3.12.25

Están pasando cosas políticamente llamativas en EEUU, y la Moncloa lo está empezando a constatar sobre el futuro político... "la era de las políticas a medias ha terminado"... James Carville, un factotum del Partido Demócrata, lo clarifica: “Tengo 81 años y sé que, para muchos, llevo la antorcha de una supuesta era política centrista. Sin embargo, incluso para mí está clarísimo que el Partido Demócrata debe ahora presentar la plataforma económica más populista desde la Gran Depresión. Es hora de que los demócratas adopten una plataforma radical, agresiva, sin tapujos, sin complejos y totalmente inconfundible de pura furia económica. Esta es nuestra única salida del abismo”... es una tendencia global. En España, esa visión sobre la necesidad de políticas más atrevidas está dando a la derecha la mayoría absoluta en las encuestas... Este es el principal problema del bloque de las izquierdas... así que es la hora de las políticas económicas radicales para la izquierda... Linera concluye: “El dinero es hoy el elemental, el básico, el clásico, el tradicional problema económico y político del presente. En tiempos de crisis, la economía manda, punto. Resuelve ese primer problema y luego el resto”. La izquierda de los derechos está comenzando a percibir el aire de la época... Las piezas ideológicas se mueven en el plano internacional porque hay una demanda de cambio en las sociedades occidentales... La paradoja es que donde mejor se está intuyendo el signo de los tiempos es en la Moncloa, no en los partidos a su izquierda. Veremos novedades en ese sentido, y serán instigadas por el gobierno (Esteban Hernández)

 "Están pasando cosas políticamente llamativas en EEUU. Esta misma semana, Clement Attlee, el líder laborista británico que dirigió a su país tras la II Guerra Mundial y que construyó el estado de bienestar, era reivindicado por un jesuita estadounidense que trabajó para la administración Biden. Sohrab Ahmari, director de Unherd, reivindicaba la vieja democracia cristiana, la que funcionó antes de que la derecha se hiciera neoliberal o libertaria. Los conservadores y los progresistas católicos buscan un nuevo pacto entre capital y trabajo.

Sin embargo, el movimiento más sorprendente ha sido el de un viejo spin doctor del establishment demócrata. James Carville diseñó la estrategia económica en la campaña que llevó a Bill Clinton a la presidencia, y que básicamente consistía en prolongar el aliento neoliberal instalado por los gobiernos de Reagan y Bush padre. En 2008, en las primarias entre Hillary Clinton y Barack Obama, aseguró que “si Hillary le diera un testículo a Obama, ambos tendrían dos”. En 2020, alertó a su partido de que nombrar candidato a Bernie Sanders llevaría al fin de los tiempos. En el inicio del mandato de Trump, Carville recomendó una táctica a su partido para hacer frente al nuevo gobierno: hacerse los muertos. Hace pocos días, Carville publicó una opinión en ‘The New York Times’, Out with woke, in with rage, en la que afirmaba: “Tengo 81 años y sé que, para muchos, llevo la antorcha de una supuesta era política centrista. Sin embargo, incluso para mí está clarísimo que el Partido Demócrata debe ahora presentar la plataforma económica más populista desde la Gran Depresión. Es hora de que los demócratas adopten una plataforma radical, agresiva, sin tapujos, sin complejos y totalmente inconfundible de pura furia económica. Esta es nuestra única salida del abismo”.

La victoria de Mamdani, el mismo al que Trump recibió con amabilidad en la Casa Blanca, abrió las puertas de la esperanza demócrata. Su fórmula ganadora, la promesa de que los ciudadanos de una gran ciudad pudieran afrontar el coste de la gran ciudad, significaba que debían ser más atrevidos en sus apuestas políticas. Pero lo que Carville afirma va mucho más allá. “La plataforma económica más populista desde la Gran Depresión” son palabras mayores.

Late a izquierda y derecha una convicción de fondo que Carville expresa de manera nítida: "La era de las políticas a medias ha terminado"

Es probable que un conservador como Ahmari reivindique una visión económica mucho más cohesiva desde la convicción ética, mientras que Carville vea claro un camino para lograr una futura victoria de los demócratas, ya que en su texto razona en esos términos. Pero en ambos casos, como empieza a instalarse en la derecha y en la izquierda estadounidenses, late una convicción de fondo que Carville expresa de manera nítida: “La era de las políticas a medias ha terminado”.

Por qué va ganando la derecha

No son piezas que estén moviéndose únicamente en EEUU, sino que forman parte de una tendencia global. En España, esa visión sobre la necesidad de políticas más atrevidas está dando a la derecha la mayoría absoluta en las encuestas. El bloque conservador une al partido de oposición mayoritario con otra formación, más a la derecha, que maneja un ideario y unas propuestas diferentes de la de los populares. Hay coincidencias en algunos puntos, pero con divergencias significativas en otros. La inmigración es uno de ellos, las políticas verdes otras. Esa diferencia no perjudica a la derecha, sino que amplía su campo de acción, al aunar dos tipos de descontento: el que existe con el partido de gobierno, el PSOE, y el que se dirige contra el sistema.

García Linera estuvo en España para traer una advertencia: es la hora de las políticas económicas radicales para la izquierda

La izquierda carece de esa alianza. Las fuerzas de la izquierda no son complementarias, sino semejantes. Sumar, IU y demás reproducen los mismos marcos que los socialistas y apuestan por ideas similares, solo que tratan de llevarlas más allá: más derechos, acciones más atrevidas en vivienda, más combate antifascista. Las izquierdas nacionalistas transitan por el mismo camino, pero compaginándolo con el aliento territorial y con sus propias ambiciones respecto de los gobiernos de sus comunidades. Podemos es la pieza discordante porque ha adoptado una posición diferenciada, pero no logra ampliar el espectro de la izquierda, probablemente por el desgaste reputacional sufrido.

Este es el principal problema del bloque de las izquierdas y la ventaja esencial del bloque de derechas. En un entorno más o menos igualado, la capacidad de movilización es decisiva. Mamdani, como Bannon resalta, lo vio bien: “La política moderna va de involucrar a los votantes con baja propensión a votar y Mandani logró movilizarlos. Ese es también el modelo de Trump”.

Resuelve ese problema

Álvaro García Linera estuvo recientemente en España. El expresidente de Bolivia no tiene demasiada influencia, entre la izquierda española, pero sí cierta ascendencia. Entre otras cosas, Linera publicó un libro, Qué horizonte, con el hoy caído en desgracia Íñigo Errejón. Acaba de ser fichado como columnista por Canal Red. Linera estuvo en España para traer una advertencia desde Latinoamérica: es la hora de las políticas económicas radicales para la izquierda. Carville y García Linera coinciden: “El dinero es hoy el elemental, el básico, el clásico, el tradicional problema económico y político del presente. En tiempos de crisis, la economía manda, punto. Resuelve ese primer problema y luego el resto”. La izquierda de los derechos está comenzando a percibir el aire de la época.

En España hay un problema para las izquierdas a la hora de trazar ese camino, ya que tienen difícil representar a la vez la continuidad y el cambio. El PSOE gobierna y su apuesta es defender la sociedad de la llegada de la extrema derecha al poder: contrapone las buenas cifras macro y la garantía de los derechos adquiridos frente a una opción involucionista. Sería extraño proponer un programa bastante más avanzado en lo económico cuando lleva años en el poder, es decir, cuando podría haberlo llevado a cabo. A los partidos de izquierda que forman parte de la mayoría de investidura les ocurre igual: si ponen sobre la mesa un programa más radical en lo económico, estarían impugnando en buena medida a un gobierno del que forman parte. Una posición político-electoral que resalta la gestión realizada y los avances sociales logrados y que prometa avanzar por esa misma senda es la opción que encuentran más razonable. Pero, al actuar así, se quedan en el marco de la continuidad y no pueden representar el cambio, por lo que no amplían el número de votantes del bloque. Justo lo que Vox sí puede hacer por el lado de la derecha.

"En tiempos de crisis, la economía manda. Punto". La pérdida de nivel de vida y las ansiedades ligadas a ella marcan la política

Podemos fue tácticamente más inteligente, porque rompió con Sumar y no ha dejado de impugnar al gobierno desde entonces, lo que le otorga una posición propia, pero no es una fuerza que esté ensanchando el campo. Sigue por debajo de Sumar en las encuestas, que ya es decir. Ni siquiera cuando el PSOE afirma del poder judicial lo que Podemos llevaba tiempo manteniendo, los de Iglesias han sido capaces de ganar aprecio popular. Quizá sea por pérdida de credibilidad entre los votantes, o quizá porque sus apuestas se circunscriben a unas constantes (la monarquía, los jueces, los medios de comunicación) que difícilmente pueden ganar nuevas simpatías. De hecho, el giro de época en distintos niveles al que estamos asistiendo no han conseguido que los partidos de izquierda cambien su rumbo, sino que los han ratificado en aquello que ya pensaban: el PSOE en las libertades, las cifras macro y la lucha contra la ultraderecha, Sumar en la necesidad de “feminizar, rejuvenecer y racializar los cargos de la izquierda plurinacional” y Podemos en el combate contra el régimen del 78. Ninguno de ellos parece haber escuchado los mensajes que se escuchan de fondo: “En tiempos de crisis, la economía manda. Punto. Arregla eso y luego todo lo demás”. La pérdida de nivel de vida y las ansiedades y estrecheces ligadas a ella están marcando la política.

La principal estrategia de las izquierdas de cara a las elecciones es la de evitar que el reparto de voto entre varias opciones les haga daño. Hay que jugar las cartas en la mesa de la ley D’hondt. En ese contexto, más que ampliar el campo, tratan de repartir mejor el existente. Los partidos a la izquierda del PSOE, además de su fragmentación, sufren una dificultad añadida. El candidato que goza de mayor popularidad, Gabriel Rufián, pertenece al partido equivocado. ERC, como Bildu, no ven útil en ningún sentido una alianza de las izquierdas. Rufián ha emergido, más bien, como el líder del espacio nacional a la izquierda del PSOE, pero allí tampoco cuenta con apoyos, y más cuando su relación con Díaz es manifiestamente mejorable. Es un líder sin partido frente a unos partidos sin un líder común.

La reacción

En ese instante de detención histórico de las izquierdas nacionales, hay un contexto político que avanza rápidamente. Las opciones electorales que han tenido más éxito en los últimos años son aquellas que impugnaron no solo al rival, sino a su propio espacio. Macron llegó al poder contra el partido socialista del que formaba parte, Meloni impugnó a la derecha tradicional italiana, Trump combatió contra el partido republicano, Mamdani ganó las elecciones en Nueva York porque refutó al establishment demócrata. Incluso Sánchez tuvo que enfrentarse al partido socialista para llegar al poder. Son tiempos diferentes porque hay descontento y los electores buscan nuevos caminos de salida. La diferencia entre bloques electorales en España es que una parte significativa de ese malestar, ligado a la derecha, se ha visto atraído por Vox, que también ha captado a votantes desapegados de la política. La izquierda lo consiguió hace una década, ya no. 

Las piezas ideológicas se mueven en el plano internacional porque hay una demanda de cambio en las sociedades occidentales. Las izquierdas españolas no están dispuestas a aceptar la profundidad de esa transformación, en parte porque conllevaría impugnar la línea ideológica que ha seguido los últimos años, en parte porque carecen de imaginación para trazar nuevos caminos. No son capaces de entender por qué Carville publica ese artículo, ni el sentido de la promesa que las derechas trumpistas han puesto sobre la mesa, ni siquiera lo que está pasando en Latinoamérica. Pero todo esto es eventual. La paradoja es que donde mejor se está intuyendo el signo de los tiempos es en la Moncloa, no en los partidos a su izquierda. Veremos novedades en ese sentido, y serán instigadas por el gobierno."

(Esteban Hernández , El Confidencial, 30/11/25) 

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