8.3.25

Varoufakis: Incorporar a Ucrania a la OTAN tras obligar a Rusia a volver a sus fronteras anteriores a 2014 ha sido el único objetivo estratégico que los líderes de la UE se han permitido contemplar desde la invasión rusa de hace tres años, pero este objetivo ya ha caído en el terreno de lo inviable... los numerosos discursos de “Putin es el nuevo Hitler” nunca se tradujeron en un compromiso de luchar junto a los ucranianos... Trump se limitó a adelantar esa realidad con una brutalidad que refleja su desprecio por Zelensky y por la propia UE... su estrategia de guerra hasta la victoria dará paso a la humillante paz... Europa carece de un Tesoro apropiado... ¿quién puede recaudar suficientes impuestos como para garantizar la preparación permanente del ejército de la UE para el combate? La toma de decisiones intergubernamental de la UE significa que nadie tiene la legitimidad democrática para tomar ese tipo de decisiones... ¿De verdad alguien espera que Francia aumente su ya insostenible déficit público para financiar armamentos? A falta de instituciones que promulguen el keynesianismo militar, la única forma en que Europa puede rearmarse es desviando fondos de su ruinosa infraestructura social y física -debilitando aún más a una Europa que ya está recogiendo la amarga cosecha del descontento popular, que está alimentando el auge de fuerzas de extrema derecha en todo el continente-. ¿Y para qué? Rearmar a Europa no servirá de nada para ganar la guerra por Ucrania. Sin embargo, es casi seguro que hundirá aún más a la UE en su depresión económica preexistente, la causa subyacente de la debilidad de Europa... la UE debería iniciar negociaciones con el Kremlin, ofreciendo la perspectiva de un acuerdo estratégico integral en el que Ucrania se convierta en lo que fue Austria durante la Guerra Fría: soberana, armada, neutral y tan integrada a Europa occidental como deseen sus ciudadanos

 "Incorporar a Ucrania a la OTAN tras obligar a Rusia a volver a sus fronteras anteriores a 2014 ha sido el único objetivo estratégico que los líderes de la UE se han permitido contemplar desde la invasión rusa de hace tres años. Por desgracia, mucho antes de la reelección del presidente estadounidense, Donald Trump, este objetivo ya había caído en el terreno de lo inviable. Hacía tiempo que había señales de que las cosas se pondrían difíciles.

En primer lugar, la economía de guerra del presidente ruso, Vladimir Putin, resultó ser una bendición para su régimen. En segundo lugar, incluso el predecesor de Trump, Joe Biden, se mostró rotundamente reacio a impulsar la adhesión de Ucrania a la OTAN, y llevó al país por el camino equivocado con promesas vagas. Y, en tercer lugar, había una fuerte oposición bipartidista en Estados Unidos a la idea de que las tropas de la OTAN lucharan junto a los ucranianos.

De manera que, en un alarde de hipocresía descomunal, los numerosos discursos de “Putin es el nuevo Hitler” nunca se tradujeron en un compromiso de luchar junto a los ucranianos hasta que el ejército de Putin fuera derrotado en el terreno. En su lugar, un Occidente cobarde siguió enviando armas a los ucranianos exhaustos para que pudieran derrotar al “nuevo Hitler” en su nombre -pero por su cuenta.

Inevitablemente, y a pesar de la lucha gallarda de unos soldados ucranianos cada vez más superados en armamento y en número, el único objetivo estratégico de los líderes europeos se convirtió en polvo -una realidad que se habría vuelto innegable independientemente de quién ganara la presidencia de Estados Unidos en noviembre pasado-. Trump se limitó a adelantar esa realidad con una brutalidad que refleja su desprecio de larga data no solo por el presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, sino también por la propia UE. Y así, a falta de un plan B, una Europa debilitada por una recesión económica de dos décadas se esfuerza ahora por responder a la política de Trump respecto a Ucrania.

Tras el Acuerdo de Múnich en 1938, Winston Churchill proclamó que a Neville Chamberlain “le habían dado a elegir entre la guerra y el deshonor. Eligió el deshonor y ahora tendrá la guerra”. En su angustia por no cometer el mismo error, los líderes de la UE están a punto de repetirlo, pero al revés: su estrategia de guerra hasta la victoria dará paso a la humillante paz que Trump les impondrá alegremente a ellos, y al gobierno de Zelensky, cuando finalmente vengan a pedir limosna.

Resulta increíble que los europeos no sepan reconocer la respuesta frente a nuestros ojos: Europa carece de un Tesoro apropiado, el equivalente del Departamento de Estado y un Parlamento con poder para destituir a lo que se presenta como su gobierno (el Consejo Europeo). Y lo que es peor, aún no se ha debatido cómo tapar estos agujeros en la arquitectura institucional de Europa.

La UE siempre ha temido el inicio de cualquier proceso de paz en Ucrania, precisamente porque expondría la desnudez del bloque. ¿Quién representaría a Europa en la mesa de negociaciones, aun si Trump nos invitara a participar? Incluso si la Comisión Europea y el Consejo pudieran agitar una varita mágica para conjurar la existencia de un ejército de la UE grande y bien armado, ¿quién tendría la autoridad democrática para enviarlo a la batalla a matar y morir?

Asimismo, ¿quién puede recaudar suficientes impuestos como para garantizar la preparación permanente del ejército de la UE para el combate? La toma de decisiones intergubernamental de la UE significa que nadie tiene la legitimidad democrática para tomar ese tipo de decisiones.

Cuando Ursula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, anunció recientemente su nueva iniciativa para rearmar a Europa, volvieron a invadirme los tristes recuerdos del incompetente Plan Juncker, del Pacto Verde y del Plan de Recuperación. Se volvieron a barajar grandes cifras, que luego terminaron siendo una cortina de humo. ¿De verdad alguien espera que Francia aumente su ya insostenible déficit público para financiar armamentos?

A falta de instituciones que promulguen el keynesianismo militar, la única forma en que Europa puede rearmarse es desviando fondos de su ruinosa infraestructura social y física -debilitando aún más a una Europa que ya está recogiendo la amarga cosecha del descontento popular, que está alimentando el auge de fuerzas de extrema derecha en todo el continente-. ¿Y para qué? ¿Alguien cree que Putin se dejará disuadir por una Europa que puede tener unos cuantos obuses y proyectiles más, pero que se aleja cada vez más de la perspectiva de la gobernanza federal necesaria para decidir asuntos de guerra y paz?

Rearmar a Europa no servirá de nada para ganar la guerra por Ucrania. Sin embargo, es casi seguro que hundirá aún más a la UE en su depresión económica preexistente -la causa subyacente de la debilidad de Europa-. Para mantener a salvo a los europeos frente a los desafíos gemelos planteados por Trump y Putin, la UE debe embarcarse en su propio proceso multifacético de Paz Ahora.

En primer lugar, la UE debe rechazar de plano el esfuerzo depredador de Trump por apoderarse de los recursos naturales de Ucrania. A continuación, tras plantear la posibilidad de relajar las sanciones y devolver 300.000 millones de dólares en activos congelados (que no pueden utilizarse simultáneamente como moneda de cambio y para la reconstrucción de Ucrania), la UE debería iniciar negociaciones con el Kremlin, ofreciendo la perspectiva de un acuerdo estratégico integral en el que Ucrania se convierta en lo que fue Austria durante la Guerra Fría: soberana, armada, neutral y tan integrada a Europa occidental como deseen sus ciudadanos.

En tercer lugar, en lugar de un enfrentamiento permanente entre dos grandes ejércitos a lo largo de la frontera acordada, la UE debería proponer una zona desmilitarizada de al menos 500 kilómetros de profundidad a cada lado, el derecho al retorno de todos los desplazados, un acuerdo al estilo del Viernes Santo para la gobernanza de las zonas en disputa y un Nuevo Pacto Verde para las zonas devastadas por la guerra, financiado conjuntamente por la UE y Rusia. Todas las cuestiones pendientes deberían abordarse en negociaciones celebradas bajo los auspicios de las Naciones Unidas.

Por último, la UE debería aprovechar la perspectiva de relajar los aranceles sobre los productos chinos (tecnología verde, en particular) y las sanciones sobre las exportaciones de tecnología para entablar negociaciones con China con vistas a un nuevo acuerdo de seguridad que reduzca las tensiones y sume a los chinos al objetivo de salvaguardar la soberanía de Ucrania.

Si de verdad queremos fortalecer a Europa, el primer paso no es rearmarnos. Es forjar la unión democrática sin la cual el estancamiento seguirá erosionando las capacidades de Europa, haciéndola incapaz de reconstruir lo que quede de Ucrania una vez que Putin acabe con ella."     (Project Syndicate)

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