25.6.18

La devastación de Grecia dicen que ha acabado: un tercio de los hogares dependen de las pensiones de los abuelos, rebajadas un 50%; el paro bajará al 12% en el 2040; 250.000 científicos, licenciados y profesionales han emigrado... a cambio de recibir 300.000 millones para devolver los créditos a los acreedores alemanes. No hay futuro. Y todo por salvar a la banca alemana y francesa ¿De verdad que vale la pena esta Europa, la alemana?

"(...) Nadie, en los días de vértigo del verano de 2015, cuando el primer ministro, Alexis Tsipras, convocó un referéndum sobre las condiciones impuestas por la troika para el tercer rescate —sensiblemente más duras que las de los dos anteriores—, podría haber imaginado que los rescates morirían de muerte natural, y no vía Grexit.

 Los 14 tijeretazos de pensiones en apenas ocho años establecen también una palmaria relación causa-efecto: si los rescates, y sus consiguientes recetas de austeridad, pretendían remediar fallos estructurales del Estado griego —la corrupción, el clientelismo que engordó hasta la elefantiasis la artrítica Administración, la falta de un catastro o el renqueante fisco—, sus consecuencias las están pagando muy caro —y seguirán haciéndolo— los griegos, sobre todo la clase media, yugulada por los ajustes. 

(...) el Parlamento griego aprobó la semana pasada la última lista de acciones demandadas por los acreedores para bendecir la definitiva revisión del rescate, a saber, 88 capítulos dispares que van de la liberalización del mercado laboral o el energético a las grandes privatizaciones pendientes. Y que, aun concluido el tercer rescate, seguirán saliendo del bolsillo de los griegos.

 Más de un tercio de los hogares ha dependido estos años para subsistir de una pensión contributiva; abuelos que deben mantener a sus hijos y sus nietos con ingresos que, en el 45% de los casos, no superan los 655 euros mensuales, por debajo del umbral de pobreza en la UE (en 2009, en esa franja sólo estaba el 20% de los jubilados); en total, una rebaja del 50% en seis años.

Desde 2010, los ingresos reales de los hogares han caído un 38,3%, según Eurostat, y eso no hay superávit primario positivo —otra imposición de la troika— que lo enjuague, por más que el conseguido desde 2017 haya superado las previsiones más optimistas. 

La bajada de la tasa de paro, que hoy ronda el 20%, se enfrenta a debilidades estructurales denunciadas en 2016 por el FMI: “Llevará tiempo que descienda, y lo hará gradualmente: el 18% en 2022, el 12% en 2040 y el 6% sólo en 2060. La contribución de la fuerza de trabajo al crecimiento será de únicamente el 0,3%”.

 Abortadas in extremis dos serias amenazas de Grexit, en 2011 y 2015, a la devastación socioeconómica se suma el impacto de la crisis de los refugiados, que en 2016, tras el cierre de la ruta balcánica, dejó varados en el país a más de 60.000 extranjeros. (...)

Revertir la fuga de cerebros

Una de las peores consecuencias de la crisis ha sido la descapitalización profesional y académica. Desde que empezó la crisis, unos 250.000 licenciados —según los datos que maneja el Centro Nacional de Documentación (EKT, en sus siglas griegas)— se han marchado al extranjero, con un pico de 200.000 en el tramo más agudo de la crisis, entre 2012 y 2013.

 “Hay profesores, científicos, profesionales [griegos] altamente cualificados en 140 países. Si en 2008 había 7.854 académicos griegos en universidades extranjeras, en 2015 eran 141.200”, explicaba en marzo en Atenas Evi Sajini, directora del EKT; “en España eran 286 en 2008 y 713 en 2017”. El pormenorizado mapeo que realiza el EKT ha permitido establecer contacto con muchos de los expatriados, con la intención de invertir la fuga de cerebros y recapitalizar talento muy necesario para la recuperación del país.

Según un estudio de ICAP People Solutions publicado esta semana, casi la mitad de los expatriados interrogados llevan más de tres años trabajando fuera. Un tercio de ellos no se plantea volver a Grecia de forma definitiva por dos razones: la falta de meritocracia y la corrupción."         (María Antonia Sánchez Vallejo, El País, 22/06/18)


 "(...) Los cantos de victoria todavía corren el riesgo de transformarse en cantos de sirena. 

Un vistazo a las cifras muestra un memorial de daños desastroso. Grecia ha perdido más de una cuarta parte de su PIB desde 2010. La inversión ha caído el 60%. El paro, que llegó al 27%, sigue por encima del 20%. La banca está en estado catatónico, con niveles de morosidad del 50%. 

La deuda pública en relación al PIB se halla entre las mayores del mundo y genera grandes dudas en los inversores y entre los organismos multilaterales. Y las cicatrices sociales siguen a flor de piel: los niveles de desigualdad y de pobreza se parecen más a los países en vías de desarrollo que a los del resto del continente. 

Después de los centenares de miles de millones gastados en supuestos rescates europeos —que en realidad no eran más que créditos subvencionados a cambio de draconianos recortes—, el Eurogrupo cerró anoche un alivio de la deuda mil y una veces prometido por los ministros, y mil y una veces pospuesto. (...)

Atada al mástil del dinero europeo a cambio de austeridad y reformas, Atenas volverá a navegar en solitario en agosto. Solo entonces se verá si de veras el momento es histórico, si empieza una nueva era. O si se cumple aquel adagio de Sánchez Ferlosio: “La nueva era, la vieja desventura”.       (Claudi Pérez, Álvaro Sánchez, El País, 22/06/18)


"(...)  un oscuro periodo en Europa. 

Ese en el que Bruselas impuso a las víctimas más débiles de la crisis una austeridad que, de rebote, originó la mayor oleada de desafección hacia la UE.

Grecia ha sido el símbolo de ese perverso fenómeno. Cierto que no estaba preparada para entrar en el euro, que falsificó sus estadísticas y que su ineficaz administración incluía una pésima y tramposa recaudación fiscal. Y cierto también que su economía, que ya creció al 1,4%, en 2017, subsiste gracias a la UE y a la moneda única. Pero el precio y la humillación han sido enormes. 
A cambio de recibir 300.000 millones —en parte para devolver dinero a los acreedores alemanes—, los prestamistas han impuesto a Atenas 11 paquetes de reformas, o sea, de recortes. Los últimos, a cuenta de los miles de millones finales que el Eurogrupo analizaba ayer en Luxemburgo, incluyen los enésimos tijeretazos en sanidad y pensiones. 

A estas alturas, nadie defiende eso que se llamó austericidio. Ni siquiera la canciller Merkel, la gran defensora de la perniciosa fórmula que disparó en Grecia el paro juvenil al 45%, hundió un 30% los salarios y redujo a la mitad el poder adquisitivo de los pensionistas.

Lo que ocurre estos días confirma de nuevo el error. Aunque bajo vigilancia para que cumpla las reformas aprobadas estos años, Atenas recuperará su libertad el 20 de agosto con una deuda que supera el 178% de su PIB. Nadie cree que pueda devolverla. Tampoco el Eurogrupo ni el FMI, que han estudiado fórmulas para que esa devolución empiece a materializarse quizás dentro de medio siglo. ¿No es esto solo una patada hacia adelante?

Lo que ha pasado en Grecia —y en menor grado en Portugal, España o Irlanda— demuestra también que la falta de solidaridad es la gran bomba de relojería contra el proyecto europeo. Con Atenas a merced de los mercados, Berlín planteó su expulsión del euro y provocó un brote de eurofobia sin precedentes. Pese al aviso, Europa tropieza hoy en la misma piedra de la insolidaridad, encarnada en la pésima gestión de los inmigrantes. 

Los europeístas debieran estar celebrando hoy la inmediata restauración de la soberanía griega (...)

No lo hacen porque esa falta de solidaridad cubre el horizonte de sombríos presagios. Ni siquiera los griegos parecen entusiasmarse. No están para muchos festejos. Los hombres de negro les han dejado con poco dinero y demasiadas deudas."          (Carlos Yárnoz, El País, 21/06/18)

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