"Lo de los griegos es sensacional. ¿Cómo pudieron las autoridades
europeas tomar en serio los datos que les daban unos dirigentes que sin
excepción eran fanáticos de la mentira, el fraude, la estafa y el robo? Y
eran así porque la población entera les había elegido como sus modelos.
Algunos ejemplos. La jubilación de los empleos considerados
“peligrosos” es a los cincuenta y cinco, pero hay seiscientos trabajos
considerados peligrosos, entre ellos la peluquería. El déficit declarado
por el gobierno en 2009 era del 3,7%, hoy sabemos que era del 14%.
En
Grecia nadie paga impuestos. No hay castigo. Los pocos casos que llegan a
los tribunales tardan quince años en resolverse. La inmensa mayoría de
los inspectores de hacienda aceptan sobornos. Si alguien los denuncia
tardan ocho años en ser juzgados. Para entonces ya ha cambiado el
gobierno y hay una amnistía encubierta.
Los griegos se han lanzado a incendiar la calle furiosos contra los
bancos, pero también los banqueros podrían salir a la calle furiosos
contra los griegos, piensa Lewis. “La epidemia de mentiras y estafas
hace que la vida civil sea imposible; el colapso de la vida civil lleva a
más mentiras, estafas y robos. Al carecer de toda confianza entre
ellos, los ciudadanos se refugian en la familia o en sí mismos”. ¿Les
suena?" (El País, 02/05/2012, Félix de Azúa: Las churras y las merinas)
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