“Es un momento histórico que marca otra etapa en el proceso de transformación del modelo bancario. Tras una década de constante aumento del apalancamiento como fuente de beneficios, los eventos de los últimos meses han mostrado que el riesgo inherente en esa estrategia era demasiado alto. Con apalancamientos de 20-30 veces (es decir, activos 20 o 30 veces superiores al capital, financiados con deuda) en el caso de Bear Stearns y Lehman Brothers, y de 50-60 veces en el caso de las GESs, un pequeño error de cálculo puede costar muy caro. El error de cálculo en estos casos fue la hipótesis de que los precios de la vivienda estadounidense continuarían aumentando, aunque fuera a un ritmo menor. La posibilidad de una deflación inmobiliaria no entraba en los cálculos. Cuando se hizo realidad, el enorme peso de la deuda de estas entidades se hizo insoportable, y han ido cayendo una tras otra.
La incertidumbre es tremenda. En las últimas décadas el crecimiento de la deuda en el mundo desarrollado ha sido tal que representa dos o tres veces el valor del PIB. Y la lección más clara de los eventos de los últimos 12 meses es que el exceso de endeudamiento se paga muy caro. Lo hemos visto en todos los aspectos: a nivel macroeconómico, las economías más afectadas han sido aquellas con mayores déficits por cuenta corriente, normalmente asociados a un rápido crecimiento del crédito (EE UU, España, Reino Unido, Australia o Nueva Zelanda). (…)
Y, en economía, la deuda te hace vulnerable, sobre todo ante los cambios de humor de los prestamistas.
Y en estos momentos los prestamistas se han vuelto muy precavidos, por dos razones. La primera, porque con tantos problemas alrededor, la confianza en la calidad de los balances se ha desvanecido. La segunda, y quizá más importante, porque ante semejante incertidumbre la estrategia correcta, desde un punto de vista de gestión del riesgo, es reducir el volumen de actividad y de riesgos.” (ÁNGEL UBIDE: El peso de la deuda. El Pais, 16/09/2008)
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