"García López suele documentar todo aquello de lo que habla, y así hizo en su exposición de ayer, dibujando un sistema financiero gallego que en nada se parece al actual. "Los montes de piedad, que fueron constituidos por la Iglesia o por colectivos sociales muy diversos, nacieron como una necesidad para luchar contra la usura, fueron la palanca para la liberación de los más humildes de aquellos que los sometían cobrando por todo, y obligando a empeñar joyas, pero también sábanas y enseres".
Esa concepción de lucha contra la usura forma parte de los estatutos fundacionales de la que en 1876 se llamaría la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de La Coruña. Según las actas de la época, la entidad que nació al abrigo de la Sociedad de Crédito Gallego se definía por ser "un establecimiento benéfico y humanitario que, funcionando dentro de la moral, atiende a las necesidades del pobre, ofrece beneficios módicos y seguros a todas las clases trabajadoras y virtuosas de la sociedad, ya para depositar los ahorros, ya para los efectos de que en casos dados necesiten disponer para atender a sus enfermedades y a las demás penurias de la vida". Y todo, con una condición: "Sin entregarse a la usura o a los vecinos que en poco tiempo les dejan sin medios de vivir y sin salud", rezan dichos estatutos.
Aquella entidad que hoy recuerda el notario nació con préstamos al 6% de interés, que contrastaban con el 60% de tipo anual, el 5% mensual, que había que abonar en la época cuando se solicitaba un crédito a un usurero. "A veces los tipos de interés eran lo de menos, la cuestión estaba en la entrega de viviendas por adelantos de dinero, con el compromiso de recompra firmado por los más humildes, lo que llevada al final a quedarse sin el inmueble o la tierra", recuerda el historiador. "De ahí", dice, "que naciesen los montes de piedad como un auténtico movimiento social".
¿Y qué queda de todo aquello? Muy poco, parece. En su opinión, una caja de ahorros hoy en día no se diferencia de un banco. "Está la obra social, sí", admite, "pero los bancos también tienen fundaciones". "Y todo ello", matiza, "con la peculiaridad de que no se sabe quiénes son los dueños de las cajas".
La metamorfosis ha sido gradual, según explica. "Después de la Guerra Civil y hasta que en plena transición Fuentes Quintana abordó sus reformas, las cajas de ahorros tenían unos fines más abiertos, con un mayor espectro de actuación". En esa línea, apela al eufemismo de una actividad "al servicio de la financiación de los intereses nacionales". Es así como las cajas tenían la obligación en plena dictadura de comprar deuda pública emitida por el Estado, y también de invertir en determinadas iniciativas o empresas, "como podrían ser el Instituto Nacional de Industria o compañías públicas como Telefónica". (...)
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