"Podría haber sido otra cosa. Podría haber sido una ciudad llena de
vida, con decenas de comercios en los bajos de los edificios, con más de
30.000 personas en viviendas con piscinas climatizadas y pistas de
pádel; con miles de trabajadores trajeados desplazándose cada día en
unas lanzaderas del AVE que solo tardarían 15 minutos en llegar a
Madrid; con fines de semana en los que descansar mientras uno mejora su
hándicap en el campo de golf.
Ciudad Valdeluz, a poco más de cinco kilómetros de Guadalajara y en
mitad de la nada, se diseñó para ser todo eso pero la burbuja
inmobiliaria explotó y dio al traste con el plan.
El proyecto, una
inversión de 1.123 millones de euros, se sustentaba en la promesa de
construcción de las lanzaderas del AVE. Era el reclamo perfecto para
ocupar las 9.000 viviendas que la inmobiliaria Reyal Urbis, hoy al borde del concurso de acreedores, pensaba construir cuando colocó la primera piedra en 2004.
Hoy solo viven allí unas 3.000 personas. De las cuatro fases del
proyecto inicial solo hay una construida. El Ministerio de Fomento jamás
puso las lanzaderas, la estación del AVE está infrautilizada y en la
urbanización se ven todavía muchos solares y los esqueletos de algunos
edificios. Durante las primeras horas de la mañana a penas se ve a
nadie. El día es lluvioso y no acompaña demasiado.
“Los que compramos al principio sí podemos tener un poco la sensación
de sueño roto”, dice Arantza Ibarra, la propietaria de la farmacia, uno
de los pocos negocios que se ven en la urbanización. “La piscina
climatizada de mi casa está ya cerrada porque no había dinero para
mantenerla y estaremos pagando la hipoteca durante muchos años, pero por
otro lado es un lugar tranquilo para vivir”, comenta.
Compraron muy caro y han ido viendo en sus narices la bajada de los
precios. Las calles están llenas de carteles de “se vende” con precios
de la era postburbuja. Un piso de dos dormitorios costaba en Valdeluz
unos 200.000 euros. Ahora sale por unos 70.000 euros. “Algunos pisos han
bajado entre un 60% y un 70%”, dice Beatriz Blázquez, vecina de
Valdeluz y encargada de una inmobiliaria en una de las calles
principales.
Desde el pinchazo de la burbuja, periodistas de muchos medios
nacionales e internacionales han visitado la urbanización y la han
mostrado como ejemplo del despilfarro y la mala planificación. “Ciudad
fantasma” es el calificativo más utilizado en algunos de esos
reportajes, un término que sus habitantes rechazan.
“Te ponen una música
tétrica, muestran las calles vacías... Hombre, esto estaría mejor con
más distracciones, más transporte, con un colegio totalmante concertado,
pero los que estamos aquí tenemos que vivir y empezamos a hacer cosas”,
cuenta Dennis Krijt, venezolano de 39 años y dueño del café Capri, uno
de los tres negocios de hostelería de la urbanización.
El café ha
acabado convirtiéndose en un lugar de reunión para los habitantes de
Valdeluz. Hay tertulias en inglés, charlas sobre la mejor manera de usar
la Thermomix, conciertos... Valdeluz no es la ciudad que iba a ser,
pero sus habitantes tratan de conseguir que la que ha resultado sea un
buen lugar para vivir.
La mayoría de ellos se mueven en coche. Hay pocos autobuses y la
reivindicación de las lanzaderas del AVE a Madrid parece en tiempos de
crisis algo casi utópico. A las doce del mediodía, la estación del AVE
parece una de esas viejas atracciones de feria abandonadas en las
afueras de los pueblos.
Tres personas se bajan del tren procedente de
Barcelona. Van hacia Guadalajara. Hasta hace poco podían ir hasta allí
en autobuses de la Junta, pero este servicio fue suprimido a principios
de mes y solo se puede llegar a la ciudad en taxi o en vehículo propio.
“Aquí no viene ni el Tato”, dice Paul Rojas, un taxista que acaba de
dejar en la estación a un cliente. “Es un desastre. Todo el mundo sabe
que esto no tiene sentido. La estación debía haberse construido en
Guadalajara”.
Las razones que Fomento dio para colocar el apeadero en
ese lugar fueron técnicas y debidas a la orografía de la zona. La
decisión fue polémica porque los terrenos recalificados estaban muy
cerca de los que poseía en Chiloeches la familia del marido de Esperanza
Aguirre, expresidenta de la Comunidad de Madrid. (...)
El trayecto de vuelta a Madrid se puede hacer por la R-2. La autopista
de pago también está vacía. Es una suerte de ruta del despilfarro, la
del AVE, la de los pisos de lujo en mitad de la nada, la del tiempo en
el que España empezaba las casas por el tejado." (El País, 27/10/2012)
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