"La novedad que impulsa las CUP no es, pues, un despertar del “pueblo”
dormido a las verdades reveladas del socialismo o el independentismo,
sino la capacidad del municipalismo alternativo para dar una salida
institucional original a la actual fase expresiva del movimiento en la
calle.
En efecto, tras las intensas fases de movilización que hemos
vivido, se impone la necesidad de racionalizar los esfuerzos
movilizadores por medio de nuevos soportes institucionales no integrados
en un régimen político en quiebra.
Movilizarse de forma permanente, sin traducir en logros tangibles las
acciones colectivas, sabido es, no resulta viable a medio plazo. De ahí
el interés de articular un contrapoder arraigado a la praxis cotidiana
de la democracia directa en los ayuntamientos.
Las CUP, nacidas de una
extrema izquierda catalanista que, a diferencia de la española
(excepción hecha de Marinaleda y algún caso más), nunca renunciaron a
las calles y por eso arraigaron antes en los municipios de medianas y
pequeñas dimensiones.
No cabe duda que los distintos sectores que en su
día organizaron las primeras CUP, ni que fuese de manera intuitiva,
supieron leer esa exigencia institucional de resistencia al medio y
largo plazo. Por eso hoy recogen el éxito electoral que otras
organizaciones de más elevado perfil ideológico no han sabido sembrar.
Las CUP, por lo tanto, no han entrado en el Parlament por
ser independentistas ni socialistas o una afortunada combinación de
ambas cosas, sino por ser parte más bien de la reivindicación que, desde
el 15M a nivel de Estado, pero también antes en Catalunya desde la
reivindicación del “derecho a decidir” (que no del clásico derecho de
autodeterminación) renueva el discurso político y lo articula sobre el
eje democratizador.
Basta con analizar los resultados electorales para
percatarse que el factor que marca la diferencia y hace posible el salto
entre los ayuntamientos y el Parlament es la movilización en
Barcelona del precariado metropolitano. Esto no significa, va de suyo,
que las CUP sean la encarnación institucional del 15M.
En no pocas
ocasiones, incluso, importantes sectores de las CUP se han opuesto al
15M con argumentos tan infundados como sectarios y etnicistas. El mismo
15 de mayo, sin ir más lejos, a la hora en que miles nos manifestábamos
por las calles, la CUP de Barcelona celebraba su acto central de campaña
para las municipales.
Y si bien es cierto que varios de sus militantes
han participado desde el primer momento en el 15M, ya sea en asambleas
de barrio, de facultad, de hospital u otras, no lo es menos que dicha
participación se ha realizado siempre a título individual (como no podía
ser de otro modo en el 15M).
Con todo, las redes sobre las que se sostienen las CUP se superpone,
interseccionan y combinan con las del 15M. A lo largo de la pasada
campaña algunas de las asambleas del 15M barcelonés invitaron a debatir
sobre la oportunidad de votar CUP (o no), de plantearse la opción de
contribuir a vertebrar un instrumento de intervención del movimiento en
las instituciones del gobierno representativo conservando la propia
autonomía.
Y aunque CUP llevaba su proceso de movilización partidista en
paralelo al 15M por medio del más clásico repertorio de sus asambleas
abiertas, desde los espacios asamblearios nacidos al calor del 15M se
tuvo la oportunidad de contar con la presencia de CUP y de celebrar
debates propios.
Si todo esto fue posible (decisivo incluso para el
resultado electoral final) sin duda se debió a que el candidato por
Barcelona, David Fernàndez inspiró una confianza imprescindible al 15M
de la que no disponía la CUP en sí misma.
Sobre todo a quienes desde
fuera de la esquerra independentista ven en él una persona de inequívoca
trayectoria al servicio de la política de movimiento por encima de todo
partidismo.
Así las cosas, con la obtención de sus tres escaños, las CUP han
inaugurado una etapa que sobrepasa todas las expectativas. Es por ello
mismo a la vez una oportunidad y un riesgo enorme: oportunidad de
replantear el problema democrático en un vínculo directo con la crisis
del régimen, la movilización en las calles y la urgencia de
realineamientos políticos; riesgo de caer en los repliegues
identitarios, en el narcisismo colectivo, en las teorizaciones de
vanguardia y en las tentaciones hegemonistas de toda la vida." (Raimundo Viejo, Jorge Moruno, Marcos Montoya, Público, 02/12/2012)
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