"En su discurso inaugural por el inicio de segundo mandato presidencial, Donald Trump reiteró muchas de las amenazas repetidas durante su campaña: echará atrás un sinfín de medidas de combate al cambio climático, promoverá la extracción ilimitada de hidrocarburos –incluso con métodos altamente contaminantes y dentro de áreas naturales protegidas–, derogará medidas destinadas a paliar la marginación histórica de minorías como los latinos y afrodescendientes, incitará al odio contra la comunidad de la diversidad sexual y anulará cualquier apoyo oficial a la lucha de las mujeres por la igualdad sustantiva.
Asimismo, devolverá a Cuba a la delirante lista de países
patrocinadores del terrorismo e insistirá en anexar Groenlandia,
reimponer el control colonial sobre la zona del Canal de Panamá e
interferir en los asuntos internos de México. Esto último quedó
ratificado horas después cuando firmó un decreto para catalogar de organizaciones terroristas
a los grupos delictivos dedicados al trasiego de drogas, lo cual, de
acuerdo con la aberrante extraterritorialidad de las leyes
estadunidenses, lo facultaría para emplear fuerza militar en nuestro
territorio.
Con este breve resumen de la frenética primera jornada del magnate en
su regreso a la Casa Blanca, queda claro que como presidente dice lo
mismo que en su anterior mandato, en su rol de ex presidente, como
candidato por segunda vez y en su calidad de presidente electo. En suma,
no hay sorpresas. A lo más, terminó de delinearse su carácter de
monroísta puro con el refuerzo del control histórico de Estados Unidos
sobre el hemisferio occidental y su olvido del resto del mundo: a la vez
que revive con virulencia la vieja doctrina de América para los americanos
(es decir, el continente americano para los estadunidenses), Trump
devuelve a la superpotencia a un aislacionismo tradicional que parecía
haber terminado con su participación en la Segunda Guerra Mundial.
Respecto a México, las agresiones y presiones se sucedieron con su porfía pueril en renombrar Golfo de América (es decir, de Estados Unidos)
al Golfo de México; la cancelación de CBP One, plataforma para tramitar
las peticiones de asilo; el anuncio de que se impondrá unilateralmente
el programa Quédate en México; la orden de evaluar
la relación comercial con los miembros del T-MEC; el análisis
de aplicar aranceles de 25 por ciento a todos los productos
provenientes de México y Canadá a partir del 1º de febrero, y la ya
mencionada clasificación de los cárteles como organizaciones
terroristas.
Es necesario reiterarlo: los grupos delictivos, sin importar cuán sanguinarios puedan ser sus procedimientos, no son grupos terroristas. No tienen motivaciones ideológicas, sus propósitos no son de tipo político y no recurren a la violencia para imponer sus formas de pensar. Por el contrario, son empresas capitalistas que, al igual que muchas legalmente constituidas, arrebatan vidas y patrimonios a los más débiles con el objetivo de incrementar sus ganancias. En esto, los delincuentes no se distinguen de las farmacéuticas que comercializan analgésicos opioides a sabiendas de que son más adictivos que la mayoría de las drogas ilegales o de los fabricantes de armamento que proporcionan a Israel los instrumentos con que lleva adelante el genocidio contra el pueblo palestino.
Además de ser absurda, dicha declaratoria resulta preocupante porque supone una amenaza permanente de enviar tropas estadunidenses a territorio mexicano, lo que debe ser denunciado ante organismos multilaterales como un intento de aplicación extraterritorial de las leyes de un país en otro. En este contexto, no puede exagerarse la irresponsabilidad de los mexicanos que aplauden o hasta claman por una invasión extranjera, pues, incluso si no se concreta, la intervención afecta a México y daña su soberanía.
Estos sectores antinacionales tendrían que actuar con un mínimo sentido de país y cesar las manipulaciones con las que buscan confundir la defensa de la integridad territorial mexicana con una presunta protección a los criminales. Washington carece de credenciales para presentarse como solución a los problemas internos de México cuando es incapaz de combatir el trasiego de drogas en su propio terreno y las labores de seguridad dentro de nuestras fronteras son una potestad exclusiva del Estado mexicano.
Es claro, por otra parte, que para hacer frente a las amenazas de
Trump no se requiere de alarmismos, sino de serenidad y de sentido de
unidad nacional por parte de la sociedad y de trabajo intenso, eficiente
y coordinado en todos los frentes por parte del equipo de colaboradores
de la presidenta Claudia Sheinbaum. Ya México pudo hacerle frente al
vociferante mandatario vecino en una ocasión y con estos dos factores
podrá hacerlo de nuevo." (Editorial de La Jornada, diario mexicano, 21/01/25)
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