"La receta para la resolución de una crisis bancaria sistémica es bien conocida y la hemos discutido en esta columna varias veces, siguiendo el modelo sueco de principios de los años 90, aplicado con éxito en las múltiples crisis bancarias de los mercados emergentes en 1997-98: acometer una evaluación rigurosa de las pérdidas, cerrar los bancos insolventes, recapitalizar los bancos solventes pero con problemas (o los insolventes pero demasiado grandes para poderlos cerrar de manera ordenada) y transferir los activos tóxicos fuera del balance para que los bancos puedan retomar la actividad crediticia.
Si los activos tóxicos permanecen en el balance los directivos de los bancos dedican una gran parte de su tiempo a gestionar los activos con problemas -en otras palabras, los bancos se dedican a minimizar perdidas, en lugar de maximizar las ganancias- y por tanto actúan de manera muy conservadora. Por tanto, aunque los bancos reciban infusiones de capital, serán muy cautos a la hora de prestar. (...)
El crédito no fluye porque las autoridades, hasta ahora, no han querido seguir el modelo sueco de resolución de crisis bancarias. Y la razón es sencilla: por una parte, implica reconocer que existe una crisis sistémica del sistema bancario; por otra parte, el coste fiscal ex-ante (no ex-post, ya que en muchos casos los gobiernos acaban generando beneficios de la gestión de estos activos) es elevado, ya que hay que capitalizar una institución pública que se haga cargo de los activos tóxicos. El debate en EE UU ha completado el círculo: en octubre pasado se anunció que se comprarían activos tóxicos, luego que se recapitalizarían los bancos, finalmente han entendido que hay que hacer las dos cosas a la vez." (ÁNGEL UBIDE: El remedio sueco. El País, ed. Galicia, Economía, 23/01/2009, p. 24)
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