"(...) Este no es el Gobierno del cambio. Es un Gobierno de
transición. Esto no significa que no pueda hacer cosas, puede hacer
mucho. Puede garantizar que lleguemos a las siguientes elecciones con
una televisión pública que no sea de partido o con una mejor gestión de
la separación entre Poder Ejecutivo y Judicial.
¿Y cuánto va a durar esa transición?
No lo sé. Yo me aventuraría a decir que el Gobierno nombrado por
Sánchez tiene una cierta voluntad de larga duración. Eso es como mucho
hasta 2020 y estamos a mediados de 2018. Creo que también va a depender
de la salud, la estabilidad y la suerte que tenga. (...)
¿Qué va a recibir desde el campo conservador? Mucha
hostilidad y dureza. La derecha española tiene una concepción
patrimonial del poder por la cual cuando lo ocupa no entiende que lo
hace temporalmente y cuando lo pierde entiende que se han roto todas las
reglas del juego e incendia la convivencia.
Desde el
campo conservador al Gobierno Sánchez, si titubea, solo le va a venir
más agresividad. Le van a compensar los titubeos y las concesiones con
más hostilidad. Por eso la estabilidad depende de que avance y
transforme. Y de que afronte algunos de los grandes retos ante los que
le ha puesto la enorme expectativa que ha generado.
Este Gobierno ha despertado unas ilusiones y unas expectativas en la
sociedad española muy superiores a la confianza que hoy representa el
PSOE. La ola de ilusión y expectativas no obedece a la fuerza socialista
en el Congreso. Va más allá. Y eso implica que le pone retos grandes.
Si se sabe aprovechar, el conjunto de las fuerzas progresistas va a
crecer y va a tener más capacidad y confianza de los españoles para
gobernar en municipios, autonomías y Gobierno central. Si no se sabe
aprovechar vendrá una oleada de desencanto, de sentirse defraudados y de
abandonar la política. Y en esa oleada solo pescan las fuerzas
conservadoras.
El PSOE tiene solo 84 diputados en
el Congreso. Tendrá que tender muchos puentes con muchos grupos
distintos para sacar adelante proyectos o proposiciones de ley. Sin
acción de gobierno, como dice, nos tenemos que basar en los nombres.
¿Cree que ese Consejo de Ministras puede representar a los 180 diputados
que permitieron que Pedro Sánchez fuera presidente? Podemos, PDeCAT,
IU, En Comú, PNV, En Marea, Compromís...
Hay
gestos en ese sentido. Pero hay otros destinados a apaciguar los ánimos
de los adversarios. Nosotros tenemos que ser una fuerza que respalde,
sostenga y empuje a este Gobierno. Que marque el rumbo y el horizonte.
Que dirija una parte de la acción de gobierno antes de que seamos
Gobierno.
Y que sostenga a este Gobierno siempre que empiece a enfrentar
algunas de las transformaciones pendientes, democráticas, de acuerdo
territorial y de equilibrio de la balanza social y de género, que
existen en España.
Esto no lo digo por confianza en
este Gobierno. Lo digo por confianza en nuestra capacidad. Los
gobiernos, cuando no son muy sólidos, adquieren un significado histórico
u otro dependiendo de las fuerzas que chocan en torno a ellos. Y de
cómo esa correlación de fuerzas las mueven en un sentido u otro. Yo
tengo confianza en las nuestras.
En que nosotros, como fuerza que
respalda, marca un horizonte y empuja, logremos que este Gobierno pueda
emprender alguno de los cambios que una mayoría de españoles está
deseando que se emprendan.
¿No
temen que si empujan y ayudan al Gobierno el tanto se lo anote Pedro
Sánchez y en una futura contienda electoral sufran las consecuencias?
¿Cómo se hace para que eso no ocurra?
Es un
riesgo. Se había instalado un clima cultural y político plomizo en
España. Mucha gente que se ilusionó con la posibilidad del cambio estaba
entre enfadada, defraudada y harta. Es el clima perfecto para las
fuerzas conservadoras y que había permitido a Rajoy ganarnos el pulso
moral durante dos años.
Decía, miren ustedes yo no ofrezco nada hacia el
futuro pero ustedes no son capaces de producir nada mejor que yo, así
que resígnense, aguántense, bajen los brazos porque España no puede ser
mejor que el Gobierno de Rajoy y el partido de la Gürtel.
Las fuerzas que aspiramos a cambiar nuestro país, a hacerlo más justo,
más democrático, más libre y soberano, necesitamos el clima contrario.
Necesitamos un clima de optimismo en el que cada conquista no
desincentive a la siguiente sino que enseña que es posible y da hambre
de más. Si hemos cambiado esto, lo otro también se puede.
Así se explica que quitar a Rajoy genere un clima de optimismo tan
fuerte. No hemos emprendido las transformaciones que necesita España
pero la losa más difícil la hemos quitado del camino. Ahora queda
caminar. Pero nos hemos quitado la piedra que lo permite. Ese clima lo
necesitamos. Es como la lluvia necesaria para que florezca la ilusión
del cambio político.
Tú me preguntas que ese clima
puede que no lo capitalicemos nosotros. Es un riesgo. Si se empiezan a
producir transformaciones, por pequeñas que sean, y si somos capaces de
llegar a un acuerdo generoso, que no menosprecie a nadie, que se haga
cargo de que tenemos que convivir y cooperar aunque tengamos
diferencias, se va a ampliar el bloque progresista en España. Eso va a
ser bueno para todos.
¿Qué debe evitar hacer Podemos?
Hay dos riesgos. El de ejercer un papel de estar todo el rato avisando
de la posible decepción y enfadado mientras el pueblo español
progresista se ilusiona; el papel permanente de 'te lo dije' que juega
la izquierda tradicional. Eso te deja como una fuerza muy subalterna,
que no marca rumbo sino que solo se queja. Y hay otro riesgo. El de
quedar como una muleta cuyo apoyo se da por descontado por lo que
siempre conduce el otro.
Hay que navegar ambos
riesgos. ¿Cómo? Hay que convertirse en una fuerza no que anticipa las
posibles decepciones. Si hay que pecar de ingenuos, pues se peca. Hay
que marcar las cosas que se pueden hacer, demostrar que tenemos fuerza
para respaldarles si se atreven a hacer los cambios necesarios y que
demuestra siempre que las cosas se pueden hacer de otra manera, que hay
una alternativa.
Poner encima de la mesa propuestas concretas, con
números, solventes, pragmáticas; se las hacemos llegar a la sociedad
para decir que hoy hay fuerza para estas transformaciones. Y que mañana
podríamos estar derogando la ley mordaza, que hasta Amnistía
Internacional critica. Legislando contra la brecha salarial. Desbloquear
la renovación de RTVE. Derogar la reforma laboral del PP y luchar
contra la precariedad.
Hay que ser muy leales si el Gobierno elige el camino de la transformación.
El primer gran debate será el del
techo de gasto de 2019. ¿Marcará ese primer debate la senda del Gobierno
de Sánchez? ¿O luego habrá opción de reconducir cosas si no hay
acuerdo?
El propio Gobierno ha dicho que
espera una recaudación mayor porque quiere modificar aspectos de la
política fiscal que en España han sido muy duros con la mayoría
trabajadora y blandos con la minoría privilegiada. Si el Gobierno espera
recaudar un poco más lo primero es preguntar si eso le da margen, que
yo creo que sí, para modificar un poco el techo de gasto y asfixiar
menos la economía.
Esa es un senda posible.
Sé que
este Gobierno nace constreñido y con límites, muchos de los cuales no ha
elegido. Pero también tiene márgenes. Y nosotros los vamos a explorar
para hacer política al servicio de la gente más necesitada.
La salud de este Gobierno va a depender de demostrarle a la gente que
además de hacer gestos puede transformar la vida de los más débiles de
inmediato. ¿La puede transformar de forma drástica e irreversible? A lo
mejor aún no hay correlación de fuerzas para eso.
Pero puede dar pasos
que nos harán más fuertes para enseñarle a nuestro país que el siguiente
paso es posible.
Creo que viene una temporada de
acuerdos laicos. A lo mejor no estamos de acuerdo en todo pero en donde
sí estemos de acuerdo hay que avanzar. Un desacuerdo en un tema no se
puede convertir en una excusa para no avanzar en otro. Yo querría que el
Gobierno diera muestras de que puede ser flexible con el techo de
gasto. Y creo que debemos trabajar para ello.
Pero incluso si no lo hace
pero podemos trabajar en acuerdos para derogar o quitar los aspectos
más nocivos y liberticidas de la 'ley mordaza', debemos avanzar. Seamos
pragmáticos. Que todo el mundo vea que somos una fuerza comprometida,
sólida y de fiar cada vez que el Gobierno elija el camino de la
transformación y no el del inmovilismo. (...)
El nuevo Gobierno debe ser consciente de que las
expectativas son mucho mayores que su fuerza parlamentaria, que depende
un bloque todavía en formación y sin rasgos políticos ni orgánicos pero
que se respira y que forma el conjunto de gente que sonríe por la calle y
que estos días te da la enhorabuena y te dice "joder, qué bien, venga
ahora para adelante".
Eso es un conglomerado mayoritario en España,
creo, progresista y que se hace cargo de la diversidad nacional. Es con
el que el Gobierno puede avanzar.
Desde que salió adelante la moción de censura se han establecido dos
relatos. El que dice que si Podemos hubiera hecho esto hace dos años se
hubiera impedido el Gobierno de Rajoy y el que dice que hace dos años
era imposible por Ciudadanos...
Sánchez
reconoció que se equivocó con el señor Rivera y dijo que había derivado
hacia la figura de José María Aznar. Está bien que haga ese
reconocimiento.
A toro pasado. ¿Cree que la decisión de 2016 de votar 'no' a Pedro Sánchez fue correcta o debería haber sido otra?
El PSOE y nosotros, junto con el apoyo de vascos y catalanes,
deberíamos haber llegado a un acuerdo en 2016. Era posible. Todos hemos
aprendido de aquella experiencia.
Los números, la aritmética, son las
que han sido. Junto con un movimiento que se está señalando poco pero
que ha sido clave para la moción, que es la iniciativa de Pablo
[Iglesias] de decir que estaba dispuesto a presentar una segunda moción
instrumental con Ciudadanos para ir a elecciones. Esto hace cambiar las
expectativas del PNV y contribuye a que la moción salga. (...)
Si Sánchez no les ha llamado siquiera para una mínima comunicación. ¿Es posible ese acuerdo estable?
Es necesario. Eso no implica que sea fácil. Implica aprender para los
dos. Es muy normal que cuando uno se sienta en la silla del poder se
acostumbre solo a conjugar la primera personal del singular. En España,
el cambio político va a ser por mucho tiempo en primera persona del
plural. En España no se puede rebobinar a los 90. (...)
Mencionaba antes los gobiernos
municipales y autonómicos. Usted va a ser el candidato de Podemos, de
momento de Podemos y probablemente con otras fuerzas, a la Comunidad de
Madrid. Para su campaña, ¿el cambio de Gobierno le viene bien?
Abre buenas perspectivas. Hay que saber aprovecharlas y jugarlas. El
Gobierno Sánchez supone un reto para quienes queremos transformar España
porque supone grandes oportunidades pero también dificultades. En esta
fase habrá que desarrollar una cintura política muy fina, muy atenta a
los matices, prudente, pragmática y con mirada larga pero con 'swing'.
De que lo logremos va a depender que esto sea una oportunidad.
Cada cambio es un golpe al relato de Rajoy de que España no tiene
arreglo y de que hay que resignarse. Por modesta que sea, cada
transformación indica un camino, abre una pequeña grieta. Instala una
idea que hoy en España tiene mucho calado transformador, casi
revolucionario, que es que las cosas se pueden ir cambiando. Que sí se
puede. Y el 'sí se puede' no en términos maximalistas, sino concretos,
tangibles e inmediatos.
Esa idea, que tras un cambio se pueda hacer el
siguiente, es el mejor caldo de cultivo para las ideas progresistas,
patrióticas, democráticas, populares. Inequívocamente. Si somos capaces
de llegar a acuerdos, respaldar y construir un bloque en esa dirección,
eso mejora nuestro país, que es para lo que estamos, y nos da mejores
perspectivas a todos. (...)" (Entrevista a Íñigo Errejón, eldiario.es, Aitor Rivero, 09/06/18)
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