"La crisis es cierta pero no se sabe cuándo estallará. Una de las
cuestiones esenciales que surgirán en caso de un colapso financiero es
la de si los Estados estarán en posición de limitar las consecuencias. (...)
La sobreproducción es evidente en la
industria del hierro y el acero y el crecimiento del mercado automotriz
mundial será casi nulo en 2019.
Aunque las tasas de beneficio no muestran una
tendencia visible a caer en picado, no parecen haber regresado a su
nivel de 2007.
Sin embargo, los salarios se están estancando (a
excepción de las categorías más altas y en sectores concretos) en las
economías desarrolladas, incluidas aquellas que tienen bajas tasas de
desempleo como Alemania y Estados Unidos -en este último país hay un
problema de apreciación del desempleo real: (...)
Los beneficios realizados por las empresas se
han utilizado ampliamente para operaciones de fusión, recompra de
acciones y distribuciones de dividendos o se mantienen en inversiones
líquidas, mientras que la inversión privada sigue siendo limitada. La
inversión pública está limitada por las políticas de austeridad.
El
capitalismo está más financiarizado que nunca. Los activos financieros
continúan creciendo después del shock de 2007-2009. La capitalización
bursátil mundial (valor al precio de mercado de valores de todas las
acciones en circulación de las empresas que cotizan en bolsa) alcanzó un
nivel récord en 2017.
Disminuyó un 15% en 2018, lo que refleja tanto la
inquietud de los analistas por el nivel de los precios desconectados
del desempeño real de las empresas, así como por las incertidumbres
derivadas del clima internacional. En estos momentos, cabe señalar que
las mayores capitalizaciones de mercado son las GAFA [acrónimo de las
cuatro empresas tecnológicas Google, Amazon, Facebook y Apple, ndt] y no
las empresas industriales. (...)
Por otra parte, el endeudamiento de los gobiernos y especialmente de las
sociedades no financieras (las empresas) ha comenzado a aumentar de
nuevo. Las obligaciones globales emitidas por las sociedades no
financieras alcanzaron un récord cercano a los 13 billones de dólares
USA a finales de 2018, que, según la OCDE, representa el doble de su
importe pendiente en términos reales antes de la crisis financiera de
2008.
Según la OCDE, también existe un deterioro en la calidad de los
bonos (títulos de deuda) emitidos por las empresas, lo que podría
conducir, en caso de una recesión económica, a un aumento en el número
de los reembolsos impagados. (...)
Según el Banco de Pagos Internacionales, desde 2008 está teniendo lugar
una proliferación de compañías zombis que sobreviven solo mediante el
endeudamiento y aprovechándose de las bajas tasas de interés: la
proporción de empresas zombi sería del 6% de media en los 14 principales
países desarrollados. (...)
Para colmo, hay un retorno, con nuevas
formas, de los activos estructurados que desencadenaron la crisis
financiera de 2007-2008, es decir, de instrumentos que agrupan a títulos
que tienen como contrapartida operaciones de calidades variables y, por
lo tanto, con un alto riesgo potencial para quienes las compran (debido
a sus altos rendimientos).
El mundo entero se encuentra ahora bajo la
influencia del capital: ya no hay nuevos territorios cuya apertura
aumentaría significativamente la tasa media de beneficio (lo que no
significa que algunas industrias no van a continuar buscando salarios lo
más bajos posible, como los fabricantes de textiles que deslocalizan a
Etiopía).
Hoy en día, una nueva ola larga y expansiva involucraría
nuevas tecnologías que por sus características requieren de altos
niveles de inversión, capaces de generar aumentos de la productividad y
creadoras de empleos y mercados a gran escala. No es probable que los
vehículos eléctricos y autónomos conduzcan a tal proceso a pesar de
todos los trastornos que causarán en el sector automotriz (productores y
fabricantes de equipos) y, más allá (...)
Frente a esta situación, varios analistas tienden a señalar que si se
produjera una nueva crisis financiera, los Estados tendrían menos
recursos que en 2009 para hacer frente: las deudas públicas ya son
elevadas (lo que prohibiría profundizar los déficits presupuestarios) y
los tipos del banco central no podrían seguir cayendo, excepto
marginalmente (...)
Se discute esta hipótesis de impotencia de
los Estados (desarrollada por varios economistas, incluido Nouriel
Roubini, quien anuncia la próxima crisis para 2020) 5/: si una crisis
pusiera en grave peligro la estabilidad económica, se puede pensar al
contrario que los Estados y los bancos centrales no dudarían en
liberarse de esas restricciones, incluso disgustando a los más liberales
e imponiendo a algunos operadores financieros soluciones completamente
heterodoxas y momentáneamente desagradables.
Además, tanto el Banco
Central Europeo como la Reserva Federal de EE UU están en alerta y
listos para regresar a tipos de interés más bajos y recompras de
valores. En cuanto a China, desde principios de año ha anunciado varias
medidas para apoyar a la economía.
Pero surge otra pregunta: ¿existe aún un
piloto a nivel mundial para impulsar acciones coordinadas? El economista
estadounidense Charles Kindleberger proporcionó hace unas décadas 6/ un
interesante análisis de por qué la crisis de 1929 fue tan larga y
profunda: para él, ello se debió a las dudas de los Estados Unidos para
tomar la iniciativa en la economía mundial cuando, después de la Primera
Guerra Mundial, Gran Bretaña ya no podía asumir ese papel.
Para
Kindleberger, la economía mundial capitalista necesita un estabilizador,
un Estado pivote. A raíz de Kindleberger, otros economistas han
definido las características que debería tener ese Estado: capacidad de
crear estándares internacionales y hacerlos cumplir, voluntad de
hacerlo, un predominio en los campos económicos, tecnológicos y
militares.
Estados Unidos ha desempeñado un papel
semejante desde la Segunda Guerra Mundial (y lo aprovecharon). Sin lugar
a dudas, hoy se encuentra en retroceso relativo, aunque conserva el
primer lugar. Trump está haciendo todos los esfuerzos para defender el
Estado y los intereses del capitalismo estadounidense, tanto económicos
como políticos y militares. (...)
Los estadounidenses conservan el poder de
definir ciertas reglas mediante, entre otras cosas, el papel del dólar,
que les permitió imponer una ruptura de las relaciones con Irán, incluso
a empresas estatales que pensaban que el acuerdo nuclear no fue
violado. Por otro lado, no logran responder al proyecto chino de una
nueva ruta de la Seda y no es seguro que tengan éxito en su ofensiva
para bloquear la expansión de Huawei en todo el mundo.
Por lo tanto, no es seguro que, en caso de
nuevas turbulencias financieras, Estados Unidos tengan la posibilidad y
la voluntad de reunir a los otros Estados capitalistas bajo su
liderazgo, incluso aunque no obstaculicen las tentativas de cooperación
para cubrir las brechas… Ello podría ser (como fue el caso en 1929, y
sin querer asimilar las dos situaciones) un factor importante de
profundización de la crisis." (Henri Wilno, A l'encontre , en Jaque al neoliberalismo, 22/07/19)
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