3.12.12

Después de cinco años de crisis económica, la situación es insostenible cada vez para más gente. El ambiente era inflamable y la chispa ha saltado. Los trabajadores de la sanidad, la educación, los jueces, los activistas antidesahucios... Vamos hacia una época de grandes conflictos

"El ambiente era inflamable y la chispa ha saltado. Los trabajadores de la sanidad, la educación, los jueces, los activistas antidesahucios... La duración y profundidad de la crisis económica ha empujado a miles de ciudadanos a tomar la calle y muchos están convencidos ahora de que la protesta sí que sirve.

 La insistencia de los profesionales de la medicina ha logrado que la Comunidad de Madrid haya aceptado repensar su plan de transformar el hospital de La Princesa en un centro para mayores, mientras cientos de personas han paralizado decenas de desahucios y han pasado por encima de la banca para cambiar algunas reglas. La protesta, según los expertos, va a ir a más.

Si hace unos meses los ciudadanos se mostraban indignados pero no acababan de movilizarse, ahora han despertado del todo. “La chispa está saltando por sectores”, afirma José Félix Tezanos. Este catedrático de Sociología de la Uned ya vaticinaba en abril de 2011 en este mismo periódico lo que estaba por llegar: había un caldo de cultivo de paro, falta de expectativas y recortes (que empezaron con el anterior Gobierno socialista en 2010) que podía estallar en cualquier momento.

 Y así ha sido. “Una novedad de estos conflictos es su transversalidad; en las protestas de los médicos, hay jefes de servicio, residentes, pacientes, votantes del PP y del PSOE”, añade. “Pero también son un cóctel explosivo, porque se trata de un movimiento social cada vez más indignado que se enfrenta a un poder político cada vez menos representativo”, advierte.

El punto de inflexión, esa chispa, saltó con el 15-M, a partir de la ocupación de la Puerta del Sol de Madrid el 15 de mayo de 2011 en torno a un difuso pero contundente sentimiento de indignación por el deterioro económico y social, afirman la directora del Laboratorio de la Fundación Alternativas, Belén Barreiro, y el profesor de Sociología de la Carlos III de Madrid Daniel Kaplún. 

Aquello, aparte de devenir en movimientos tan importantes y exitosos como la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, sirvió “como una toma de conciencia de que para mejorar las cosas ya no servían los cauces institucionales”, según Kaplún.

 Aquel movimiento desde las bases, que ha desbordado a las instituciones tradicionales como los sindicatos y los partidos de izquierda —que solo han podido sumarse a remolque—, ha ido creciendo y organizándose en diferentes áreas, “con la legitimidad que le da la gente”, es decir, esas amplias bases, añade el profesor.
 
Un ejemplo es la Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid (Afem), creada hace unos meses por un grupo de médicos y que ya ha conseguido capitanear las protestas contra los planes de la Comunidad de pasar a la gestión privada un buen número de hospitales públicos de la región: su huelga indefinida la siguen un 30% de facultativos, según la Consejería de Sanidad.

“Surgió por el sentimiento de desencanto desde la base de la sociedad y de los profesionales; sentíamos que no estábamos siendo representados ni por los sindicatos ni por las asociaciones”, cuenta el presidente de Afem, el neurocirujano del 12 de Octubre Pedro González.

 “El 15-M señaló el descontento del pueblo, pero creemos que los profesionales tenemos que ir un poco más allá, dar soluciones, decir que hay alternativas que podemos poner en práctica para mejorar las cosas sin que sea excesivamente gravoso para la sociedad”, dice González.

Belén Barreiro apunta que, si el 15-M señaló el camino, el deterioro social y económico ha ido abriendo cada vez más frentes. “La sociedad está peor que hace un año y medio, y los recortes van tocando cada vez más palos, hasta los pilares intocables”, afirma esta doctora en Ciencia Política y Sociología.

 Barreiro se refiere a las bases del Estado del bienestar, la sanidad, la educación y las pensiones (no incluye la dependencia, dice, porque la sociedad aún no lo ha interiorizado), bienes a defender por la izquierda, pero también por amplios sectores de “una derecha católica con fuerte sentido de la solidaridad”.  Después de cinco años de crisis económica, la situación es insostenible cada vez para más gente.(...)

 A través de esta asociación y del movimiento Stop Desahucios se han logrado paralizar cerca de 500 desalojos. “Son esas pequeñas batallas las que abren otro horizonte de posibilidades. En 2009, cuando nació nuestra organización, dábamos gritos en el desierto; desde hace unos meses, somos un clamor popular. Se han conseguido cosas y la gente se ha dado cuenta de que protestar sí sirve para cambiar las cosas”, remata.

 La irrupción de los jueces, desde los más progresistas hasta los más conservadores, en contra de los abusos cometidos en los desalojos ha supuesto otro avance. En un gesto poco habitual, el gremio denunció hace unas semanas la indefensión que viven los afectados, ya que el juez no puede decidir si el impago se produce por motivos justificados o no.

 Poco después, los jueces han arremetido, junto a fiscales y abogados, contra las nuevas tasas judiciales, porque creen que perjudican al ciudadano. “No se nos puede quitar carga de trabajo a costa de reducir la capacidad del ciudadano de acceder a la justicia”, explica Joaquim Bosch, portavoz de Jueces para la Democracia.

 “Las tasas y los desahucios han sacado a los jueces de su mundo”, añade el juez. “Con la crisis cada vez se veían más desalojos en los juzgados y la indefensión de los demandados frente a las entidades”, prosigue.  (...)

Así, un día y otro día se van sumando sectores a la protesta (colectivos de discapacitados han organizado una gran protesta en Madrid para el domingo por los impagos de las administraciones autonómicas y locales) y los que vienen de más lejos resurgen continuamente.

 Uno de ellos es el educativo, que ha sufrido recortes de varios miles de millones de euros en 2010, y que, tras muchos meses de protestas dispersas como respuesta a los recortes puntuales de las comunidades, un decreto del Gobierno en abril para recortar más de 3.000 millones en educación consiguió unir la protesta y darle más visibilidad.

En Madrid, ya desde mediados de 2011, fueron las ansias movilizadoras de los profesores de base las que empujaron unas protestas que desembocaron en el movimiento que más tarde se ha llamado la marea verde. Esta es la que dio la idea de las mareas en la manifestación que reunió en Madrid a decenas de miles de personas contra los recortes el pasado 15 de septiembre. 

La blanca era la de sanidad; la violeta, la de igualdad; la naranja, servicios sociales; la negra, los servicios públicos, los funcionarios. Los convocantes de esa marcha, 230 colectivos, quizá sean la expresión más clara de esa movilización social en que hoy por hoy se mezclan y amontonan sindicatos, grupos políticos y asociaciones clásicas y recién creadas de todo tipo y condición. (...)

Aparte de la velocidad y amplitud de los recortes —“Hay una clase media que se está depauperando a una velocidad de vértigo, y aumentan las desigualdades a la misma velocidad”, “ya no queda nadie ajeno”— el profesor Kaplún también apunta al descontento “porque no se están repartiendo las pérdidas: unos pocos siguen ganado cada vez más mientras la mayoría es cada vez más pobre”, y con un sistema político que parece maniatado por los intereses económicos:
 “Cada vez es más descarado el contraste entre el rescate a la banca y los recortes”, señala. 

Barreiro habla también de la frustración de muchos de los que votaron al PP convencidos de que “tenía la llave para salir de la crisis”, pero se han encontrado que “las cosas no están mejor, sino que han empeorado”.

Todo ello aumenta la movilización, y lo hará todavía más si, como parece, empieza a dar frutos, como en el caso de los desahucios. “A medida que la crisis va afectando a más factores, la gente es más consciente de que puede hacer cosas y la resignación deja de ser una opción”, opina Jordi Mir, del Centro de Estudios de Movimientos Sociales de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona.

 “La situación se ha ido agudizando porque no hay elementos que nos hagan pensar que esto vaya a mejorar; la democracia representativa está fallando, y la movilización recluta a sectores de la población tradicionalmente menos activos, tanto jóvenes como adultos”, añade. 

“De momento, se cuestiona la legalidad, pero no hay un enfrentamiento violento; las protestas son pacíficas”, dice.  (...)

Al sociólogo de la Uned le inquieta la situación actual, cuyo desenlace ve imprevisible. “Vamos hacia una época de grandes conflictos y de pérdida de peso de los partidos políticos”, advierte."            ( / , El País, 30 NOV 2012)

No hay comentarios: