Pero es que, además, esa productividad ha ido creciendo menos que la de otras economías europeas. La productividad total de los factores, que es lo que indica el paso relativo a la economía del conocimiento, fue en España seis veces menor que, por ejemplo, países como Francia, Alemania o Reino Unido.
¿Cómo afecta nuestro viejo modelo a esa falta de competitividad? Está basado en tecnologías muy convencionales; es intensivo en trabajo y en empleo poco cualificado; está escasamente basado en el conocimiento; el mercado de trabajo es dual, de poco valor añadido y baja productividad; y hay un predominio neto de la pequeña y mediana empresa, un colectivo que se caracteriza por su baja capacidad para adaptarse a los cambios porque no tiene el tamaño suficiente para aprovecharse del empleo cualificado ni de las economías de escala (las pymes dan ocupación en España al 90% del total de los trabajadores y generan algo más del 87% del PIB).
Pues bien, el peso de los sectores de alta tecnología (electrónica, farmacia,...) en el PIB es tres veces menor en España que en los países con los que nos comparamos, mientras que es la mitad en los sectores de tecnologías media alta (química, automoción o maquinaria).
Hace apenas un año, la Fundación Cotec lanzó un SOS para preservar al menos, dentro de la crisis económica, al núcleo del sistema español de innovación que debería ser el fundamento del nuevo modelo de crecimiento. El agobio de la coyuntura impidió que se escuchase la llamada.Pero ese sistema, pese a su evolución positiva y rápida de los últimos años, es minifundista: apenas 11.000 empresas privadas y un millar de grupos públicos de investigación (universidades) basan su competitividad en la investigación propia, lo que significa poco más de 133.000 investigadores." (JOAQUÍN ESTEFANÍA: La gripe y el cáncer. El País, ed. Galicia, economía, 28/06/2010, p. 25)
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