"Atenas, toda Grecia, ha reventado. (...)
Tampoco nos resultan ajenas las reacciones ante la ausencia de futuro para nuestros jóvenes, ante la crisis económica generalizada, ante la creciente exclusión social o ante la falta de vitalidad de nuestras instituciones educativas. Todas estas cuestiones forman parte del signo común de los tiempos y de los países en que vivimos. (...)
¿Cuál es el telón de fondo que ha propiciado este estallido de violencia? En primer lugar, y antes que nada, la existencia de una clase política totalmente distanciada del ciudadano. El Gobierno -pasivo, hermético- ha generado un clientelismo que no ha hecho sino agrandar la fractura social entre élites y clase dirigente y el pueblo, en el que hay que incluir a una gran clase media y a la pequeña burguesía. (...)
¿Cuál es la gran lección de todo esto? La primera, y positiva, es la fuerza del grito de los más jóvenes, realizado como legítima protesta. La segunda es que se debió haber actuado a tiempo, y así evitar esa consternación colectiva en que se halla sumido un país que no quiere volver a jugar con su democracia y con su Estado de derecho. Actuando a tiempo, Alexandros no habría muerto. Y con el grito hubiera bastado para que la clase política se diera por aludida. (...)
o que ha habido en Grecia estos días ha sido -cuando escribo estas notas los helicópteros se oyen sobre el cielo de Atenas, los disturbios con la sigla "A" en un círculo continúan, las piedras son trozos de mármol de hasta cinco kilos, la Biblioteca de la Facultad de Derecho estuvo toda la noche en llamas- una revuelta antisistema irresponsable, violenta y desprovista de significado, a medio o largo plazo. Quien paga las consecuencias seguirá siendo el pueblo, en plena crisis económica global" (BLANCA VILÀ: La lección griega. (El País, ed. Galicia, Opinión, 16/12/2008, p. 27 )
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