"La historia de Stuart Noden es un ejemplo aleccionador de con qué
rapidez se puede venir abajo la vida en una época de austeridad. Noden,
de 51 años, lleva más de tres decenios trabajando como ebanista en
Manchester. Hasta hace poco, tenía una casa y se iba de vacaciones al
extranjero dos veces al año.
Sin embargo, desde que, hace dos años, sufrió un desmayo y se cayó
del tejado de su casa cuando estaba arreglándolo, la vida de Noden se ha
derrumbado. En marzo tuvo una serie de miniderrames seguidos de un
severo en junio. Se ha quedado con el lado izquierdo debilitado,
necesita un bastón para caminar y sufre ataques periódicos.
“Antes trabajaba todos los días, no me puse enfermo en 33 años. Ahora
casi no puedo andar y me canso tanto que estoy todo el día durmiendo”,
explicó Noden a The Guardian. Pero su salud no es más que parte del problema. En Reino Unido, la crisis financiera y fiscal se ha sentido sobre todo en las áreas más afectadas por los recortes de un Gobierno decidido a contener la deuda pública.
Noden está sin trabajar desde marzo. El cardiólogo del hospital le
dijo que no podía seguir conduciendo y que no podría volver a trabajar.
Sin embargo, no ha conseguido suficientes puntos para tener derecho a
las prestaciones destinadas a las personas que sufren incapacitación por
enfermedad.
Dice que el perito oficial no anotó los problemas que Stuart estaba
experimentando ni sabía nada de las repercusiones ocultas de su estado.
El nuevo sistema de puntos, que comenzó de manera restringida para
probar con el Gobierno anterior y se ha extendido con el Gobierno de coalición actual,
decide quién tiene derecho a la asignación, llamada prestación de
empleo y ayuda. Sus detractores aseguran que se está utilizando para
reducir de manera disimulada las listas de beneficiados.
“Me dijeron que no tenía más que 6 puntos y necesitaba 15. No puedo
trabajar y estoy entrando y saliendo todo el tiempo del hospital. Si no
tengo derecho a la prestación, ¿quién lo tiene?”
Noden ha recurrido contra la decisión, pero el Ministerio de Trabajo y
Pensiones le respondió que el proceso tardaría al menos seis meses.
“Una maldita locura”, dice él.
Según Noden, el kafkiano mundo de las prestaciones es “un infierno de
gente maleducada que dice no”. La decisión de no concederle la
prestación le ha costado 90 libras (122 euros) semanales, la cantidad
que podría haber estado cobrando. Además, Noden solicitó el subsidio de
desempleo, pero no se lo dieron porque no estaba en “una condición
médica apropiada” para buscar trabajo.
Entonces pidió la prestación de discapacidad, pero le dijeron que no
tenía el grado suficiente para recibirla. Por último, pidió una ayuda de
vivienda y al principio le dieron 10 libras semanales, pero ahora la
han interrumpido.
Como consecuencia, el matrimonio tiene que vivir del sueldo de su
mujer —que trabaja de limpiadora—, 574 libras al mes. Pero, con una
hipoteca de 72.000 libras, que les cuesta 520 libras mensuales, saben
que no van a poder vivir solo con esos ingresos.
“Estamos manteniéndonos com 25 libras a la semana. Mi mujer no
consigue más horas para trabajar. Así que comemos exclusivamente
alimentos congelados. No es fácil sobrevivir, la verdad”. Por si fuera
poco, están a punto de perder su hogar, porque están retrasándose con
los plazos de la hipoteca.
“Al banco no le importó bajarnos los pagos al
principio, hasta hace unas semanas, cuando estaba yo en el hospital,
que iniciaron trámites para demandarnos. Enviaron a unas personas a casa
para asegurarse de que no había huido ni nada semejante”.
Cuando se quede sin casa, a Noden tendrá que darle vivienda el
ayuntamiento local, lo cual significará usar el dinero de los
contribuyentes para darle techo. “Si me hubieran concedido las
prestaciones desde el principio, podríamos haber conservado nuestra
casa. Pero no, el banco se queda con la casa y el Gobierno y el
ayuntamiento tienen que pagarme una vivienda en otro sitio. Es una
locura”. (El País, 17/10/2012)
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