"Quizá la palabra que mejor define al universo de la izquierda española en este inicio de 2021 es astenia: falta o decaimiento de fuerzas caracterizado por apatía, fatiga o ausencia de iniciativa.
Hablamos de Unidas Podemos, pero sobre todo de la izquierda social: votantes, simpatizantes, intelectuales y opinadores que, dependiendo de un cierto ambiente narrativo, han pasado del entusiasmo a un estado letárgico en meses, cuando no a un desencanto tan acelerado como hostil. ¿Esto es justo? En cuestiones del corazón, que es de lo que trata el desencanto, siempre es difícil apelar a la ecuanimidad. (...)
Se puede cuestionar, claro, que este Gobierno de coalición sea una victoria, no que fue el resultado de esta última década de cambios. Se puede sugerir que Unidas Podemos hubiera hecho mejor quedándose fuera del Gobierno, siempre que se explique a continuación cómo sería nuestra realidad actual sin UP en el Ejecutivo. Diferente, al menos, sobre todo para los ciudadanos que carecen de resortes, que no sean los colectivos, para pugnar por sus intereses de clase.
La prueba es una muy concreta: cada ley aprobada que el PSOE ha considerado excesiva ha tenido que ser arrancada a codazos por UP. Y esto no siempre ha llegado a la opinión pública, sobre todo porque UP decidió que su posición, hasta este otoño, debía ser de unidad absoluta con los socialistas, a tenor de unos meses iniciales durísimos con una oposición encabritada y muchas presiones para disolver la coalición, también mediante ese fuego amigo de los Felipe González y compañía.
La otra prueba de que las cosas serían diferentes son las acusaciones de ilegitimidad de la derecha, los movimientos espectrales encabezados por militares, secundados por algunas togas y tribunas, de los que empezamos a enterarnos el pasado diciembre y de los que por aquí dimos cumplida cuenta. Nadie se toma tantas molestias, nadie desestabiliza y se viste con el uniforme de golpista si no considera que un Gobierno es una amenaza, al menos potencial, para sus privilegiados intereses.
Quizá tenemos una derecha tan echada al monte que esto hubiera pasado incluso con un gabinete monocolor del PSOE, podemos imaginar que sin UP en el consejo de ministros el ardor guerrero hubiera sido netamente menor. No es tan sólo una cuestión de odio al fantasma comunista, es el miedo a la legitimidad que la izquierda puede ganar si la experiencia de Gobierno funciona.
¿Y está funcionando? Si lo vemos desde el punto de las cesiones por supuesto que la astenia y el desencanto aparecen. Es decir, que si partíamos de la base de que una coalición de izquierdas con 35 diputados sobre un total de 350, considerada por el poder económico como el enemigo, a la que se ha atacado con focos y cloacas, iba a ir proponiendo medidas que se aprobarían sin mayor esfuerzo y tensión, quizá el problema no sea de desencanto, sino de puerilidad.
Siempre se puede pensar que la sucia experiencia de la política institucional mancha y que era mejor ejercer de Pepito Grillo desde la bancada de la oposición o, ya puestos, desde el extraparlamentarismo. La coherencia sería, sin duda, mayor, los resultados y las oportunidades inexistentes.
La valoración justa debería llegar al fin de la legislatura: de momento unos cuantos millones de trabajadores han visto nacionalizados sus sueldos que es lo que, aunque no se diga así, están siendo los ERTE. Calviño no llena los consejos de ministros de alambre de espino por nimiedades.
Unidas Podemos declina electoralmente porque los éxitos del Gobierno son atrapados por Sánchez, como era de esperar, pero las cesiones, errores e incumplimientos le son atribuidos a Iglesias. Los electores del PSOE no ven con antipatía a Iglesias, pero no tienen intención de votarle. Algunos votantes de UP no ven con antipatía a Sánchez, siendo posible que le voten como un mal menor en el caso de que los ultras aprieten.
Otra parte, sin embargo, ha optado por el gesto arisco, que es lo que queda tras la decepción. Iglesias lo sabe, por eso arrecia en la crítica interna al Ejecutivo, algo que es obviamente presentado por sus detractores como foco de división e inestabilidad. Unos por interés, los otros por una pasada ilusión, obvian el contexto en el que se desarrolla la acción de Gobierno, una hostil para la izquierda sistémicamente, empeorada hasta lo impensable por la pandemia y sus consecuencias económicas.
UP ha cometido varios errores en este año de Gobierno, uno, desde mi punto de vista, plantear desde el ministerio de Igualdad una futura ley trans que se ha convertido en una guerra feminista de muy difícil solución. El otro apostar por un republicanismo que, estando al margen del secesionismo catalán, puede ser confundido como paralelo por defender el criterio de que el problema territorial existe y es de índole política. Es cierto, pero este año ha barrido demasiadas posiciones y ha puesto en pie otras pocas y, hoy, el independentismo se practica con más furor desde la Puerta del Sol que desde el Palau.
Eso sí, la comparación de Puigdemont con los exiliados de la II República fue del todo fallida: Iglesias debe salir de ese pozo con prontitud. En todo caso, ambas cuestiones reflejan que en tiempos de incertidumbre los temas que más se pagan son aquellos que tienen más aristas identitarias que asideros constatables. Jugar fuera del "casa, trabajo, salud" es hoy más arriesgado que nunca. (...)
Muy probablemente este Gobierno de coalición terminará cuando a alguno de sus dos socios le salga más cara la unión que el divorcio. Normalmente las rupturas se producen cuando uno de los cónyuges se siente más seguro y aventurado que el otro. Muy probablemente UP pague caro su atrevimiento, cargando con lo que no pudo ser más que abanderando lo que fue posible. Muy probablemente la comodidad del desencanto sea más atractiva que la dureza de la realidad.
Muy probablemente la única manera de evitar todo esto sea apelando a la política útil, esa que permanece ajena al oportunismo y a las broncas de red social y afecta directamente a la vida de muchos, justo los que carecen de tiempo para administrar las coherencias sentimentalmente. Muy probablemente a Unidas Podemos le haga falta asumir que nadie quiere escuchar el por qué no, por muy cierto que sea, pero sí que le vuelvan a recordar el por qué sí. Que le demuestren que su voto ha valido para algo.
No es que antes fuera bonito. Es que ahora es de verdad." (Danuiel Bernabé, Público, 18/01/21)
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