22.12.09

La democracia corrupta

"La corrupción es hoy una pandemia que todo lo invade, que todo lo pervierte. La vida política, la realidad económica, las prácticas sociales, las acciones del gobierno, los modos y fines de la sociedad civil, la esfera del ocio, el mundo del trabajo, los múltiples procesos culturales en los que intervienen y la inmensa mayoría de los que afectan a los seres humanos en su conjunto son, cada vez más, objeto de estragamiento en sus fines, de adulteración en sus modos, de perversión total de su naturaleza y objetivos.

(...) quiero abordar la problemática de su corrupción radical, es decir, de la corrupción de su naturaleza misma, que ha transformado su triunfo en una lamentable estafa. Que ha sido consecuencia de la intervención de las condiciones dominantes, estructurales e ideológicas de la sociedad actual, en su práctica operativa. (...)

Para Rancière este planteamiento clásico tiene como objetivo principal la conciliación de dos fines, que sus formuladores consideran, no sólo compatibles sino esencialmente complementarios: el gobierno de los mejores y el de aquellos que defienden el orden social impuesto por los propietarios.

Gracias a la conjunción de ambos protagonismos y a la feliz combinación de las leyes e instituciones que impone la democracia, la clase dominante -burguesa y propietaria- dispone de los instrumentos necesarios para ejercer su dominación y dar, además, cabida a todos los deseos sin cuenta de la sociedad de masa moderna. (...)

Sin embargo, sólo la conjunción de realismo y exigencia podrá permitirnos superar la impotencia democrática a que nos condenan las tres características dominantes de la sociedad actual. En primer lugar, la glorificación del individuo, con la afirmación sin limites del yo, del sí mismo que cancela la existencia de los otros y de lo otro, absolutiza el individualismo e instituye esta avasalladora auto-celebración, este narcisismo plenario en el ideal de la existencia humana, destruyendo todos los vínculos sociales e incluso la mera referencia al otro. Zygmunt Bauman ha desarrollado el concepto de liquidez social para describir esta fragilización de todos los lazos sociales y de las formas más eminentes de las relaciones interpersonales.

Entre ellas, y de manera principal, la sustitución del amor por la consideración del cálculo costo/beneficio, de acuerdo con el cual, los miembros de cada pareja deciden clausurar o continuar su ejercicio amoroso. Lo mismo habría que decir de la implosión de la familia, responsable del extraordinario aumento de la soltería; del dramático destino de los viejos, convertidos en verdaderos desechos de la sociedad; para no hablar de la mercantilización de los nuevos ámbitos convivenciales, como las redes de sociabilidad, los espacios de encuentro o los mercadillos de bebés y de óvulos.

Frente a esta degeneración, George Orwell, ya en su tiempo, y en el nuestro Christopher Lasch nos proponen recurrir a la common decency, a la decencia ordinaria, que debe ayudarnos a agruparnos según afinidades e intereses altruistas; o incluso a recuperar la dimensión de lo colectivo y de la solidaridad espontánea, que Toni Negri y Michael Hardt defienden en sus obras Empire y Multitude. (...)

Conviene añadir que esa lógica que es la del mercado, está anclada en la escasez y en el egoísmo a las que hay que oponer el don y la gratuidad, también ilimitadas, pero susceptibles además de hacer posible y de consagrar la diversidad. Aunque sin olvidar, que la mitificación de lo diverso, proscribe lo igual y que la prédica del pluralismo, esconde casi siempre, como sostiene Walter Benn Michaels (en The Trouble with diversity cuando escribe "múltiple sí, pero a mi modo"), una incoercible voluntad de dominación.

A lo que cabría añadir, que una de las causas principales de la crisis de la democracia es el incontrolable crecimiento de las demandas que se dirigen a los gobernantes, derivadas de la pluralidad/multiplicidad de opciones, ideológicas y políticas, que tienen su origen en la sociedad y buscan en ella su imposible satisfacción. La cuidadosa ocultación de esta imposibilidad y su embellecido travestimiento por la retórica política y por las incumplibles promesas de los políticos es hoy la más frecuente y penosa de las formas de corrupción de la democracia." (JOSÉ VIDAL-BENEYTO: La corrupción de la democracia. El País, ed. Galicia, opinión, 12/12/2009, p. 41)

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