28.5.18

Sigo pensando que Iglesias y Montero debieron dimitir. Los inscritos de Podemos les han apoyado por reacción contra el masivo ataque de la derecha. Pero su credibilidad ha sido destruida, porque el 77% de los españoles piensan que no han sido coherentes con la ética que defienden. ¿Qué respaldo moral pueden tener cuando presenten una ley contra la especulación de la vivienda?

 "El 68,4% de los inscritos que han votado creen que deben permanecer en la secretaría general y la portavocía parlamentaria mientras el 31,58% prefería que dimitieran.

Pablo Iglesias e Irene Montero han obtenido el respaldo del 68,42% de participantes en la consulta a las bases de Podemos para permanecer en sus cargos institucionales y orgánicos como el secretario general y la portavoz en el Congreso tras la crisis que originó su compra de un chalé de 615.000 euros y la firma de una hipoteca de 540.000 euros. 128.300 votantes se han decantado por su continuidad frente a la contestación interna de 59.224 inscritos (31,58%) que creen que debían dimitir. El plebiscito batió el récord de participación de Vistalegre II. 

El voto negativo expresado por un tercio de los inscritos que han votado constata el malestar de un porcentaje importante de las bases de Podemos con la compra del chalé en Galapagar, a 40 kilómetros de Madrid y cercano a la sierra de Guadarrama, al entender que no era coherente con el ideario de Podemos frente a las élites. (...)"              (José Marcos, El País, 27/05/18)


"El 44% de los españoles cree que Iglesias y Montero deben dimitir por la compra de su chalé. 

Un 77% piensa que no han sido coherentes con el ideario de Podemos, según una encuesta en exclusiva de YouGov para 'El HuffPost'.

 Un 44% de los españoles cree que Pablo Iglesias e Irene Montero deben dimitir después de haber comprado un chalé de más de 600.000 euros en el municipio madrileño de Galapagar, según un sondeo realizado en exclusiva por YouGov para El HuffPost.

El 77%, además, opina que el secretario general y la portavoz en el Congreso de Podemos no han sido coherentes con el ideario del partido al haber adquirido un inmueble de esas características.

Sobre qué dirigentes de la formación morada deberían asumir el liderazgo en caso de dimisión de Iglesias y Montero, un 34% de los encuestados se decanta por Íñigo Errejón, mientras en segunda posición, con un lejano 6%, aparece Carolina Bescansa, si bien la mayoría de los españoles —el 36%— asegura no tener claro quién debería ponerse al frente de Podemos. (...)"           (Carolina Abellán, Huff post, 26/05/18)


" La controversia pública alrededor de la vivienda comprada por los dos máximos dirigentes orgánicos de Podemos es rica porque muestra los distintos criterios circulantes para evaluar la ética de las acciones políticas.

Un argumento esgrime que los adquirientes se han ganado honradamente su dinero y pueden hacer con él lo que les parezca mejor. Otro, que resulta incoherente que aquellos que predican la igualdad y critican los privilegios de la clase política adquieran un bien al alcance de pocos.

 Finalmente, encontramos el relato según el cual esto sólo favorece a los adversarios —incluidos los medios dominantes— y que por tanto la crítica a los dirigentes de Podemos es caer en la trampa de sus opositores, hacerle el juego al adversario. Una variante de este último argumento es circunscribir la crítica a un error estratégico impropio de dirigentes lúcidos como los de Podemos.

La ética política camina entre dos precipicios: el de la moralina a lo Savonarola y el del exitismo anti-maquiaveliano según el cual el fin justifica los medios.  (...)

Ser político determina que tu credibilidad no depende de lo que eres, sino de lo que pareces, pues quienes deben conocerte no son amigos privados sino miembros de una comunidad política a los que te has ofrecido a representar. 

Si un político quisiera convencer por lo que es contra lo que parece, no estaría enfatizando la autenticidad, sino privatizando la política, al obligar a sus conciudadanos a creerle desde una posición de debilidad para comprobar ese presunto ser. 

(...) ¿sería ético políticamente que un político igualitarista adquiriera el bien de marras? Volvemos por una parte al parecer. Pero, aun visto en términos del ser, no deja de haber algo malsonante: resulta difícil entender que se pueda disfrutar de un bien al alcance de pocos, en un país en el que la crisis ha establecido una relación especialmente cruel entre los sectores populares y la vivienda.

 No se trata de coartar la libertad privada del político, sino de imaginar que alguien imbuido de los valores de la igualdad pueda reclamar esa libertad para el disfrute de esos bienes en esas circunstancias.

(...) lo que tenemos es una primera rueda de prensa de la número dos de Podemos en la cual elige como mal menor negar que ha dicho lo pronunciado un minuto antes: que esa compra es para vivir, mientras que la de los adversarios es para especular

Y una segunda comparecencia conjunta en la que ambos dirigentes eligen como mal menor no afrontar la situación al no identificar el problema que motiva la consulta (¿la compra en sí, la contradicción con las declaraciones previas sobre “el encierro de la casta”, la honestidad, la credibilidad?) y, consecuentemente, transfieren la responsabilidad éticopolítica inexcusablemente íntima y personal a las bases partidarias, al inconmensurable precio del descabezamiento de la formación. 

En ambas comparecencias, a la fragilidad argumental se suma un innecesario ejercicio del arte del simular, que remata la inconsistencia éticopolítica de todo el suceso."            (Javier Franzé, CTXT, 20/05/18)


"(...) En aquel tiempo (fue su principal mérito) Pablo nos hizo partícipes de una obviedad: la sociedad española no es aquella de la clase media universal. Existen pobres, precarios, desclasados, migrantes, sin papeles, excluidos.

 Y curiosamente son la mayoría, aunque no tengan ni un solo representante político y su presencia en la televisión se limite a ser objeto de una esporádica compasión, o del escarnio más o menos cruel en los reality que emiten todas y cada una de las cadenas. Pero ¿qué queda del viejo Pablo Iglesias? Nada, o quizás la sensación de que todo fue una mentira.

El chalet de Galapagar ha encendido las redes. Conviene ser sinceros, la leña que pone la prensa y los medios de “derecha” va muy por detrás de la indignación de los sectores afines a Podemos. Entre estos se reconocen elementos de lo más diverso, empezando por los más vergonzantes: el precio del inmueble, la piscina, la ostentosidad... Pero no son estas cuestiones las que más cabrean. Es el gesto.

El "chalet en Galapagar" es un gesto y también un mensaje. Ambos recuerdan demasiado al gran viaje de la nomenklatura socialista de principios de los años ochenta hacia Pozuelo, Majadahonda y Las Rozas: la tierra del chalet unifamiliar, el arco noroeste de la capital, la zona rica de la que Galapagar es su extensión hacia el norte.

 Entonces, los gerifaltes del gran partido de la izquierda y la progresía española aplicaron sin piedad la doctrina de las "3 Cs": Coche nuevo, Chica nueva, Casa nueva. En aquel tiempo, el patriarcalismo político se aplicaba sin vergüenza.

Se puede decir que el mensaje de Iglesias tiene varias lecturas. Para los que quieren seguir creyendo, y solo ven en esto la enésima campaña de la derechona contra una decisión privada, y solo privada, Iglesias parece decir "estoy cansado, dejadme un respiro, aunque sea bajo la forma del privilegio del nuevo rico". 

Pero para la gran mayoría la lectura es otra. Pagar una hipoteca tan elevada a 30 años (seguramente superior a 2.000 mil euros) solo es posible si se da por descontado que tu posición social se va a reproducir hasta el día de tu muerte. 

¿Dónde quedan las restricciones salariales, la limitación de mandatos, la crítica a la política profesional? Se reía el otro día Idealista.com con la inversión de la parejita. A los expertos en especulación no les parecía la mejor decisión económica. Al menos sobre el papel, no hay grandes perspectivas de ascenso profesional y la incertidumbre es grande.  (...)

Iglesias tiene una difícil salida de este atolladero. Seguramente esta no consiste en "preguntar" a la "gente" sobre su decisión. La salida plebiscitaria a la oleada de críticas confirmará la secretaría de Iglesias, pero no impedirá el bochorno y la desafección generalizada. 

De hecho, con la nueva consulta, Pablo nos muestra que no le queda ya otra autoridad que la del plebiscito. Valga decir que en los mentideros del partido se bromea con los Perón y los Ceaucescu. (...)

 A Iglesias y a Montero, al fin y al cabo ellos decidieron identificar pareja y dirección, solo les queda una salida honrosa: la dimisión. (...)"            (Emmanuel Rodríguez, CTXT, 20/05/18)

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