sus aguas territoriales, pese a que éstas operan más allá de
las 25 millas correspondientes. “Está claro que a la UE le interesa que
los guardacostas libios actúen cada vez más lejos de sus aguas.
El
verano pasado ampliaron la zona de rescate libia y es posible que con el
tiempo les concedan más millas sobre las que tengan autoridad en
materia de migración. Lo que pretenden Italia y Europa es dar una imagen de legalidad a las devoluciones en caliente de migrantes a Libia, intentan ampararlas en operaciones de rescate de los guardacostas libios”, asevera Mijangos.
El domingo, el fiscal de Catania (Sicilia) hizo suya la denuncia libia y ordenó
la incautación del buque español y la apertura de una investigación por
un posible delito de "promoción de la migración ilegal" a Italia
tras no haber escuchado las órdenes de los guardacostas libios. Tres de
los tripulantes del barco se enfrentan a penas de entre cuatro y siete años de prisión, acusado también de formar parte de una organización criminal.
El fundador y director de Open Arms, Oscar Camps, ha criticado la
actitud italiana. "Han cambiado las reglas y lo han hecho mientras
estábamos en alta mar, en medio de un rescate de urgencia", aseguró. (...)
Ocurrió exactamente lo mismo con el barco Iuventa, de la ONG alemana Jugend Rettet,
acusado del mismo delito que el Open Arms el pasado agosto. "Desde el
verano de 2017, las autoridades italianas, respaldadas por la Unión
Europea, han obstruido cada vez más las operaciones de las ONG para
salvar las vidas de las personas en el mar: desde un código de conducta
mal concebido, hasta investigaciones criminales con intereses políticos”, explica MSF en un comunicado en el que condena la incautación del barco español. (...)
Esta ONG, que ha rescatado a más de
70.000 personas desde que comenzó a trabajar en el Mediterráneo en 2015,
denuncia que “existe un nivel preocupante de cooperación entre gobiernos europeos y la guardia costera libia”
con el objetivo de “que devuelvan a estas personas a Libia”.
"Bajo
ninguna circunstancia los refugiados y los migrantes deben ser devueltos
a Libia o permanecer atrapados allí”, explica la ONG, que también
trabaja en los centros de detención de inmigrantes del país africano, en
los que ha denunciado malos tratos, torturas, violencia sexual y trata por parte de las autoridades.
"Es obvio que las personas
rescatadas no quieren volver a Libia. Durante nuestros rescates, todos
manifestaban un pánico atroz a sus guardacostas. En una ocasión tuvimos
que realizar un trasvase de personas rescatadas a un mercante libio, que
iba a puerto en Europa, y en cuanto vieron la bandera libia algunos se
tiraron al agua porque pensaban que era la guardia costera”, apunta
Mijangos. (...)" (Jairo Vargas, Público, 22/03/18)
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