21.8.24

Boaventura de Sousa Santos: En cuanto al posible fraude electoral en Venezuela, espero con calma la decisión del Tribunal Supremo de Justicia. No tengo ninguna razón para confiar menos en este tribunal que en el Tribunal Supremo de los Estados Unidos, después de que decretara la impunidad total de los presidentes, en evidente favor de Donald Trump, o en el Tribunal Supremo de Brasil, después de que mantuviera en prisión a Lula da Silva sin una sentencia firme sobre los crímenes por los que fue condenado -injustamente, como resultó-. Lo que me impulsa a escribir es la perplejidad que me produce la sorprendente atención informativa mundial sobre Venezuela, toda ella guiada por la certeza de que ha habido fraude y de que Nicolás Maduro es un dictador sanguinario. El genocidio de Gaza parece un episodio de videojuego comparado con la gravedad de lo que está ocurriendo en Venezuela... ¿Estamos ante un nuevo episodio de guerra de propaganda, parte inherente de la estrategia de cambio de régimen? Sí... EEUU quieren controlar las mayores reservas certificadas de petróleo del mundo y cerrar las puertas de América Latina a China, tal y como ha hecho en Europa... Lo específico del caso de Venezuela es el entusiasmo con que parte de la izquierda democrática latinoamericana se alinea con los EEUU en esta cruzada... y muestra claramente que la defensa de la democracia tiene prioridad sobre la defensa de la soberanía... e propone nuevas elecciones, incluso antes de que el Tribunal Supremo venezolano se haya pronunciado. En mi opinión, esta medida es peligrosa e incluso suicida para la democracia latinoamericana... pues, el cuestionamiento de las elecciones en un determinado país y la exigencia de nuevas elecciones podrían desencadenarse en un futuro próximo, si así lo requieren los intereses económicos y geoestratégicos de la potencia dominante... no se puede descartar que dentro de unos años estemos frente al «clamor internacional» de fraude en las elecciones brasileñas, exigiendo un recuento de los votos y posiblemente nuevas elecciones

"En cuanto al posible fraude electoral en Venezuela, espero con calma

la decisión del Tribunal Supremo de Justicia. No tengo ninguna razón para

confiar menos en este tribunal que en el Tribunal Supremo de los Estados

Unidos, después de que decretara la impunidad total de los presidentes, en

evidente favor de Donald Trump, o en el Tribunal Supremo de Brasil,

después de que mantuviera en prisión a Lula da Silva sin una sentencia

firme sobre los crímenes por los que fue condenado -injustamente, como

resultó-.

Lo que me impulsa a escribir es la perplejidad que me produce la

sorprendente atención informativa mundial sobre Venezuela, toda ella

guiada por la certeza de que ha habido fraude y de que Nicolás Maduro es

un dictador sanguinario. El genocidio de Gaza parece un episodio de

videojuego comparado con la gravedad de lo que está ocurriendo en

Venezuela. Las crisis en Sudán, Kenia, Tanzania, Nigeria y Guatemala son

triviales comparadas con el horror en Venezuela. Este enfoque global y

políticamente monolítico sobre Venezuela me recuerda a otro reciente

centrado en Ucrania. ¿Estamos ante un nuevo episodio de guerra de

propaganda, parte inherente de la estrategia de cambio de régimen?

Cualquiera que conozca la historia de los EEUU sabe que la defensa

estadounidense de la democracia siempre ha estado subordinada a los

intereses económicos y geopolíticos del país, definidos por las clases,

grupos económicos o élites dominantes del momento. La izquierda

democrática latinoamericana ha tenido una trágica experiencia de ello.

Cabe preguntarse, por tanto, por qué EEUU estan tan interesados en la

defensa de la democracia en Venezuela. En mi opinión, la respuesta es

relativamente obvia. EEUU quieren controlar las mayores reservas

certificadas de petróleo del mundo y cerrar las puertas de América Latina a

China, tal y como ha hecho en Europa.

Como ha sucedido en muchos otros países (más recientemente en

Ucrania en 2014), se trata de una estrategia de cambio de régimen. Dado

que el objetivo es el mencionado, apoya a aquellas fuerzas políticas que

garanticen la salvaguarda de ese objetivo. En Venezuela, dado el fuerte

sentimiento soberanista que se remonta a mucho antes de Hugo Chávez,

esa garantía la dan las fuerzas más extremistas e incluso fascistas de Corina

Machado. Hay otra oposición en Venezuela, alguna antichavista, alguna

formada por chavistas disidentes, democrática, moderada, alguna de

izquierdas, pero nunca se la menciona, porque esa oposición, por muy anti-

Maduro que sea (y lo es), es soberanista. Por lo tanto, no es fiable desde el

punto de vista de los intereses económicos y geoestratégicos de los EEUU.

Hace unos diez años, la situación en Siria era algo similar. Había una

oposición democrática moderada al gobierno de Assad, pero no era esta

oposición la que contaba con el apoyo de la «comunidad internacional».

Eran los extremistas islámicos, y las razones eran las mismas.

Lo específico del caso de Venezuela es el entusiasmo con que parte

de la izquierda democrática latinoamericana se alinea con los EEUU en

esta cruzada. Oficialmente es al revés, es decir, son los EEUU los que

apoyan las iniciativas latinoamericanas, pero la verdad oficial en este

terreno es, en el mejor de los casos, una verdad a medias. Este sector de la

izquierda latinoamericana muestra claramente que la defensa de la

democracia tiene prioridad sobre la defensa de la soberanía. No sólo se

suma al «clamor mundial» sobre el fraude, sino que propone nuevas

elecciones, incluso antes de que el Tribunal Supremo venezolano se haya

pronunciado.

En mi opinión, esta medida es peligrosa e incluso suicida para la

democracia latinoamericana, dado el contexto internacional en el que

estamos entrando. No hace falta ser sociólogo para predecir que el

cuestionamiento de las elecciones en un determinado país y la exigencia de

nuevas elecciones podrían desencadenarse en un futuro próximo, si así lo

requieren los intereses económicos y geoestratégicos de la potencia

dominante en el subcontinente. El abrazo que algunos de los países

fundadores de los BRICS dieron a Nicolás Maduro resultará cada vez más

un abrazo fatal, ya que Rusia, China e Irán (que pronto se unirá a los

BRICS) llevan años en el punto de mira de EEUU.

Otro miembro fundador de los BRICS es Brasil. Si los intereses de

Brasil y EEUU parecen coincidir en la defensa de la democracia, cuesta

creer que ocurra lo mismo con los BRICS. Por mucho que les duela

admitirlo a los brillantes diplomáticos brasileños, desde la perspectiva de

los intereses geopolíticos de EEUU, Brasil significa dos cosas: la

Amazonia y el bloqueo de China en América Latina. En cuanto a esto

último, lo máximo que aceptaran los EEUU es la escisión (y el

consiguiente debilitamiento) de los BRICS, que esperan que pueda

producirse a través de una posible alianza entre Brasil y la India de

Narendra Modi.

Si esto no ocurre, y si es cierto que los intereses económicos y

geopolíticos de EE.UU. siempre prevalecen en esta región, no se puede

descartar que dentro de unos años estemos frente al «clamor internacional»

de fraude en las elecciones brasileñas, exigiendo un recuento de los votos y

posiblemente nuevas elecciones, incluso antes de que las instituciones

nacionales encargadas de certificar las elecciones se hayan pronunciado. El

objetivo siempre será el cambio de régimen. De hecho, esto ya se ha

intentado en Brasil, y de la forma más violenta, el 6 de enero de 2023. Es

poco probable que esto ocurra y, desde lo más profundo de mis

convicciones políticas, espero que nunca ocurra. Lo que me inquieta es que

el procedimiento de poner a un país soberano en la alternativa de repetir

elecciones o de convertirse en un paria internacional esté siendo legitimado

por fuerzas políticas que, si de algo sirven las lecciones de la historia,

tienen más probabilidades de ser víctimas de él en el futuro.

Por último, si este tipo de defensa de la democracia se impusiera

sobre todo lo demás, cabría predecir que la misma izquierda

latinoamericana, por coherencia, apuntaría después a Cuba.

Afortunadamente, se trata de una predicción errónea. Cuba no tiene

recursos naturales y, en cualquier caso, después de todo lo que ha pasado

desde la revolución cubana, Estados Unidos puede prescindir de la ayuda

de los gobiernos latinoamericanos de izquierda para provocar un cambio de

régimen en el Caribe."

(Boaventura de Sousa Santos, Un. Coimbra, Other News, 20/08/24)

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