11.6.18

Con la expansión de la condicionalidad, la Unión Europea corre el riesgo de ser vista como un vehículo para la imposición de las preferencias alemanas, si se entiende como préstamos a cambio de reformas estructurales (ajustes estructurales, en términos del FMI). No es así como se entendía el término solidaridad en la UE. Es como si la Unión se estuviera reconvirtiendo a imagen y semejanza del FMI

"(...) En un artículo publicado en esta revista en mayo de 2013, sostenía que, además de haberse germanizado, la UE se ha hecho más coercitiva desde los inicios de la crisis del euro en 2010. En concreto, la integración ha ido en aumento pero, al mismo tiempo, es menos voluntaria y más obligada. Como expresó la canciller alemana, Angela Merkel, en el marco del debate sobre el primer rescate a Grecia ese mismo año: “No hay alternativa”.  (...)

Sorprende en particular que, a lo largo del proceso de aplicación de estas medidas, adquieran cada vez mayor peso en el funcionamiento de la Unión conceptos como “vigilancia presupuestaria” o “disciplina fiscal”.  (...)

Tras la cumbre europea de diciembre de 2011, en la que se acordó el PFE, Ian Traynor, periodista de The Guardian y poco sospechoso de euroescepticismo, escribió que de la crisis del euro estaba emergiendo una “lamentable unión de penas, castigos, correctivos y resentimientos encendidos”. Desde entonces, los acontecimientos han confirmado este diagnóstico sobre la transformación de la UE iniciada con la crisis del euro.

En particular, la cumbre de urgencia celebrada en Bruselas en julio de 2015 para debatir la situación de la deuda griega marcó, quizá, un punto de inflexión crítico en la historia de la UE. Justo antes de la cumbre, Schäuble propuso colocar 50.000 millones de euros de activos griegos en un fondo luxemburgués para luego privatizarlos, y expulsar “de forma provisional” a Grecia de la zona euro si no se avenía a las condiciones impuestas por sus acreedores. Grecia terminó capitulando y obtuvo un segundo rescate. 

Esta muy contundente manera de abordar el problema griego no solo ha convertido la divisa única en un sistema de tipo de cambio fijo, sino que ha tenido un efecto transformador sobre la Unión.

La “condicionalidad” desempeña un papel fundamental en esta presunta transformación de la UE. Este término se usó originalmente en el marco de los procesos de acceso a la Unión, como condicionalidad externa. Los Estados miembros que querían adoptar el euro estaban sujetos a las condiciones impuestas por el Tratado de Maastricht y el PEC. 

Tras la crisis del euro, se endureció la condicionalidad interna para los países de la zona euro. No obstante, esta parecía menos rigurosa que la externa, pues las amenazas contra los Estados miembros carecían de credibilidad. Esto cambió tras la amenaza de expulsar a Grecia del euro en julio de 2015, retomada durante la campaña electoral alemana por el líder del Partido Liberal (FDP), Christian Lindner.

El uso cada vez mayor de la condicionalidad interna transformó el significado del término “solidaridad” en el seno de la UE. Desde el inicio de la crisis del euro, se ha producido un intenso debate en torno a este concepto. Durante la crisis, los países deudores pedían solidaridad y se quejaban de que no la recibían debido a la negativa de países acreedores a una mayor mutualización de la deuda. 

Entretanto, estos argumentan que ya han dado muestras de solidaridad con su visto bueno a los rescates. La verdad reside en el medio: se ha producido cierto tipo de solidaridad en la zona euro desde el comienzo de la crisis, pero es el tipo de solidaridad que ofrece el Fondo Monetario Internacional (FMI): a saber, préstamos a cambio de reformas estructurales (ajustes estructurales, en términos del FMI). 

No es así como se entendía el término solidaridad en la UE. Es como si la Unión se estuviera reconvirtiendo a imagen y semejanza del FMI.(...)

Como dijo el economista italiano profesor en la Universidad de Chicago, Luigi Zingales, en julio de 2015: “Si Europa no es otra cosa que una mala copia del FMI, ¿qué queda entonces del proyecto de integración europeo?”.  (...)

 La imagen de la UE más sorprendente e inquietante es la que describe Mark Leonard en ¿Por qué Europa liderará el siglo XXI?, donde compara la UE con un panóptico, el tipo de prisión de forma circular ideada por el filósofo británico Jeremy Bentham. 

Michel de Foucault en su libro Surveiller et punir (titulado en español Vigilar y castigar), veía en el panóptico el símbolo de una forma moderna de disciplina, que busca crear cuerpos dóciles. Leonard trata de aplicar el análisis de Foucault a la UE con un sentido positivo, dando a entender que la Unión ha usado el poder de una manera tan inteligente y eficaz que las reglas, en última instancia, se han interiorizado. 

Sin embargo, la metáfora de la UE como panóptico podría estar adelantada a su época en un sentido más oscuro: lo que parece estar emergiendo no es tanto una Europe qui protège como una Europe qui surveille et punit (Una Europa que vigila y castiga)."                    (Hans Kundnani, investigador sénior, Chatham House. Política Exterior, nº 181, ene-feb., 2018)

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