Hay, finalmente, una crisis cultural: la incapacidad para definir un nuevo modelo de desarrollo y crecimiento. (...)
Ni los economistas ni los Gobiernos a los que aconsejan han logrado otra cosa que ralentizar la caída. Consideremos, pues, tres crisis: la financiera, la política y la cultural. (...)
2009. La financiera es la que mejor conocemos... Entonces descubrimos la existencia de un segundo sistema financiero que obtiene beneficios de miles de millones de dólares para los directivos de los hedge funds y también para los grandes bancos y sus traders más hábiles.
Este segundo sistema financiero no tiene ninguna función económica y solo sirve para permitir que el dinero produzca más dinero. ¿Por qué no hablar aquí de especulación?Estupor. (...)
Los países occidentales no parecen capaces de intervenir sobre su economía. (...)
2010. Las crisis se amplían y se hacen más profundas. (...)
Ya ni siquiera se habla de "política de recuperación", sino de "rigor" y "austeridad", lo que conduce a muchos Gobiernos a reducir los gastos sociales. (...)
El retroceso del trabajo con respecto al capital en el reparto del producto nacional aumenta y acrecienta las desigualdades sociales.
De nuevo, se trata de una crisis política. La ausencia de movilización popular, de grandes debates, incluso de conciencia de lo que está en juego, todo ello revela una impotencia cuya única ventaja es que nos mantiene alejados de efectos, como la llegada de Hitler al poder, de la crisis de 1929.
Pero este vacío aparece cada vez más como la causa profunda de la crisis que como su consecuencia. (...)
Hay que cambiar de escala temporal para comprender unos fenómenos cuyo aspecto más extraordinario es que nadie parece ser consciente de ellos. (...)
Hay que interrogarse sobre Occidente. Desde mediados de la Edad Media, Occidente creó un modelo diferente a todos los demás, y lo hizo concentrando todos los recursos, conocimientos, poder, dinero e incluso apoyo de la religión en manos de una élite triunfante. Así creó monarquías absolutas poderosas y, luego, el gran capitalismo.
Pero al precio de la explotación de todas las categorías de la población, desde los súbditos del rey hasta los asalariados de las empresas, y desde los colonizados hasta las mujeres. Este modelo occidental se basó también en las luchas entre Estados, que terminaron transformándose en guerras mundiales y totalitarismos que ensangrentaron Europa.
En el plano social, la evolución fue inversa. Poco a poco, los que estaban dominados se fueron liberando a fuerza de revoluciones políticas y movimientos sociales. Y los países de Occidente conocieron algunas décadas de mejoría de la vida material, de grandes reformas sociales y de una extraordinaria abundancia de ideas y obras de arte.
Pero fue un verano corto y Europa se encontró sin proyectos, sin capacidad de movilización y, sobre todo, incapaz de elaborar un nuevo modo de modernización opuesto al que dio forma a su poder, y que no puede reposar sino en la reconstrucción y la reunificación de sociedades polarizadas durante tanto tiempo.
El gran capitalismo acaba de mostrar de nuevo su incapacidad de autorregularse, y el movimiento obrero está muy debilitado. (...)Ni nos faltan ideas ni somos incapaces de aplicarlas. Pero estamos atrapados en la trampa de las crisis. ¿Cómo hablar de futuro cuando el suelo se abre a nuestros pies?
Pero nuestra impotencia económica, política y cultural no es consecuencia de la crisis, es su causa general. Y si no tomamos conciencia de esta realidad y si no encontramos las palabras que rompan el silencio, la crisis se profundizará aún más y Occidente perderá sus ventajas.
Entonces será demasiado tarde para intentar atenuar una crisis que ya se habrá convertido en destino." (ALAIN TOURAINE: La crisis dentro de la crisis. El País, 26/09/2010, p. 35)
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