4.12.19

Las grandes empresas no han hecho prácticamente nada por cambiar el modelo productivo de nuestro país... Eso sí, los consejos de administración de las mismas han sido raudos y veloces a la hora de atribuirse mayores remuneraciones...

"(...) has comentado que en el actual marco neoliberal se ha generado una clase rentista que va más allá de la teoría laboral del valor de Marx (y su formulación de la apropiación del plusvalor): han conformado un sistema de extracción de rentas sobre todos los que producen (trabajadores, emprendedores) a través de todos los espacios imaginables (suelo, radioeléctrico, medioambiente, etc…). ¿Cómo afecta la configuración del modelo productivo español al factor trabajo?

Influye y mucho. Déjeme explicarlo. El modelo productivo patrio se sustenta en actividades intensivas en mano de obra –turismo, burbujas, pelotazos, servicios de bajo valor añadido…-.

El Ibex 35 genera muy poco valor añadido. Pero además, sorprendentemente, convive con un sector manufacturero patrio exportador extraordinario –nuestras exportaciones no dejan de crecer desde 1994- que, ante la inacción de nuestros gobiernos, empieza a ser asaltado por capital foráneo.

Como consecuencia, las decisiones de inversión, de plantilla y de salarios se empiezan a fijar allende nuestras fronteras.

Por lo tanto claro que afecta al factor trabajo y mucho. O son actividades de bajo valor añadido, o somos meros ensambladores, y en aquello que realmente somos muy competitivos, empieza el capital extranjero a controlarlo y las decisiones se fijan fuera. Hay otro factor muy preocupante de fondo: en nuestro país el sector privado ha sido siempre incapaz de generar empleo suficiente, mientras las autoridades económicas abandonaron el uso de la política industrial activa.

Como señala la economista Mariana Mazzucato en su libro The Entrepreneural State Debunking Public Vs Public Sector Myths, detrás del desarrollo de Internet, biotecnología o el shale gas está el Estado que ha sido la pieza clave en todos los procesos de crecimiento dirigidos por innovación. Y aquí sin política industrial activa.

Pongamos un ejemplo de contradicción, los consejos y propuestas del Consejo Empresarial para la Competitividad (CEC). Resulta atrevido que las mismas grandes empresas que han destruido masivamente empleo en los últimos quince años se permitan el lujo de recomendarnos como se puede generar puestos de trabajo en nuestro país.

Pero más hilarante todavía son las recomendaciones propuestas. Bien sea por desconocimiento de la realidad, o bien por la defensa de una serie de intereses espurios, su diagnóstico sobre la situación actual de la economía española, así como las recetas necesarias para salir de la misma, son tremendamente deficientes sino falsas.

La mayoría de las empresas que forman parte del CEC se han internacionalizado, pero no producen bienes exportables, simplemente realizan actividades en los países donde invierten. Esas inversiones se hicieron a precios excesivos, compraron muy caro. Como consecuencia, su retorno financiero es muy bajo, apenas del 2%. Pero además aquellas empresas que sí tienen que ver con la producción de bienes exportables la han externalizado.

Si profundizamos en el comportamiento de estas empresas, veremos que no han hecho prácticamente nada por cambiar el modelo productivo de nuestro país. Su actividad investigadora es nula, debido en parte a que se trata de grandes oligopolios, sino monopolios. Sólo nueve empresas españolas figuran entre las mil primeras inversoras mundiales en investigación y desarrollo.

Eso sí, los consejos de administración de las mismas han sido raudos y veloces a la hora de atribuirse mayores remuneraciones. A finales de 2013, la retribución media de un consejero de una empresa Ibex era de 496.000 euros, frente a los 449.000 euros que percibían antes de que la crisis comenzara a mostrar sus primeros efectos.

Pero además, los principales órganos de administración de las grandes compañías han seguido el camino opuesto al de las plantillas, no sólo en cuanto a los salarios, sino también en cuanto al número de personas que los componen. Desde 2007, los consejos de administración de las grandes empresas cuentan con una treintena de miembros más, un incremento del 7% en relación con el dato de 2007.

Y con estos mimbres pretenden dar lecciones sobre cómo resolver y hacer frente al drama del desempleo y de la pobreza en nuestro país. Digámoslo suavemente, son muy atrevidos. Algunas de las ideas propuestas ni las practican ni las practicarán, como aumentar por ejemplo el gasto en I+D.

Otras, son un brindis al Sol, como incrementar el tamaño de las empresas y su capacidad para exportar, prueba de que realmente desconocen qué factores idiosincráticos y macroeconómicos determinan tanto la probabilidad de exportar de las empresas manufactureras patrias como la intensidad en las exportaciones.

En realidad, muchos de los sectores representados en el CEC no están abiertos a la competencia, de manera que el ajuste lo están pagando tanto sus empleados, con salarios menores, como sus clientes, con precios mayores.

Predominan antiguos monopolios naturales, básicamente empresas eléctricas, petroleras, y del sector de telecomunicaciones. Junto a ellos, el sector inmobiliario, ligado al BOE, y el bancario, que ni está ni se le espera.

Pero es sin duda en las recetas ideológicas donde definitivamente se acaban quitando la careta. Resulta que en un contexto donde la inversión productiva privada está prácticamente estancada, a pesar de la reducción del coste financiero y laboral, el Estado debe seguir reduciendo el gasto público.

Siguen falseando la realidad. Los males que afligen a la economía española no son consecuencia de la ineficiencia de un sector público sobredimensionado, que exige según ellos continuos ajustes presupuestarios; ni de una baja productividad del factor trabajo, que debe compensarse, siguiendo sus recetas, vía salarios más bajos. (...)" (Entrevista a Juan Laborda, Nicolás Filgueiras González. A Xanela, 29/11/19)

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