"En una reciente reunión virtual del Foro Económico Mundial (FEM), el
envejecido heredero de la monarquía británica, Príncipe Carlos, dialogó
con la directora del FMI, Kristalina Georgieva. (...)
Carlos pidió un reinicio de la economía mundial cuando la pandemia de COVID pierda virulencia.
Creo que esta es la primera vez que estoy de acuerdo con un miembro de una ‘familia real’ en algo. (...)
Carlos concuerda con el análisis de Marx y
Engels de hace más de 150 años de que, con el desarrollo del modo de
producción capitalista, se ha abierto una «brecha metabólica» entre los
seres humanos y la naturaleza.
La búsqueda de beneficios bajo el
capitalismo ha extendido la industrialización y la urbanización
descontroladas a nivel mundial. La productividad del trabajo se ha
disparado junto con la población mundial, pero sin tener en cuenta el
medio ambiente, la naturaleza y, en particular, las especies de vida
silvestre, ya sea flora o fauna. La agricultura localizada ha sido
reemplazada por la agricultura industrial globalizada. Los bosques han
sido talados y diezmados y la búsqueda de minerales y combustibles
fósiles para la economía mundial.
Esto ha llevado a los seres humanos a
áreas antes remotas y cerca de patógenos que han estado en la vida
silvestre durante miles de años. Estos patógenos ahora han saltado a los
animales de granjas industriales y a los mercados de alimentos,
contangiando a humanos que no tienen inmunidad. COVID-19 es solo uno de
estos nuevos patógenos, ya que «la naturaleza contraataca».
Carlos quiere que los líderes que deciden
las estrategias de la economía capitalista global reconozcan esta
‘brecha’ y encuentren formas para recuperar la armonía de la humanidad
con la naturaleza en una ‘senda sostenible’. Pero ignoró la cuestión de
si es posible bajo un modo de producción con fines de lucro y
acumulación de capital sin límites. (...)
La reciente película, Planet of the Humans, de
Jeff Gibbs y Michael Moore, ha sido condenada rotundamente por sus
imprecisiones y su implícito enfoque maltusiano de que el problema es
que hay «demasiada gente». Pero lo que la película hace bien es mostrar
que el «capitalismo verde», es decir, confiar en la industria de los
combustibles fósiles y otras compañías capitalistas para desarrollar
tecnologías que salven al planeta, es una farsa, un enorme espejismo. La
industria de los combustibles fósiles es el principal generador de
emisiones de gases de efecto invernadero y, de hecho, los ejércitos a
nivel mundial son los principales usuarios. Carlos no ofreció
soluciones.
El capitalismo hará poco o nada para salvar
al planeta del desastre climático o recuperar la armonía de la
humanidad con la naturaleza. Eso requiere una planificación global y el
control público de la producción de energía y alimentos. Mariana
Mazzucato, la famosa ‘economista más aterradora del mundo’, ha señalado
que “Dada la naturaleza global de la economía, sin un plan de
recuperación verdaderamente global, reiniciar la economía mundial sobre
una base sostenible no será posible. Necesitamos políticas que
no solo sean reactivas sino también estratégicas, que nos acerquen a un
New Deal Verde global liderado por las inversiones. Los audaces planes para crear ciudades y regiones neutras en carbono podrían fomentar la creatividad y la innovación”. (...)
Mazzucato argumenta que deberíamos «recordar
2020 como el año en que redescubrimos la necesidad de sistemas de salud
globales fuertes y el mundo evitó una nueva depresión con un New Deal
verde y una recuperación dirigida por la inversión». Desafortunadamente,
Mazzucato, después de haber promovido la necesidad de que el estado
tome la iniciativa y no lo deje todo al mercado, ofrece una solución
basada en «partenariados» con el sector capitalista. Pero cualquier New
Deal verde basado en un partenariado con la industria de combustibles
fósiles fracasará.
Establecer un sistema de salud sólido que
evite que la humanidad muera de futuras pandemias y proteja a los
infectados, formando partenariados con grandes compañías farmacéuticas
con fines de lucro y subcontratando servicios y suministros médicos a
contratistas privados, ya ha demostrado ser un fracaso en esta pandemia.
Tomese el ejemplo de las grandes
farmacéuticas. Hace varios años, la Comisión Europea decidió establecer
un organismo de partenariado, IMI, compuesto por funcionarios de la
Comisión y representantes de la Federación Europea de Industrias
Farmacéuticas (EFPIA), cuyos miembros incluyen algunas de las firmas más
importantes del sector, entre ellas GlaxoSmithKline , Novartis, Pfizer,
Lilly y Johnson & Johnson.
El IMI tenía un presupuesto de 5 mil
millones de euros, la mitad dinero público y la mitad de las compañías
farmacéuticas. Pero las compañías farmacéuticas controlaron esos
proyectos de investigación. Rechazaron un plan de la UE para acelerar el
desarrollo de vacunas para prevenir la pandemia. Decidieron no
financiar proyectos con la Coalition for Epidemic Preparedness
Innovations, una fundación que tiene como objetivo buscar tratamientos
para las llamadas enfermedades prioritarias del plan, como Mers y Sars,
ambos coronavirus.
En cambio, el IMI desarrollo proyectos que
generaron beneficios para las empresas, no satisfacer las necesidades
sociales. Como concluyó un informe, en lugar de «compensar los fallos
del mercado» acelerando el desarrollo de medicamentos innovadores, de
acuerdo con su mandato, el funcionamiento del IMI ha “priorizado los objetivos mercantiles habituales». Para eso sirvió el partenariado público-privado.
Las 20 compañías farmacéuticas más grandes
del mundo iniciaron alrededor de 400 nuevos proyectos de investigación
este último año, según Bloomberg Intelligence. Alrededor de la mitad se
centró en el tratamiento del cáncer, en comparación con 65 orientados a
las enfermedades infecciosas.
Simplemente no es rentable encontrar
medicamentos para tratar enfermedades que afectan a la población en
general, particularmente en los países pobres. Pero no se preocupe, la
UE ahora planea gastar más miles de millones en acuerdos de compra por
adelantado de posibles medicamentos y vacunas para combatir COVID-19 con
las compañías farmacéuticas. Los contribuyentes pagarán todavía más
dinero a las compañías para que tengan beneficios.
Sin embargo, lo que ha demostrado la
pandemia es que el mercado y la inversión con fines de lucro no pueden
ofrecer un sistema de salud global efectivo. Lo que se necesita en
cualquier reinicio es la propiedad pública de las principales compañías
farmacéuticas y una mayor inversión pública en servicios de salud de
propiedad pública.
En respuesta al Príncipe Carlos, la directora del FMI, Georgieva, escribió algunas ideas para «promover una recuperación más inclusiva». (...)
Sí, dice Georgieva, necesitamos «aumentar la inversión pública en atención médica para proteger a los más vulnerables y minimizar los riesgos de futuras epidemias. (...)
Georgieva dice que necesitamos «más inversión en educación , no
solo gastando más en escuelas y capacidad de aprendizaje a distancia,
sino también mejorando la calidad de la educación y el acceso al
aprendizaje permanente y la recapacitación». Pero, ¿cómo se logra
eso sin aumentos masivos del gasto público y el fin de los subsidios a
la educación privada para los ricos?
Georgieva dice que necesitamos «aprovechar el poder de la tecnología financiera» para
que llegue a todos. Se refiere a la banca principalmente. Pero la
tecnología también se puede aplicar para garantizar que todos tengan
acceso gratuito a Internet en el punto de uso. ¿Cómo se logra eso, sin
la propiedad pública de las principales compañías de telecomunicaciones y
redes sociales, así como de los propios bancos?
La directora del FMI habla de coordinación
mundial para reiniciar la economía. Pero esa coordinación ha sido
lamentablemente inexistente a la hora de hacer frente a la
pandemia. Porque depende de gobiernos nacionales vinculados a los
intereses de sus propios sectores capitalistas y porque la coordinación
ha dependido del mercado, no de la satisfacción de las necesidades
social.
El gran capital se prepara para «volver a
la normalidad», aumentando la rentabilidad del capital mediante
despidos, bajando los salarios e introduciendo robots y la
automatización para reemplazar el trabajo vivo. Pero no se puede
reiniciar la economía mundial «volviendo a la normalidad», es decir, con
el beneficio privado como motor de la inversión, la producción, el
empleo, la salud y la protección del planeta.
¿Qué implicaría un reinicio de la economía basado en la satisfacción de las necesidades sociales? Algunas sugerencias.
¿Qué implicaría un reinicio de la economía basado en la satisfacción de las necesidades sociales? Algunas sugerencias.
Necesitamos un plan global para el pleno
empleo, con empleos para todos con un salario digno. Las pensiones y
prestaciones para aquellos que no pueden trabajar deben aumentarse hasta
suponer al menos dos tercios del salario medio.
Necesitamos una inversión pública
sustancial en infraestructura y servicios públicos como salud,
educación, vivienda y comunicaciones. Tal reorientación de la inversión
pronto podría hacer que gran parte de estos servicios fuesen gratuitos
en el punto de uso a nivel mundial.
Y debe ser una inversión en armonía con la
naturaleza y el planeta. La industria de los combustibles fósiles debe
ser eliminada, al igual que el tabaco y los ejércitos. Existe la
tecnología necesaria para ello, lo que falta es que el poder económico y
político este en manos de instituciones democráticas en lugar del gran
capital y sus representantes, que parlotean sobre la ‘inclusión’ y el
‘crecimiento sostenible’.
Sí, debemos cancelar las deudas de los
países más pobres explotados por las multinacionales de los países
imperialistas. Sí, debemos terminar con los paraísos fiscales para los
ricos y poderosos. Sí, debemos reintroducir una tributación progresiva
adecuada (una de las primeras exigencias del Manifiesto Comunista en 1848) para reducir la desigualdad.
Pero nada de esto será posible sin la
propiedad pública de las principales instituciones financieras y de las
multinacionales para que el mundo pueda planificar mediante
organizaciones democráticas para satisfacer las necesidades sociales, no
para el beneficio de los pocos propietarios del capital.
Eso es lo que debería significar “reiniciar la economía”. (Michael Roberts, El Viejo Topo, 29/09/20)
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