19.1.21

La incapacidad de los Estados para la vacunación es un síntoma de un gran cambio... el Estado está a por otras. No es ya una función del Estado tal y como quedó en 2020. La función del nuevo Estado es, simplemente, comprar vacunas. En general, comprar...

 "(...) En el momento en el que escribo estas líneas, el Estado que más ha vacunado en la UE es Dinamarca, con un 5% de la población chutada. Viendo el top-one se podría hablar, por lo tanto, de fiasco. 

Pero tanto fiasco en el continente habla, más que de fiasco, de normalidad. Una nueva normalidad, por ponerle nombre artístico. Los Estados carecen de inteligencia para vacunar, por lo mismo que carecieron de inteligencia para casi todo en 2020, el año en el que accedimos a la puesta de largo de una nueva inteligencia del Estado, larvada durante años. 

El Estado próximo a la UE con mayor índice de vacunación es, como su nombre indica, de Oriente Próximo. Israel va por el 12% de su población. Pero, en lo que es una metáfora de la nueva inteligencia del Estado, Israel no ha vacunado a los territorios ocupados. Es decir, ha creado bolsas de contagio futuro, topos donde animar al virus a que mute y vuelva a por más. 

Lo que explica las vacunas. Suplen la inteligencia –en este contexto, la planificación propia de una sanidad pública–, esa cosa insustituible. Se presentan como una solución milagrosa donde no ha existido la posibilidad –la inteligencia, vamos– para las soluciones cotidianas. Metáfora de todo ello: en los USA se ha optado por vacunaciones masivas en Disneyland. 

El país de la fantasía. Una suerte de Lourdes. Un donde-los-milagros. No los hay: no hay capacidad para vacunar con celeridad. No la hay porque ya no es posible/el Estado está a por otras. No es ya una función del Estado tal y como quedó en 2020. La función del nuevo Estado es, simplemente, comprar vacunas. En general, comprar. (...)"          (Guillem Martínez, CTXT, 18/01/21)

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