"LOS GRANDES TITIRITEROS DE LA CORRUPCIÓN (I)
El PP ha
formado una nueva clase capitalista, asaltando ‘colectivamente’ lo
público: un matrimonio entre partido, cajas de ahorro y empresas,
principalmente con grandes sociedades del Ibex 35 y constructoras
Hoy a nadie sorprendería la tesis de Balzac de cómo
“el secreto de las grandes fortunas sin causa es un crimen, olvidado
porque se ha sabido perpetrar”. La sospecha sobre el origen ilícito del
enriquecimiento viene después de innumerables casos de corrupción, no
quedando ya nadie en España que no atribuya a la corrupción un carácter
generalizado, endémico y regular, sobre todo entre políticos.
No
obstante, cada nuevo caso de corrupción que surge (Gürtel, Nóos,
Bárcenas, Imelsa y otros muchos) sigue siendo interpretado, por medios e
implicados, dando explicaciones individuales: los “personajes” y sus
conductas desviadas y extravagantes (cleptomanía, mitomanía,
megalomanía, y toda clase de manías), a las cuales todos estamos
expuestos, cual virus acechante.
Como argumento de exculpación resulta,
además, beneficioso para el entorno de los corruptos, esgrimiendo los
clásicos “yo no lo sabía”, “quién se lo hubiera imaginado de él”, “yo
confiaba en él plenamente” tan recurrentes en los superiores de los
acusados, véase el caso de Rajoy, Esperanza Aguirre, María Dolores de
Cospedal o Sáenz Santamaría.
Si nos alejamos de esta manera zafia de analizar los
diversos casos de corrupción recientes, todo parece indicar que existen
otros elementos comunes que no son manías sino una historia común entre sus implicados: el haberse enriquecido durante el boom económico y codearse, cualcapitalistas, con las grandes fortunas de España, utilizando colectivamenteel
amparo institucional del partido y, consiguientemente, aprovechando un
conjunto de posiciones en diferentes ramas del Estado (ministerios,
autonomías, diputaciones, municipios, etc…) para beneficio colectivo.
Aspectos que aluden a la estrategia de los miembros de un partido en
concreto, el Partido Popular, en el cual –a diferencia del Partido
Socialista– se ha utilizado el partido como forma principal para
construir una nueva clase capitalista, asaltando colectivamente el Estado y sus recursos. Es lanueva beautiful people del boom económico.
Estos elementos apuntan a diferentes fines y objetivos
de los respectivos proyectos del Partido Popular y del PSOE a lo largo
de sus periodos de gobierno. El primero, cuya ambición desde el primer
periodo de Aznar era constituirse como clase económicamente dominante,
usando la administración del Estado y las cajas de ahorro como sostén
económico y el partido como paraguas que les proteja y coordine
colectivamente (utilizando los resortes y canales indirectos que
proporciona el ser miembro de un partido político).
Frente a un PSOE de
Felipe González, con un proyecto de inclusión de España en la cadena de
producción global, que significó un salto importante para empresas y
grandes fortunas que se beneficiaron de la terciarización de la
economía, la concentración del sector bancario y la privatización de
empresas en sectores estratégicos.
La diversidad en estrategias y proyectos puede darnos
pistas sobre las diferencias en los medios de enriquecimiento ilícito
utilizados por miembros de los dos partidos mayoritarios. Por ejemplo,
durante el periodo de gobierno del PSOE, particularmente en los años de
bonanza económica, aparecieron casos sonados como el de Ibercorp, que
ligaron el enriquecimiento de determinados miembros de la tecnocracia
del gobierno (Mariano Rubio o Manuel de la Concha*) con prácticas
irregulares en el mercado bursátil, o el caso Filesa, la trama de
financiación irregular liderada por Navarro, Sala y Galeote, que
recurría a la realización de informes ficticios a empresas.
A diferencia
de estos, en el caso de miembros del Partido Popular, estos han quedado
directamente ligados al sector inmobiliario y de servicios,
involucrando a cuadros del partido que tenían posiciones en la
administración local, autonómica y nacional, como cargos electos y miembros del núcleo directivo del partido en sus ámbitos territoriales respectivos.
Para entender la particular estrategia del Partido
Popular es necesario remontarse a las dos legislaturas de gobierno de
Aznar (1996-2004). En la primera legislatura se inicia un movimiento de
privatización del conjunto de grandes empresas españolas, tras el cual
el líder del PP recurre al BBVA –bajo el control de su delfín Francisco
González, hasta entonces presidente de Argentaria– como sostén económico
para su proyecto de conducción del aparato económico.
Esto suponía que
debían ayudarles en proyectos complejos, como por ejemplo Terra, en cuyo
desarrollo se cruza el BBVA en 2000, haciéndose con el 3% de las
acciones por recomendación de Aznar; o comprando una parte importante
del accionariado de la privatizada Telefónica hasta llegar al 6,5% en
2003 (siendo actualmente de un 6,89%). No obstante, a partir de la
mayoría absoluta del Partido Popular en el año 2000, se da un punto de
inflexión en su proyecto económico.
La estrategia inicial al llegar al
Gobierno consistía en posicionar a amigos en los consejos de
administración de grandes empresas para mantener su control (véase
González en BBVA tras la fusión del BBV con la banca pública Argentaria,
Juan Villalonga en Telefónica, o Pablo Isla Álvarez de Tejera, que se
mantuvo en Telefónica tras su privatización –siendo éste director
general de Patrimonio en el Ministerio de Hacienda de 1996 a 2000,
órgano encargado del control de las acciones de la empresa pública).
Control de las cajas
La mayoría absoluta en las elecciones de 2000 y la
toma de muchas comunidades y municipios marcan el inicio de una segunda
etapa, que consistía en tomar el control directo a través de las cajas
de ahorros. Esto suponía canalizar los recursos de un conjunto de cajas
de ahorros a determinadas empresas, bajo la dirección de miembros del
partido: participando estos últimos como consejeros de las cajas y, por
ende, como consejeros de las empresas participadas.
Esto constituye un
girointervencionista que dará la vuelta a la
antigua relación entre el partido y las grandes empresas: de depender de
la voluntad y favores de estas últimas, ahora son directores,
promotores y conductores de estas empresas. En este momento empiezan sus
andanzas, entre otros, José Luis Olivas en Bancaja (2004-2010), Miguel
Blesa en Caja Madrid (1996-2009) o José María Arribas en Caja Burgos
(2003-2011), todos ellos cargos electos por el Partido Popular.
Desde este momento, se inicia un matrimonio entre
partido, cajas de ahorro y empresas, principalmente con grandes
sociedades del Ibex35 y constructoras.
Bajo este esquema, el partido elige a los miembros de
los consejos de administración de las cajas, los cuales son miembros de
las empresas participadas por estas cajas, arrancando así una cadena de
dependencia de la empresa hacia el partido. Inicia entonces a caminar
una nueva clase económica, una élite política surgida de la burbuja
inmobiliaria, cuya diferencia principal con la clase bonita de Solchaga, la beautiful people de
los años 80 y 90, es el carácter patrimonialista de la segunda:
mientras en la primera eran tecnócratas que se enriquecían con
participaciones en el pujante mercado de valores o como miembros de los
consejos de administración, en el segundo caso son propietarios indirectos de grandes empresas.
Es decir, son dueños de
grandes empresas, gracias al marco jurídico de las cajas de ahorros,
que imposibilita la existencia de accionistas que participen en el
accionariado de éstas y permite su control por parte de partidos
políticos.
¿Esto qué significa en la práctica? Por ejemplo, que
actualmente, en el supuesto de que un líder del PSOE necesite de la
ayuda de una gran empresa española, éste tenga que recurrir a viejos
favores personales entre cuadros del partido y
exmiembros del Estado que se colocaron en la gran empresa (por ejemplo,
entre Solchaga y numerosos consejeros del Ibex).
En cambio, en el caso
del PP, el proceso es diferente: el marco de la conexión entre una
empresa y el político de turno no es individual, sinogrupal, es decir, no son favores personales lo que unen a miembros del partido y empresarios, sino una relación de dependencia, pues ambos forman un mismo grupo económicamente dependiente.
José Luis Olivas, Francisco Camps, Ricardo Costa, o
Carlos Fabra por la Comunidad Valenciana; Francisco Granados o Jesús
Sepúlveda por Madrid; Jaime Matas por Baleares; Miguel Blesa, Rodrigo
Rato y Luis Bárcenas por el PP nacional y una infinitud de cargos del
Partido Popular no son, por tanto, sujetos independientes que
mantuvieron una relación de concupiscencia con el poder económico. Eran
miembros de una clase organizada que, con el ánimo de enriquecerse y
constituirse en la nuevajet set, asaltó el Estado en el momento del salto de España a la economía global.
La cárcel para muchos de ellos opacará la otra parte
de la misma moneda: las grandes empresas y sus respectivos propietarios,
beneficiados por recursos del Estado y de las cajas de ahorro.
Pues,
gracias a miembros del Partido Popular y su papel director en las cajas
de ahorros y la administración pública, muchas de las empresas de
construcción hoy sobreviven: Sacyr, propiedad de Demetrio Carceller,
Juan Abelló, Manuel Manrique y Luis Del Rivero, la cual tuvo un 12,3% en
manos de Novacaixagalicia, Unicaja, Caja Murcia y Caja Ávila; ACS, de
Florentino Pérez y la familia March, cuyo mayor acreedor, Caja Madrid,
le facilitó créditos sucesivos, de 5.000 millones en 2006 para la toma
de control de Iberdrola, de 1.500 millones en 2009 para refinanciar su
deuda, y de 2.058 millones en 2012; o FCC, cuyo principal propietario,
Esther Koplowitz, ha llegado a un acuerdo con Bankia y BBVA, principales
acreedores, para comenzar a pagar el crédito pendiente de cerca de
1.000 millones a partir de 2020.
La historia de la nueva beautiful people está plagada
de pelotazos urbanísticos y asientos en grandes empresas del Ibex35.
Capital y poder en forma de propiedades inmobiliarias, créditos y
ayudas, que, tras la intervención de las cajas de ahorro, quedan hoy en
manos del Estado –del FROB y SAREB, propietarios de sus activos
financieros e inmobiliarios–, se ha permitido salvar de la hecatombe a
parte de la nueva beautiful people y a viejas
familias capitalistas (véase los Koplowitz, la familia March, los
Carceller, los Daurella y otros).
Todo ello nos deja ante la segunda
parte del asalto al Estado, pues habrá que ver qué se hace con los
ingentes recursos que quedan en manos del Estado y que son, por una
cuestión de herencia, propiedad del grupo económico del Partido Popular.
De ahí la animadversión, de muchos empresarios y miembros del PP, a
dejar en manos de personas ajenas, véase Podemos, lo que fue siempre
considerado de su propiedad." (Rubén Juste de Ancos - ctxt.es , en Attac España, 21/03/16)
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