"Desde hace unos meses no hay día en el que el tipo no sepa de una
medida que reduce su renta disponible. Primero le congelaron la pensión,
sin tener en cuenta la inflación. Luego llegó la subida del impuesto
sobre la renta, que dio un buen bocado a la cantidad que ingresa todos
los meses.
Este aumento de los impuestos le ha irritado especialmente
porque lo compara con la amnistía para los que no pagan: en su larga
vida laboral ha conocido a jefes que presumían de pagar mucho menos
impuestos que él porque se refugiaban en otras figuras fiscales (Sicav,
sociedades…) y a proveedores de medio pelo que no figuraban en los
listados de Hacienda.
La semana pasada llegó lo de que los pensionistas
también pagarán (además de los impuestos) parte del precio de las
medicinas. Le resultan incomprensibles las palabras del alto funcionario
que dice que ese dinero equivale solo al precio de cuatro cafés.
¿En
qué país vive? Luego están las subidas de la luz, los transportes… ¿Pero
no nos decían que se trataba de bajar al tiempo los sueldos y los
precios porque se vivía por encima de nuestras posibilidades?
El tipo se da cuenta de que, encima, tiene que dar gracias. Su mujer
es parada de larga duración y hace tres meses que dejó de cobrar el
seguro de desempleo. Ahora no sabe con qué dinero seguirá pagando su
pensión, para poder jubilarse con dignidad cuando le toque.
Durante el
tiempo que ha estado cobrando el seguro, la mayoría del dinero lo
utilizaba para pagarse la pensión de jubilación. Y luego están sus
antiguos compañeros de empresa, todavía en activo: muchos están siendo
despedidos con una indemnización de 20 días por año trabajado y los que
se quedan no tienen posibilidad de ascender: se ha interrumpido la
escala de la movilidad interna." ('Guía de perplejos', de Joaquín Estefanía , 23 ABR 2012, El País)
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