"Preston, Worksop, Rochdale, Morecambe. Las banderas desplegadas el
martes por todo Moscú [por los seguidores en el Mundial de la selección
inglesa de fútbol] eran como un directorio geográfico de un trozo
especial de Inglaterra. No de Londres, Manchester, Liverpool, sino de
centros urbanos más pequeños.
Si se miran las filmaciones del único
triunfo en un Mundial en 1966, uno de los rasgos que llaman la atención
es que la bandera que hacían ondear los entusiastas seguidores era la
Unión Jack. Con el paso de las décadas se ha visto substituida por
banderas que llevan la cruz de San Jorge y una designación geográfica,
con frecuencia de partes del país que quedan muy lejos – tanto física
como culturalmente – de la capital.
En términos deportivos, esto
no significa gran cosa. Políticamente, sin embargo, resulta fascinante,
pues las ciudades, más pequeñas, menos de moda, de Gran Bretaña van a
ser cruciales para decidir quién gane las próximas elecciones generales.
Jeremy Corbyn no puede ganar a menos que venza en esa clase de lugares
representados en Moscú. Y estas son precisamente las partes de
Inglaterra en las que al laborismo le está yendo mal. (...)
Dicho con sencillez, el laborismo debería ir calles por delante en las
encuestas de opinión, y ese sería el caso si la única gente que pudiera
votar fuesen los licenciados jóvenes que viven en ciudades
universitarias y grandes urbes.
Pero el laborismo necesita una coalición
más amplia para ganar las elecciones y está siendo progresivamente
abandonado por una parte de la coalición que ha conseguido
históricamente mayorías parlamentarias: los votantes de clase
trabajadora que viven en las partes menos lustrosas del país.
Esto no ha
sucedido de la noche a la mañana. Ha habido señales de alejamiento del
laborismo entre los votantes de clase trabajadora desde mediados de la
última década, pero la gravedad del problema sólo se volvió
verdaderamente evidente en las elecciones de 2017, cuando la sólida
ejecutoria de Corbyn se vio arruinada por la pérdida de escaños en
lugares que antaño habrían sido considerados sólidos como una roca:
Middlesbrough, Stoke-on-Trent, Mansfield.
Tal como mostraba un informe del grupo de expertos de Policy Network, no
se trata simplemente de una cuestión de pobreza. Con Corbyn al
laborismo le ha ido bien entre las rentas más bajas y en las partes más
desfavorecidas del país, que tienden a tener su asiento en barrios
pobres del centro de las ciudades. Le ha ido bastante menos bien en las
zonas que sufren de carencias y en las que a la vez ha sido más
pronunciado el declive económico.
“La foruna del laborismo ha decaído
más en las zonas – de forma típica, en ciudades post-industriales – que
no han experimentado recuperación desde el desplome de 2008, y que en
algunos casos nunca se han recuperado verdaderamente desde el declive de
los años 70 y 80, sin lograr proporcionar nuevas oportunidades
laborales y empleos de calidad.
Donde más ha mejorado es en los centros
pobres de las ciudades que, pese a mostrar elevados niveles de pobreza,
privación y desigualdad, están de remontada y vinculados a la economía
global”.
El control laborista sobre las grandes ciudades fuera de Escocia
significa que para las siguientes elecciones tiene que buscar dónde
ganar en otro lado. De los cien principales escaños que figuran como
objetivo de Corbyn, 63 están en Inglaterra, y de ellos 49 son distritos
electorales de “ciudad” en los que el reciente desempeño – tanto en las
elecciones generales de 2017 como en las elecciones municipales de 2018
– ha sido malo.
Combatir esta tendencia política no va a ser fácil, y
es algo que solamente puede empezar a hacerse una vez que el laborismo
acepte que no puede ganar si los votantes blancos de clase trabajadora
desertan del Partido. Algunos diputados laboristas – sobre todo los que
representan escaños del norte – han entendido esto.
En un reciente
folleto suyo, Rachel Reeves, diputada por Leeds Oeste, afirma que los
partidarios de permanecer en la UE (de lo que ella forma parte) tienen
que comprender que un tercio de los votantes laboristas que respaldaron
el Brexit lo hicieron como “expresión de una profunda ira por la forma
en que la clase gobernante les había ignorado y había menospreciado sus
inquietudes acerca de su cultura e identidad nacionales”.
En esto
da en el blanco. El ala próspera, liberal, de clase media de los
laboristas tiende a encontrar inquietantes las manifestaciones de
patriotismo durante el Mundial, y hasta una pizca repelentes.
Como
buenos ciudadanos globales y ardientes opositores del nacionalismo,
jamás soñarían con andar por ahí con la bandera inglesa en el coche o
cubriendo la ventana del dormitorio. Aprecian otros países, pero no el
suyo. (...)
Corbyn tiene también una agenda radical, pero no tendrá oportunidad
de llevarla a la práctica mientras los votantes de circunscripciones
disputadas se sientan despreciados por amar a su país.
Con eso se genera
simplemente desconfianza, y se fomenta la creencia de que el ala de
clase media y cuello blanco del laborismo está más interesada en
reformar modos de vida que desaprueba que en reformar el capitalismo.
Decirle a alguien con empleo inseguro y mal pagado en una ciudad
desahuciada por la globalización que la respuesta sus problemas consiste
en una tasa al azúcar, en clases obligatorias sobre paternidad y en
beber menos tiene sus limitaciones como estrategia para ganar votos.
Resulta
bastante notable, considerando el papel desempeñado por el thatcherismo
al cerrar minas y fábricas de las Midlands y del norte, que May esté
ganando apoyos en ciudades tales como Mansfield. Eso refleja, sin
embargo, el hecho de que la desindustrialización continuó con el
laborismo entre 1997 y 2010.
Refleja asimismo una sensación de abandono
por parte de muchos votantes de antaño en aquellas partes de Gran
Bretaña que están en aprietos. La misión histórica del laborismo
consistía en utilizar el poder del Estado para dar poder a la población
trabajadora, no en utilizar el poder del Estado para controlar sus
vidas. Haría bien el Partido en recordarlo antes de perder millones de
votos para siempre."
(Larry Elliott
, columnista del diario británico The Guardian, fuente: The Guardian, 4 de julio de 2018, en Sin Permiso, 07/07/18)
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