Supimos dar lo mejor de nosotros mismos mientras nos mantuvimos unidos y con un proyecto común. Antes de que la propia sociedad se fragmentara a su vez en la cultura del pelotazo, la insolidaridad y la fiebre privatista. Antes de que se diluyera nuestra creatividad bajo el peso de la banalidad de la cultura de masas.
Si, como se dice, nuestra identidad se forja a través de la mirada de los otros, ésta que ahora nos arrojan debería hacernos reaccionar. Gracias a ella al fin hemos podido vernos en nuestra relativa desnudez. Bienvenida sea, a pesar de sus distorsiones, si al menos sirve para ponernos en nuestro sitio, para disipar nuestra pretenciosidad de nuevos ricos y emplearnos a fondo, con humildad, en la reconstrucción de eso que hemos perdido.
Pero no vamos bien cuando esas críticas que vienen de fuera se utilizan exclusivamente como crítica al Gobierno, ignorándose que de este desastre somos responsables todos, cada uno a nuestro nivel. El Gobierno tendrá su parte, pero no sólo él. Bien pensado, nuestro gran pecado puede que no haya sido sólo el luciferino de la soberbia; ha sido el de la irresponsabilidad generalizada. Es importante que no erremos al hacer el diagnóstico.
No desesperen, quienes ahora nos miran con displicencia ignoran que tenemos una importante ventaja comparativa. Fuimos uno de los pocos países que supieron reinventarse en un tiempo récord y bajo condiciones tremendamente difíciles. Quién sabe, si nos sirve para reencontrar el camino igual esto de la crisis acaba siendo una oportunidad. Pero no nos equivoquemos, nada ni nadie nos va a salvar si no nos sentimos todos aludidos." (FERNANDO VALLESPÍN: La mirada de los otros. El País, ed. Galicia, España, 05/02/2010, p. 17 )
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