"(...) La presente crisis no es un paréntesis, sino el punto de partida para una redistribución del poder económico global.
Los planes europeos para la recuperación van a alterar sustancialmente el mercado interno de la UE, potenciarán a algunos países y a sus empresas, y supondrán un problema para otros. Por ejemplo,
la cantidad de dinero que lleva invertida Alemania en su economía, más
de un billón de euros, otorgará a sus firmas un recorrido mucho mayor
que las que tendrán las españolas, y eso contando con que los puntos de
partida eran ya desiguales.
El desarrollo estadounidense y el ascenso
chino conducirán a que esas dos grandes potencias cuenten con el dinero y los instrumentos
necesarios para crecer ampliamente en el extranjero, ya sea a través de
la tecnología, de la compra de infraestructuras o de la entrada en el
accionario de diferentes empresas.
No es una buena noticia para las compañías españolas,
que son, dada su previsible debilidad, un objetivo de adquisición.
Algunos de esos movimientos los estamos viendo ya, y están construyendo
un escenario que coloca en una posición difícil no sólo a los ciudadanos
de los países que no logren salir bien de la recesión, también a sus élites.
Por eso conviene ser cuidadosos con la lectura de la situación. Sería fácil reducirla al ámbito español y entender que es una reedición de las peleas territoriales,
de Madrid contra el resto de España o del nacionalismo centralista
contra los periféricos. También sería sencillo entender que hay una
posición de repliegue por parte de las derechas nacionales que es
combatida mediante la alianza entre las derechas periféricas y las
izquierdas. Pero lo que está en juego va mucho más allá de eso.
Este es el momento en el que empieza a decidirse el futuro. Se está
insertando dinero en nuestra economía por parte del Gobierno, y sería el
instante en que habría que poner las bases para saber dónde queremos ir. De momento, parece que la mayor parte de los sectores están buscando únicamente un reparto que les sea favorable, y captar fondos que les solucionen el mal momento, pero sin tocar nada estructural.
Esta es una opción,
la que prefiere coger el dinero, seguir adelante, y después cuadrar las
cuentas públicas mediante más esfuerzos de la sociedad española y sin
modificar demasiado los instrumentos impositivos; dado que esta es una
crisis sobrevenida, se tiene la esperanza de que en un par de años como
mucho habremos levantado cabeza y todo estará olvidado. Hay otra opción,
la de utilizar el dinero para ahondar en la digitalización, poner en
marcha estructuras de aprendizaje más sólidas y girar hacia las
renovables.
Ambas opciones tienen un lado bastante negativo,
porque suponen la repetición del momento Gorbachov: se recibe una
estructura que conduce hacia el declive y, en lugar de reorientarla, se
opta por potenciarla. El final del camino, como sabemos, es que las
partes rompan el todo, y mucho de eso lo estamos viendo ya. El poder político español está muy dividido,
con facciones que parecen difícilmente reconciliables y que defienden
intereses opuestos, y sin una aparente posibilidad de recomposición.
La estructura territorial de España
muestra muchas debilidades, con la tensión entre el centro y las
periferias, y con las diferencias grandes entre Madrid, Barcelona, País
Vasco y la España vacía. Tampoco desde el punto de vista social existen
grandes coincidencias, con la desigualdad aumentando, con posiciones
culturales muy enfrentadas y sin movimientos desde la sociedad que
permitan empujar en otra dirección: si las fuerzas sociales construyen el mundo, hoy parecen estar bastante dormidas, salvo para ratificar la división.
5. Las lecciones
Las opciones que se están eligiendo para salir de la pandemia ahondan más en esas brechas, como
si todo esto no fuera más que un paréntesis que pasará y que nos
permitirá llevar la misma vida que antes. Económicamente, desde luego,
no será así.
Y las empresas españolas de mayores dimensiones lo
notarán sustancialmente. En un entorno de competencia global, nuestras
firmas tienen mal futuro: muchas de ellas irán perdiendo cada vez más
partes de su negocio, en general a manos de las tecnológicas, o verán
cómo los fondos aumentan su peso, o serán directamente adquiridas.
Las pymes, a su vez, tendrán muchas más dificultades para subsistir o desarrollarse, y los trabajadores sufrirán,
ya que el presente modelo apunta hacia la competencia vía devaluación
salarial. Y todo eso nos llevará a entornos políticos, sociales y
económicos todavía más divididos, que harán aún más difícil gobernar nuestro país de forma provechosa.
Sin
embargo, podemos aprender también de las lecciones que estos ejemplos
nos ofrecen y entender algo muy básico, pero que debe repetirse en este
instante. Especialmente en entornos y países perdedores, y el nuestro lo
es, la única capacidad de salida es común. Existe una ligazón
clara entre un nivel de vida más elevado de la población, mayor consenso
social y mayor fortaleza de las élites para competir con el exterior, como sabemos desde Maquiavelo.
Esto es lo que venía a subrayar la experiencia del País Vasco, el
territorio que no quiso depender del turismo, y es algo que no hemos
terminado de asimilar: cada cual hace la guerra por su cuenta, dando por
supuesto que en solitario se llega mejor a la meta.
La negativa del ámbito económico a reconsiderar la situación,
empezando por los empresarios españoles, a tenor de lo visto en las
jornadas de la CEOE, y su insistencia en abrir todo pronto, coger el
mayor número de ayudas y préstamos y luego solicitar ajustes, es una
buena prueba de nuestras debilidades.
El camino de salida en otros momentos de la historia fue en sentido contrario. A veces se realizó a través de la acción estatal
directa, como en el New Deal o tras la II Guerra Mundial; en otras
ocasiones, mediante una iniciativa privada que movilizó capital
destinado a la economía real, la que crea y potencia empresas y trabajo.
Dicho de otro modo, se priorizó en gran medida lo productivo sobre lo
financiero, se optó por favorecer economías internas sólidas gracias al
desarrollo de pymes, al refuerzo del poder adquisitivo de autónomos y
trabajadores, a la vinculación de las firmas con el territorio, a la
negativa a trabajar a corto plazo, y a poner gente al frente de las
empresas que de verdad se juegue algo.
En lugar de eso, estamos ayudando
a firmas de grandes dimensiones, con accionistas enfrentados, que sólo
buscan la rentabilidad rápida y que carecen de vínculos reales: hoy
están aquí, mañana en Singapur. Si sumamos todos estos factores, es difícil encontrar una repetición más precisa del momento Gorbachov." (Esteban Hernández, El Confidencial, 20/06/20)
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