El sector financiero ha sido sin duda el gran beneficiado del proceso de globalización. La liberalización acelerada de los mercados de capitales se ha traducido en un crecimiento exponencial de los intercambios financieros. Su volumen supera ya el 70% del PIB mundial, y sigue creciendo.
El Banco Internacional de Pagos de Basilea aportaba un dato revelador: el mercado de divisas en abril de 2010 movía un volumen un 20% superior al de 2007, antes de la crisis. Esto significa que cada día se realizan operaciones cambiarias por valor de cuatro billones de dólares, pero solo un 2% llevaban asociados intercambios comerciales. (...)
Según la consultora Mckinsey, el sector financiero duplicará sus resultados de aquí a 2016 y la identifica como la actividad más rentable del mundo, incluso por delante de la industria extractiva. El FMI ha señalado recientemente que está "insuficientemente gravado y es quizás demasiado grande", por lo que propone medidas correctoras sobre "el exceso de beneficios" de la actividad financiera.
Hoy son necesarias propuestas que aborden su deficiente regulación y su excesivo tamaño, pero que tengan también un claro potencial recaudatorio. (...)
Tan solo en Estados Unidos, el rescate del sector financiero costó a los contribuyentes más de 700.000 millones de dólares. Sin embargo, los beneficios anunciados por la banca durante el primer semestre de este año rondan el billón de dólares a nivel global, sin que ello haya resultado en un aumento, cuando menos equivalente, en el acceso al crédito para las familias y las empresas.
En los países más pobres la crisis se traduce en hambre y en una mayor dificultad para cubrir las necesidades básicas como la educación o la salud. Oxfam ha calculado que la crisis económica ha creado un agujero fiscal de 65.000 millones de dólares en los países más pobres y todavía hoy una de cada seis personas en el mundo no sabe si podrá comer al día siguiente.
El comportamiento irresponsable de determinados componentes del sector financiero ha estado en el origen de la crisis. Las medidas que se adopten han de ser progresivas y recaer de manera especial sobre quienes nos han conducido a este desequilibrio económico, contribuyendo al coste de la recuperación al mismo tiempo que se aborda una reordenación de fondo contra la especulación excesiva.
Después de un período de impasse, hoy por fin tenemos una batería de propuestas a debate. Una de las alternativas con mayor capacidad, por su potencial impacto recaudatorio, y por su efecto corrector, es la aplicación a nivel global de una tasa sobre las transacciones financieras internacionales (TTF).
Una idea muy simple, pero muy efectiva: aplicando un impuesto muy pequeño (de solo el 0,05%) sobre todas las transacciones financieras internacionales podrían recaudarse más de 300.000 millones de euros anuales. Trasladado al escenario español, podrían recaudarse hasta 6.300 millones de euros anuales según la Fundación Ideas.
Esta medida se aplicaría sobre las transacciones financieras internacionales entre operadores profesionales, con un amplio perímetro de cobertura, incluyendo las que se realicen fuera de los mercados organizados y sobre los derivados financieros. El 80% de estas operaciones son esencialmente especulativas o de muy corto plazo, totalmente al margen de la economía real.
La fuerza recaudatoria se acompañaría de una capacidad de reducción de la volatilidad del mercado al penalizar los movimientos rápidos y sucesivos. Su peso es insignificante para la inversión real, incentivando entonces sí las actividades productivas. (...)
Es ahí, sobre los agentes profesionales, sobre los que recae el efecto de recaudación y regulación de la TTF y no sobre la ciudadanía en general.Los recursos obtenidos se destinarán a reducir las desigualdades sociales a nivel internacional y contribuir a combatir la pobreza y los efectos del cambio climático.
Este "dinero nuevo" debe ser complementario a los compromisos ya adquiridos de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y no deberán ser nunca una excusa para sustituir la meta de alcanzar el 0,7% del PIB nacional para cooperación, algo esencial para que se cumplan los Objetivos de Desarrollo del Milenio hoy seriamente amenazados tras los limitados acuerdos de la reciente cumbre de Nueva York. (...)
Es ahí, sobre los agentes profesionales, sobre los que recae el efecto de recaudación y regulación de la TTF y no sobre la ciudadanía en general.Los recursos obtenidos se destinarán a reducir las desigualdades sociales a nivel internacional y contribuir a combatir la pobreza y los efectos del cambio climático. Este "dinero nuevo" debe ser complementario a los compromisos ya adquiridos de Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) y no deberán ser nunca una excusa para sustituir la meta de alcanzar el 0,7% del PIB nacional para cooperación, algo esencial para que se cumplan los Objetivos de Desarrollo del Milenio hoy seriamente amenazados tras los limitados acuerdos de la reciente cumbre de Nueva York." (El País, opinión, 21/10/2010, p. 37)
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