3.12.12

En no pocas ocasiones, incluso, importantes sectores de las CUP se han opuesto al 15M con argumentos tan infundados como sectarios y etnicistas

"La novedad que impulsa las CUP no es, pues, un despertar del “pueblo” dormido a las verdades reveladas del socialismo o el independentismo, sino la capacidad del municipalismo alternativo para dar una salida institucional original a la actual fase expresiva del movimiento en la calle. 

En efecto, tras las intensas fases de movilización que hemos vivido, se impone la necesidad de racionalizar los esfuerzos movilizadores por medio de nuevos soportes institucionales no integrados en un régimen político en quiebra.

Movilizarse de forma permanente, sin traducir en logros tangibles las acciones colectivas, sabido es, no resulta viable a medio plazo. De ahí el interés de articular un contrapoder arraigado a la praxis cotidiana de la democracia directa en los ayuntamientos. 

Las CUP, nacidas de una extrema izquierda catalanista que, a diferencia de la española (excepción hecha de Marinaleda y algún caso más), nunca renunciaron a las calles y por eso arraigaron antes en los municipios de medianas y pequeñas dimensiones.

 No cabe duda que los distintos sectores que en su día organizaron las primeras CUP, ni que fuese de manera intuitiva, supieron leer esa exigencia institucional de resistencia al medio y largo plazo. Por eso hoy recogen el éxito electoral que otras organizaciones de más elevado perfil ideológico no han sabido sembrar.

Las CUP, por lo tanto, no han entrado en el Parlament por ser independentistas ni socialistas o una afortunada combinación de ambas cosas, sino por ser parte más bien de la reivindicación que, desde el 15M a nivel de Estado, pero también antes en Catalunya desde la reivindicación del “derecho a decidir” (que no del clásico derecho de autodeterminación) renueva el discurso político y lo articula sobre el eje democratizador. 

Basta con analizar los resultados electorales para percatarse que el factor que marca la diferencia y hace posible el salto entre los ayuntamientos y el Parlament es la movilización en Barcelona del precariado metropolitano. Esto no significa, va de suyo, que las CUP sean la encarnación institucional del 15M. 

En no pocas ocasiones, incluso, importantes sectores de las CUP se han opuesto al 15M con argumentos tan infundados como sectarios y etnicistas. El mismo 15 de mayo, sin ir más lejos, a la hora en que miles nos manifestábamos por las calles, la CUP de Barcelona celebraba su acto central de campaña para las municipales.

 Y si bien es cierto que varios de sus militantes han participado desde el primer momento en el 15M, ya sea en asambleas de barrio, de facultad, de hospital u otras, no lo es menos que dicha participación se ha realizado siempre a título individual (como no podía ser de otro modo en el 15M).

Con todo, las redes sobre las que se sostienen las CUP se superpone, interseccionan y combinan con las del 15M. A lo largo de la pasada campaña algunas de las asambleas del 15M barcelonés invitaron a debatir sobre la oportunidad de votar CUP (o no), de plantearse la opción de contribuir a vertebrar un instrumento de intervención del movimiento en las instituciones del gobierno representativo conservando la propia autonomía.

 Y aunque CUP llevaba su proceso de movilización partidista en paralelo al 15M por medio del más clásico repertorio de sus asambleas abiertas, desde los espacios asamblearios nacidos al calor del 15M se tuvo la oportunidad de contar con la presencia de CUP y de celebrar debates propios. 

Si todo esto fue posible (decisivo incluso para el resultado electoral final) sin duda se debió a que el candidato por Barcelona, David Fernàndez inspiró una confianza imprescindible al 15M de la que no disponía la CUP en sí misma. 

Sobre todo a quienes desde fuera de la esquerra independentista ven en él una persona de inequívoca trayectoria al servicio de la política de movimiento por encima de todo partidismo.

Así las cosas, con la obtención de sus tres escaños, las CUP han inaugurado una etapa que sobrepasa todas las expectativas. Es por ello mismo a la vez una oportunidad y un riesgo enorme: oportunidad de replantear el problema democrático en un vínculo directo con la crisis del régimen, la movilización en las calles y la urgencia de realineamientos políticos; riesgo de caer en los repliegues identitarios, en el narcisismo colectivo, en las teorizaciones de vanguardia y en las tentaciones hegemonistas de toda la vida."    (Raimundo Viejo, Jorge Moruno,  Marcos Montoya, Público, 02/12/2012)

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