9.1.09

Los "poceros"

"Enrique Bañuelos (Sagunto, 1966) apareció en el mercado como un nuevo alquimista. Alguna razón tenía de su parte: conocía la fórmula para convertir un solar de terreno baldío en una mina de oro. En ningún sitio como en España la suma de dinero barato, legislación sin restricciones y bonanza económica podían originar que el valor de una hectárea de tierra improductiva alcanzara el nivel de una piedra preciosa. (...)

Astroc, su empresa, la madre de un proyecto de inmobiliaria internacional que ofreció por medio mundo, ha desaparecido del mercado de valores. Su cotización llegó a multiplicarse por 1.000 en apenas un año. (...)

La biografía de Bañuelos comenzó a rodar a demasiadas revoluciones a partir del año 2006. De ser un desconocido pasó a formar parte del selecto club de los 100 hombres más ricos del planeta, según la revista Forbes. Con razón afirmaba Bañuelos que para él "un año dura tres meses". "No me encariño con las cosas", afirmaba. Compraba empresas y vendía nuevos proyectos en cualquier parte del mundo. (...)

Adquirió un jet privado, el mismo Falcon 900 que usaban los grandes patronos de la economía española. Pero no quería ser un igual, quería diferenciarse, así que adquirió un modelo con una característica de la que carecían los otros: el jet de Bañuelos disponía de detector antimisiles. O así lo afirmaba. (...)

Luis Portillo (Sevilla, 1962). Si Bañuelos había hecho dinero en el entorno de la Comunidad Valenciana sacando partido de la figura del agente urbanizador (una novedad en la ley urbanística que permitía convertir en urbanizable un suelo rústico con la simple presentación de un proyecto inmobiliario), Portillo era el exponente de la explosión urbanística andaluza. (...)

Ambos hicieron mucho dinero bajo el amparo de sus contactos políticos y la complicidad de las cajas de ahorros locales. (...)

Portillo comenzó a ser un hombre de excesos. Entre su patrimonio figura una propiedad que llama la atención, un colegio. Todas las fuentes consultadas para este reportaje ofrecen la misma versión de aquella adquisición. Las diferencias entre la dirección del colegio y Portillo, relacionadas con los estudios de una de sus hijas, acabó con una acción terminante: Portillo compró el colegio y despidió al director. Pudo haber sucedido algo parecido tiempo después cuando, tras un incidente en un hotel, Portillo quiso saldar el problema con idéntica actitud y amenazó en público: "Esto lo arreglo en un momento: compro el hotel, despido al director y me quedo tan tranquilo".

Ahora Colonial, la joya de su patrimonio, lleva tres meses sin vender un piso y lucha para evitar la suspensión de pagos. Y Portillo ha perdido la presidencia de la empresa.

"Gestionar como gestionaron estos personajes no tiene ningún misterio", explica un catedrático, consultor en el sector, que no autoriza a dar su nombre. "En una época de dinero barato y en un sector sin tarifas reguladas donde podían obtenerse márgenes extraordinarios, estos empresarios se fueron de compras sin darse cuenta de que caminaban con muletas. Y si pierdes la muleta, te caes. Eso es lo que pasó". (...)

Fernando Martín... De nuevo, las mismas claves: amistad con ediles y amparo de los bancos...
"Ya no aceptaba cualquier invitación, comenzó a poner condiciones", explican. Martín dio también un paso adelante y quiso convertir su empresa, Martinsa -una sociedad de estructura familiar donde su mujer trabajaba como responsable de marketing- en algo más. También salió de compras. Adquirió Fadesa y entró en bolsa. Total, costaba 4.000 millones de euros. (...)

... qué personalidad desarrollaron cuando vivieron en la cresta de la ola. De todos los protagonistas del desplome del sector inmobiliario, sólo Luis del Rivero (Murcia, 1950) tiene un perfil menos ondulante: autoritario, prepotente, irascible y ambicioso.Nadie discute estas características del personaje. Por ello, quizá, Luis del Rivero, una vez instalado en Sacyr-Vallehermoso, quiso jugar la apuesta más alta. Sus amistades no se limitaban a los Gobiernos locales. Picaba en el Gobierno central. Picaba más alto. No se fijó en inmobiliarias ni en constructoras. Buscó el asalto a un banco (BBVA) y, cuando fracasó, optó por el sector energético entrando, entre otras empresas, en el capital de Repsol. Ahora, Luis del Rivero necesita vender su participación en Repsol para intentar salvar su imperio (...)

De entre todos estos personajes, el más explosivo fue Enrique Bañuelos. Nadie puede predecir dónde habría querido llegar. Si alguien puede representar los extremos de la burbuja es este hombre criado en Sagunto que cayó al vacío tan rápido como pareció subir al cielo. Porque, a diferencia de sus compañeros de bancarrota, Enrique Bañuelos se trabajó una biografía como medio para obtener un fin. Tenía dotes para hablar en público. Dotado de una energía contagiosa, transmitía y convencía. (...)

Proyectar una imagen de éxito fue un empeño premeditado. Si para darse a conocer en Nueva York fue capaz de organizar una paella para 25.000 comensales en Central Park es porque no había límites a su necesidad de ser conocido y reconocido. Pagó lo que fuera necesario para estar presente en algunos actos sociales de Nueva York, encontró sitio para formar parte de una delegación que acompañó a la visita del Príncipe de Asturias a la Casa Blanca. No dudó en gastarse un millón de euros para ser uno más de los selectos empresarios españoles que invertían en la Fundación Procenic, cuyos fondos se destinaban a la investigación cardiovascular dirigida por el cardiólogo Valentín Fuster. (...)

Su proyecto cayó como un castillo de naipes a partir de abril de 2007. La cotización se desplomó a pesar de sus esfuerzos por sostener el valor a fuerza de comprar en el mercado. En unos días empleó todas sus energías, y mucho dinero, para mantener a flote su imperio, pero alguien le traicionó. Alguien de los suyos, de quienes compartían viaje con él en el accionariado de Astroc. Alguien vendió dos millones de acciones y tumbó irremediablemente a Bañuelos." (El País, Domingo, 28/12/2008, p. 8/9)

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