"Miremos los datos y analicemos los del país donde se inició la crisis: EEUU. Según afirma el que fue ministro de Trabajo bajo la Administración Clinton, Robert B. Reich, en el artículo How to end the Great Recession (The New York Times, 03-09-10), el salario medio del hombre trabajador (ajustado a la inflación) en aquel país es más bajo hoy que hace 30 años.
Este descenso ha forzado a las familias estadounidenses a que –a fin de mantener su nivel de vida– más miembros de la familia trabajen, siendo ello una de las causas más importantes de la integración de la mujer al mercado de trabajo. Mientras que sólo el 32% de las mujeres con niños trabajaba en 1970, hoy lo hace el 60%. Otra manera de compensar la bajada de salarios ha sido aumentar las horas de trabajo. El trabajador en esta década está trabajando 100 horas más al año (y la trabajadora 200 más) que hace sólo 20 años.
Pero, incluso con estos cambios, la capacidad adquisitiva de las familias ha ido bajando, lo cual les ha forzado a endeudarse. Las familias estadounidenses se endeudaron hasta la médula, lo que pudieron hacer porque el aval de sus deudas, la vivienda, iba subiendo de precio. Hasta que la burbuja explotó. Y ahora las familias tienen una enorme deuda. Nada menos que 2,3 billones de dólares. (...)
Como dice Robert B. Reich, los superricos tienen tanto dinero que consumen un porcentaje menor de su renta que el ciudadano normal y corriente. O sea, que el 23,5% de la renta nacional que controlan se utiliza menos en consumo y demanda que si lo tuvieran personas normales y corrientes.
La demanda total, que es la que mueve la economía (pues es la que estimula el crecimiento económico y la creación de empleo) ha descendido dramáticamente, en parte porque la mayoría de las familias ha perdido gran capacidad de consumo y los superricos han sacado del consumo el 23,5% de la renta total del país, consumiendo mucho menos que el ciudadano medio. (...)
Y por si esto fuera poco, la situación se agrava incluso más como consecuencia de que los superricos depositan su dinero en paraísos fiscales y/o invierten en actividades especulativas que tienen elevada rentabilidad, como los famosos hedge funds, facilitado por la desregulación de los mercados financieros. Y ahí está la raíz de la crisis financiera y el colapso del sistema bancario, que ha sido salvado con fondos públicos –es decir, impuestos– procedentes de las familias profundamente endeudadas.
La solución es fácil de ver. Se requiere una redistribución de las rentas de manera que el 1% de la población vuelva a tener el 9% de la renta nacional (en realidad, con el 3% bastaría). Con ello se aumentaría el consumo, y así el estímulo económico y la creación de empleo.
Es más, las intervenciones redistributivas del Estado generarían más recursos públicos, con los cuales se podría, incluso, crear más empleo, resolviendo el mayor problema que hoy existe, que es el elevado desempleo. Pero los superricos, junto con los ricos y las clases medias de rentas altas (el 20% de la población) se oponen por todos los medios a estas políticas redistributivas. " (Vicenç Navarro, en www.vnavarro.org: La causa de la crisis)
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