Tal y como demuestra el análisis de costes y beneficios realizado por el economista especializado en cambio climático Richard Tol, cualquier programa regional de reducción de las emisiones de carbono tendrá un efecto minúsculo en el aumento de las emisiones y las temperaturas de todo el planeta. No se trata de un argumento en contra del desarrollo de dichos programas, tan sólo es la prueba de que es fundamental que las cifras cuadren.
La UE recientemente expuso que cumplir sus objetivos de emisiones costaría 39.000 millones de libras anuales (alrededor de 47.000 millones de euros). Esta cifra es improbablemente optimista. Al realizar una media de los modelos económicos mejor valorados se desprende que, aunque los políticos cumplan exactamente sus políticas, el coste ascendería como mínimo a 90.000 millones de libras al año (unos 100.000 millones de euros).
Y Europa no está siguiendo las políticas al pie de la letra. En lugar de ello, ha empeorado la situación al introducir más burocracia, complicaciones y limitaciones, en especial con el objetivo del 20 por ciento en energías renovables. Es algo que resulta costoso porque las fuentes de energía "ecológicas" conocidas, como la energía eólica y la solar, cuestan más que sustituir el carbón por el gas. Por consiguiente, el coste real de la política de la UE puede ascender incluso a 170.000 millones de libras (alrededor de 200.000 millones de euros).
En su estudio para el Copenhagen Consensus Centre, Tol evaluó los beneficios económicos netos de esta política. Teniendo en cuenta la estimación convencional de que una tonelada de dióxido de carbono puede producir alrededor de 7 dólares (4,50 libras) de daños, concluyó que el beneficio total de la política de la UE era tan sólo de 5.700 millones de libras (alrededor de 6.800 millones de euros). Es decir, cada euro invertido probablemente generará sólo beneficios por valor de tres céntimos. Mi investigación demuestra que a finales de este siglo, el enfoque de la UE reducirá el aumento de la temperatura en aproximadamente 0,05 ºC, una cantidad casi demasiado pequeña para medirse.
Lo trágico es que la UE podría haber actuado mejor por el bien del mundo y por su propio bien. Por mucho menos de 8.000 millones de libras al año (9.600 millones de euros), la UE podría haber reducido a la mitad la incidencia de la malaria, donar micronutrientes (en especial vitamina A y zinc) al 80 por ciento de los niños que sufren desnutrición en el mundo y evitar un millón de muertes por tuberculosis.
Los líderes de la UE no deben abandonar la lucha contra el cambio climático. Pero en lugar de gastar sumas ingentes de dinero en una política sin sentido, deberían invertir en el desarrollo de alternativas energéticas ecológicas. El motivo por el que cuesta tanto reducir las emisiones de carbono es que las alternativas ecológicas están lejos de poder sustituir al petróleo y otros combustibles fósiles. Si se cambia esta situación, invirtiendo en I+D, se acaba con el estancamiento global del cambio climático. Si contáramos con fuentes energéticas ecológicas y asequibles, todos los países las comprarían, incluidos China e India, y las emisiones a largo plazo descenderían de forma importante.
Lo que no debe hacer Europa es seguir un camino que no tiene ningún sentido económico. Y aún así, parece estar decidida a seguir su temerario rumbo." (PressEurop, 19 julio 2010 , citando al The Daily Telegraph Londres)
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