9.9.24

El INE vuelve a revisar al alza (¡por tercera vez!) el PIB de España... ya es imposible deshacer toda la desinformación que se ha ido gestando durante tres años. ¿Es sólo casualidad que haya esperado a revisar los datos a que acabara el ciclo electoral? En otras palabras: llevamos tres años creyendo que la economía española estaba yendo peor de lo que realmente iba... y ha jugado en contra del Gobierno de coalición español y a favor de sus adversarios políticos y mediáticos. ¿Quién no recuerda el martilleo de la oposición criticando que la economía española era la que menos crecía de Europa tras la pandemia? Pues resulta que no era cierto... y la presión fiscal estimada por el INE se mostraba superior a la que realmente era, algo que fue recurrentemente usado para tildar de poco menos que “infierno fiscal” a la economía española... el déficit público y la deuda pública han quedado sobreestimados... por lo que España tendrá curiosamente mucho más fácil respetar los objetivos marcados por la UE... ni el gasto en pensiones es tan elevado como los críticos suelen apuntar, ni la inversión en educación, sanidad, vivienda o prestaciones sociales es tan elevada como el gobierno suele defender... A esta evidente incoherencia e incompetencia del organismo estadístico hay que sumarle la incapacidad del Banco de España y de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) de advertir que el PIB llevaba tres años mal calculado (Eduardo Garzón)

 "Hay que celebrar que el INE haya recapacitado y recalculado el PIB de España, pero lo ha hecho tan tarde que ya es imposible deshacer toda la desinformación que se ha ido gestando durante tres años. ¿Es sólo casualidad que haya esperado a revisar los datos a que acabara el ciclo electoral?

El Instituto Nacional de Estadística (INE) acaba de volver a revisar al alza el Producto Interior Bruto (PIB) de España, y con esta revisión –que ha sido la mayor de su historia– ya van tres en sólo dos años (la primera fue en septiembre de 2022 y la segunda en septiembre de 2023). Esto supone que el indicador por excelencia para cuantificar la riqueza de España estaba subestimado y que, en realidad, es un 3,2% superior al que se creía en el año 2021 (y un 1,1% superior al que se creía hasta ayer). En otras palabras: llevamos tres años creyendo que la economía española estaba yendo peor de lo que realmente iba.

Es importante tener en cuenta que no se trata de un pedante debate académico o estadístico: el nivel del PIB tiene enormes implicaciones en materia política y económica. Que haya estado tres años subestimado ha jugado en contra del Gobierno de coalición español y a favor de sus adversarios políticos y mediáticos. ¿Quién no recuerda el martilleo de la oposición criticando que la economía española era la que menos crecía de Europa tras la pandemia? Pues resulta que no era cierto: ahora ya sabemos que el PIB de España se comportó entonces como el del resto de países de su entorno (y en los años recientes muchísimo mejor). Pero como los datos del INE eran los que eran entonces, los críticos gozaban de legitimidad para cargar contra la política económica del Gobierno –por mucho que dichos datos no cuadraran con el resto de las fuentes estadísticas–. En los últimos meses, debido a que el PIB ha crecido mucho incluso desde los niveles subestimados, la crítica ha pivotado hacia el bajo PIB real per cápita que tiene España en comparación con otros países europeos, pero de nuevo esta crítica perderá fuerza con la revisión del INE. Además, los datos oficiales del PIB sirvieron también a la oposición para criticar duramente los presupuestos presentados por el Gobierno de coalición; los han tildado siempre de irreales por considerar que la economía española iba a crecer más de lo que el INE estimaba. Pero lo cierto es que quien se alejaba de la realidad era el INE y no el Gobierno (quien, de hecho, ha pecado de pesimista, especialmente en 2023).

Pero los ataques no se han limitado únicamente al crecimiento económico. Como la presión fiscal se calcula dividiendo la recaudación impositiva entre el PIB, con este último indicador subestimado el resultado del cociente quedaba inflado. Es decir, que durante los tres últimos años la presión fiscal estimada por el INE se mostraba superior a la que realmente era, algo que fue recurrentemente usado para tildar de poco menos que “infierno fiscal” a la economía española. En las próximas semanas el indicador oficial de presión fiscal se ajustará al nuevo dato del PIB y veremos cómo “mágicamente” el Estado pasará a recaudar menos.

Lo mismo ha ocurrido con el déficit público y con la deuda pública que, al relativizarse sobre un PIB minusvalorado, han quedado sobreestimados. Y esto no es sólo importante de cara a la crítica política, sino también de cara a las reglas fiscales europeas que el Estado español debe cumplir: con la nueva revisión del INE, España tendrá curiosamente mucho más fácil respetar los objetivos marcados. Otras consecuencias de carácter económico tienen que ver con la concesión de ayudas financieras a las regiones o el cálculo de la aportación de cada país al presupuesto de la Unión Europea, pues se calculan utilizando el PIB oficial.

Por otro lado, no perdamos de vista que este análisis se puede extrapolar también a cualquier gasto público; en proporción al PIB ahora España gastará menos simplemente por esta revisión histórica: ni el gasto en pensiones es tan elevado como los críticos suelen apuntar, ni la inversión en educación, sanidad, vivienda o prestaciones sociales es tan elevada como el gobierno suele defender. En cualquier caso, parece más que evidente que la subestimación del PIB ha ido en contra de los intereses del gobierno de coalición.

Y es aquí donde surgen las dudas y las sospechas: ¿es sólo casualidad que el INE haya esperado a revisar los datos del PIB a que acabara el ciclo electoral? Porque la primera revisión importante fue en septiembre de 2023, justo después de las elecciones generales de julio de dicho año. Y esta última gran revisión se ha producido justo después de las elecciones europeas, catalanas, gallegas y vascas.

Sea como fuere, de lo que no cabe duda es que estos cambios llegan muy tarde (algunos analistas como Francisco Melis y Miguel Artola llevan años exigiéndolo) y sólo se han realizado por mandato de la Oficina de Estadísticas Europeas (Eurostat), que establece que cada cinco años –la última vez fue en 2019– se introduzcan mejoras sistemáticas de fuentes y métodos de estimación para mejorar la calidad de las estimaciones y también para mejorar la coherencia y la comparabilidad entre los países de la Unión Europea. En esta ocasión, los cambios se han debido a la incorporación de los datos de los censos de Población y Viviendas de 2021 y de la Encuesta Estructural de Empresas por rama de actividad. Para colmo, el INE ha dado exiguas explicaciones y lo ha hecho a regañadientes (hace tan sólo medio año la responsable de cuentas nacionales anunciaba en el Congreso de los Diputados ante un auditorio de casi 100 personas que “no habría una revisión significativa”). A esta evidente incoherencia e incompetencia del organismo estadístico hay que sumarle la incapacidad del Banco de España y de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIREF) de advertir que el PIB llevaba tres años mal calculado.

Hay que celebrar que el INE haya recapacitado y recalculado el PIB de España, pero lo ha hecho tan tarde que ya es imposible deshacer toda la desinformación que se ha ido gestando durante tres años. Muchos, de hecho, ni se enterarán de que el PIB ha sido revisado al alza y, por ejemplo, seguirán pensando que la economía española fue la que peor se comportó tras la pandemia. Tres años de mensajes machacones no se pueden borrar fácilmente."       (Eduardo Garzón Espinosa, eldiario.es, 05/09/24) 


"(...)  El principal indicador oficial de la economía española, el dato del PIB, es erróneo. 

El Instituto Nacional de Estadística (INE) lleva al menos tres años haciendo los cálculos mal. En el mejor de los casos, hablamos de una enorme negligencia, la más grave de la historia de la estadística española, la que más cara nos saldrá. Se hicieron muchos chistes cuando un fallo de diseño provocó que los futuros trenes de Cercanías de Asturias y Cantabria no pudieran entrar por los túneles. Se presentó aquel episodio como ejemplo de la chapuza nacional; y es verdad que lo fue. Pero este otro error del INE con el PIB ha provocado daños mucho más importantes, aunque sea un tema menos conocido y más complejo de explicar.

Empecemos por el PIB, el Producto Interior Bruto. Es una forma de medir el total de bienes y servicios que cada año produce un país. Da el tamaño de cada economía y sobre esta cifra, la más importante, se calculan casi todos los demás indicadores. El crecimiento (o la recesión) de una economía, en función de si sube o baja. El déficit público, que es un porcentaje sobre el PIB. O la deuda. O la productividad. O la presión fiscal. Todas las métricas que miran las grandes empresas y fondos internacionales para comparar distintos países antes de decidir en cuál invierten dependen del PIB. Todas. Cuanto más crece el PIB, más probable es que llegue dinero a ese país.

Resulta que el INE ha estado ofreciendo al menos durante los últimos tres años una imagen distorsionada de España y de su economía. Una imagen peor, que nos retrataba como el patito feo de Europa, como el país que más había tardado en superar la pandemia, cuando no era verdad. Por una serie de fallos que muchos advirtieron y allí nadie quiso corregir, el INE ha estado dando como oficial un dato del PIB que era bastante inferior al real. Es una enorme chapuza que aún no se ha terminado de corregir.

En los últimos años, con la boca pequeña, el INE ha empezado a reconocer aquel error. Esta semana presentó una nueva corrección al alza del dato del PIB de 2021, el año de la recuperación tras la pandemia. Es la tercera vez que lo hacen en apenas dos años. ¡La tercera! Y en unas semanas, para el 18 de septiembre, está prevista una nueva corrección, donde se ampliarán estos datos y que probablemente también afectará a los años 2022 y 2023. Estamos hablando, solo en 2021, de una desviación de 32.480 millones de euros que el INE, en su momento, no midió.

En este gráfico se explica mejor. En un primer momento (enero de 2022) el INE certificó un 7,2% de crecimiento nominal de la economía española durante 2021. Desde entonces, ha corregido este dato tres veces, siempre al alza. De confirmarse este 18 de septiembre que la revisión no afecta también a 2020, ya estaríamos en el 10,4%. Es decir: la economía española, en 2021, creció 3,2 puntos más de lo que en su momento se dio como dato oficial.

Este error garrafal no solo afectó a la imagen exterior de España. También al margen presupuestario del Gobierno y de las autonomías: a los recursos públicos. Un PIB mayor supone un déficit y una deuda pública menor, y por tanto más dinero para los Presupuestos. Ese dato erróneo ha limitado la capacidad de las administraciones para invertir.

Fue una chapuza que también tuvo un importante impacto político. Probablemente también electoral. Durante los últimos años, la oposición pudo reprochar al Gobierno un dato que era falso: que la economía no iba tan bien. A pesar de la excelente evolución del empleo, la derecha pasó años diciendo a los españoles que nuestro país era el último en Europa en recuperar el nivel de riqueza anterior a la pandemia. Hoy sabemos que no era verdad.

Las nuevas cifras oficiales –que conoceremos con más detalle el día 18 de septiembre– demuestran que España se comportó durante la pandemia igual que el resto de los países europeos. Y que después lo hizo bastante mejor que los demás. El dato nuevo del PIB no tapa algunos puntos negros en la gestión del Gobierno de coalición –el fundamental y más grave sigue siendo el problema de la vivienda–. Pero sí demuestra que España ha crecido en estos años, con un gobierno de izquierdas, más que el resto de los países europeos.

Este asunto no es una novedad para los lectores de elDiario.es. Hace ya casi tres años que empezamos a informar de las numerosas anomalías en los cálculos del INE. Este artículo que escribí en diciembre de 2021. O este análisis, de mayo de 2022. O este otro, de septiembre de 2023. O los imprescindibles artículos del economista y estadístico Francisco Melis y del investigador Miguel Artola, dos expertos que llevan años denunciando este enorme error de cálculo del INE desde las páginas de elDiario.es. Y que tenían razón.

La prueba más clara de que el PIB estaba mal se veía al comparar ese dato con otras dos métricas públicas: el empleo y la recaudación fiscal. Históricamente los tres indicadores suben y bajan a la par y parece obvia la razón: cuando la economía crece, las empresas contratan a más gente y pagan más impuestos –porque también ganan más–. Con la pandemia, está correlación se rompió.

La pregunta era obvia. ¿Cómo era posible que el empleo y la recaudación fiscal crecieran tanto si la economía no lo hacía?

Pero esta comparación no era la única que demostraba que el dato del PIB hacía aguas. Los trabajos de Melis y Artola descubrieron otro milagro estadístico aún más alucinante. De ser ciertos los datos del INE, España se habría convertido en 2021 en el primer y único país de la historia del mundo con fraude fiscal negativo: un imposible.

En todo el mundo, la estimación del consumo que se realiza para calcular el PIB es mayor que el consumo declarado ante Hacienda con el IVA. La razón para explicar esta diferencia es sencilla de entender: el fraude y la economía sumergida. Pues bien, en 2021, por primera vez en la historia (y espero que también la última) la contabilidad nacional registró una estimación de consumo inferior al dato declarado ante Hacienda.

Por entenderlo mejor: este gráfico solo deja dos opciones. O el PIB estaba mal –como en efecto era– o es que en España no solo no hay economía sumergida, sino que los autónomos y empresarios además dejan propina a Hacienda en su declaración del IVA.

Lo del consumo no era el único punto donde la realidad de los datos de la Agencia Tributaria y la estimación que hacía el INE chocaban. Lo mismo pasaba con los salarios: de nuevo la administración tenía en sus arcas más dinero por cotizaciones de salarios que los sueldos que decía el INE que se pagaban en España. O con los beneficios empresariales que pintaba el INE, que tampoco cuadran con los impuestos. Una vez más, estaríamos ante otro imposible estadístico, salvo que los empresarios declarasen ante Hacienda y ante la Seguridad Social más salarios de los que realmente pagan. Y que vivamos en un país de piruleta donde, en lugar de fraude fiscal y economía sumergida –que existe en todo el mundo–, hubiera filántropos que pagan más a Hacienda de lo que realmente les toca.

Todo esto el INE lo sabe desde hace años. Y ha tardado demasiado tiempo en reconocer estos errores.

¿Cómo explicar esta enorme chapuza, que hoy el propio INE admite implícitamente con sus revisiones al alza? ¿Se trata de una negligencia o algo peor?

El INE tiene varios problemas acuciantes. Uno es de metodología: históricamente, la estadística oficial se apoyó en las encuestas, pero hoy tenemos registros en tiempo real de fuentes mucho más fiables para medir qué pasa con la economía. El ‘big data’ de la Agencia Tributaria, fundamentalmente. O los registros diarios de la Seguridad Social sobre el empleo: los contratos que se dan de alta y de baja. En el INE muchos siguen aferrados a los viejos métodos. Es difícil convencer a una persona que ha hecho siempre los números de una manera que ahora lo tiene que cambiar, y usar otras fuentes más fiables.

Además un fenómeno económico tan extremo como fue el confinamiento de la pandemia –con una caída brutal de la actividad seguida de una recuperación a toda velocidad– es un terremoto mucho más difícil de medir que las pequeñas oscilaciones trimestrales que suele tener el PIB. Otras oficinas estadísticas de Europa, como la de Reino Unido, también midieron mal durante la pandemia, aunque esta última –que reconoció un error en el cálculo del PIB del 1,8%– sí ofreció unas explicaciones más detalladas sobre lo ocurrido y no actuó con la opacidad del INE.

Pero hay un segundo problema: uno de recursos. Dentro de la carrera funcionarial, los estadísticos están mejor pagados en otros organismos públicos, como la Airef o la Agencia Tributaria. La mayor parte del talento se va del INE.

Con todo, hay también personas relevantes en el mundo del análisis económico y del Gobierno que dudan que estos errores se expliquen solo con estos dos factores. Y si se mira el gráfico de la evolución del empleo y de la recaudación con respecto al INE, queda claro que la desviación a la baja del PIB no empezó en la pandemia. Empezó a torcerse a finales de 2018. Casualmente, tras la moción de censura que llevó al Gobierno a Pedro Sánchez.

También es difícil de explicar el silencio de numerosos organismos económicos, como la Airef o el Banco de España, que durante estos años han mirado hacia otro lado, sin señalar la inconsistencia de los datos del PIB que ahora el propio INE admite.

El PIB lo calcula el departamento de Cuentas Nacionales del INE con una fórmula muy opaca. Se sabe que utilizan cientos de fuentes, pero no cómo las ponderan: cómo es la cocina. Al frente de ese equipo durante estos últimos años ha estado María Antonia Martínez Luengo. Fue designada para ese cargo por Gregorio Izquierdo, el presidente del INE que nombró el gobierno de Mariano Rajoy.

Gregorio Izquierdo, en 2015, también cambió el organigrama del INE. Hasta entonces, el departamento de Cuentas Nacionales era una subdirección, que dependía a su vez de otro técnico, dentro de la dirección general de Estadísticas Económicas. Izquierdo nombró allí a una persona de su confianza –Martínez Luengo– y después hizo depender al equipo que calcula el PIB directamente de él.

A todo esto: Gregorio Izquierdo hoy es vicepresidente de la CEOE.

El nombramiento de Martínez Luengo –que entonces no era la persona con más experiencia y conocimiento de aquel departamento– provocó una estampida dentro del equipo de Cuentas Públicas. La mayor parte de los funcionarios más experimentados acabó pidiendo el traslado. Algunos de ellos, por divergencias con su nueva jefa. María Antonia Martínez Luengo ha hecho así, en estos años, un equipo a su medida, completamente leal.

Cuando llegó Pedro Sánchez a La Moncloa, nombró para el INE al economista Juan Manuel Rodríguez Poo, que mantuvo a Martínez Luengo al frente del departamento de Cuentas Públicas. En junio de 2022, cuando empezaron a arreciar las críticas por los datos del PIB, Rodríguez Poo presentó su dimisión, poco antes de que el Gobierno ordenara su relevo.

El plan inicial del Gobierno era situar en ese puesto a otro economista pero con experiencia política y que impulsara nuevos cambios. Pero Nadia Calviño finalmente no se atrevió. Ante las posibles críticas de la oposición –la caricatura de que ponían a “un Tezanos para el INE”; el miedo al tipo de escandalera que se ha montado con Escrivá–, Nadia Calviño acabó eligiendo a una presidenta técnica avalada por la derecha: a Elena Manzanares Diaz, que hasta entonces era directora del Instituto de Estadística de Andalucía, nombrada por el gobierno autonómico del PP.

La primera revisión relevante del dato erróneo del PIB de 2021 no se hizo hasta septiembre de 2023. Casualmente, hasta después de que hubieran pasado las elecciones generales del 23J.

La segunda gran revisión, este septiembre, llega después del ciclo electoral de 2024.

Este verano, para sorpresa de muchos economistas, María Antonia Martínez Luengo fue ascendida a un importante cargo en Eurostat, la oficina estadística europea. Será la responsable de las estadísticas macroeconómicas de la Comisión Europea. (...) "            (Ignacio Escolar, eldiario.es, 07/09/24)

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