Los expertos usan el término inglés, craving, porque no encuentran otro que describa tan claramente el ansia desmedida por consumir cocaína, la droga más adictiva y con más recaídas. "Es la que más aumenta el flujo de dopamina, la que más altera el cerebro", explica Diego Urgelés, coordinador médico del Centro de Asistencia Integral al Cocainómano (CAIC), de la Agencia Antidroga de Madrid. "La heroína da más placer, pero no modifica tanto las estructuras cerebrales. Cuando una persona se enfrenta a una intersección de opciones siempre elige la que asocia con la dopamina, por eso es tan difícil dejar la cocaína. Si te estuvieran dando martillazos en la cabeza mientras la consumes, te acabaría gustando". (...)
España es, tras Reino Unido, el país europeo con mayor consumo. El 5,8% de la población de entre 15 a 24 años la ha tomado en el último año; el doble que hace una década. Pero lo que más alarma a los expertos son los adolescentes. El 4% de los chavales de entre 14 y 15 años la han probado. Y cuanto antes se toma, más maleable es el cerebro y más probabilidades existen de desarrollar una adicción.Lo que lleva al quid de la cuestión: un 9% de los consumidores son adictos. Un 4% desarrolla la adicción al año de probar la primera raya, pero la mayoría tarda más. Seis, ocho años. Puede que más. La cocaína no consume físicamente ni tumba como la heroína o el alcohol. Se puede consumir hasta la ruina o hasta explotar. (...)
A las ganas desenfrenadas y al autoengaño se añade un obstáculo: no existe un fármaco que anule sus efectos o sustituya a la coca. La heroína tiene la metadona; el alcohol, el antabús; el tabaco, la nicotina. Pero la coca, al menos de momento, se deja a pelo." (El País, ed. Galicia, Sociedad, 04/01/2009, p. 26)
"Probé la coca a los 24 años en una fiesta de Nochevieja. Muy pronto empecé a consumir solo. Me encerraba en mi cuarto a ver pelis porno, beber y meterme rayas. Enseguida perdí el control. Era tomarme una cerveza y tener apetencia. Tenía rachas. Podía tirarme dos semanas sin probarla, pero si empezaba no tenía fin. Un gramo, otro y otro. Llamaba a los camellos a cualquier hora. Un día toqué fondo. De pronto sentí que alguien quería matarme. Salí de casa y me escondí en un supermercado. Me sacó la policía, pero yo seguía convencido".
"Cuando se me pasó, me metí otra raya. 24 gramos en dos días. A partir de aquello cambié. La coca te quita el dinero (debo 14.000 euros), las ganas de relacionarte, de hacer deporte, de todo. El 1 de octubre de 2007 fui al terapeuta y lloré como una Magdalena. Ahora sé que soy un enfermo, un adicto. Al poco de empezar la terapia me enganché a las máquinas tragaperras. Luego a ir de putas. Ahora lo controlo, aunque a veces compro por Internet cosas que no necesito. He dejado de beber y sé que no debería ver a mis amigos". (El País, ed. Galicia, Sociedad, 04/01/2009, p. 26)
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