"Uno de los retos a los que se enfrentan buena parte de las economías
europeas en 2013 es el del racionamiento de crédito. El FMI ya ha
advertido en varias ocasiones recientemente que la reducción del crédito
bancario puede ser especialmente dura en Europa el próximo año, con una
tasa media de crecimiento estimada del crédito al sector privado en la
UE del -4,5%.
Estas previsiones del FMI son para un escenario en el que
se dieran “políticas débiles” (weak policies) para impulsar el
crecimiento.
En este sentido, cabe cuestionarse: ¿se puede gestionar el credit crunch para reducir sus efectos?(...)
Mientras se recomponen las condiciones económicas, lo que cabe es abogar
por un apoyo a un crédito más selectivo, para cubrir necesidades de
liquidez básicas de empresas.
En particular, para las que, siendo
solventes y con una clientela y un nivel de facturación respetable, no
cuentan con financiación para su circulante, lo que supone una asfixia
que está destruyendo buena parte de tejido empresarial potencialmente
rentable en España.
Y que el crédito sea selectivo no implica que sea
cuantitativamente poco significativo. Se trata de que la financiación
pueda llegar allí donde existe solvencia, y esta situación puede abarcar
a un número muy importante de empresas.
Es preciso tener en cuenta que para una entidad financiera, prestar
dinero es su principal forma de generar negocio y, por tanto, si no
presta no es porque no quiera. Ahora bien, la conjunción de la
recapitalización con la orientación perceptible en el sector de que es
preciso poner más énfasis en el crédito a empresas puede poco a poco
propiciar esa necesaria canalización de recursos.(...)
El tercer aspecto se refiere a qué puede hacerse desde las
instituciones públicas para impulsar esa necesaria canalización del
crédito a empresas solventes. Y, sobre todo, cómo pueden establecerse
mecanismos de cooperación pública y privada. Instituciones como el ICO
podrían redoblar sus esfuerzos para establecer un sistema de garantías
para aquellos intermediarios financieros —bancarios y no bancarios— que,
por ejemplo, presten a pymes cuyo inventario, facturas y pedidos avalen
su solvencia, más allá de los rígidos mecanismos de screening
tradicional que cercenan de forma homogénea y sin distinción las líneas
de crédito de muchas.
Se trata además de un reto para el sector. Si prestar a pymes es, como
no puede ser de otro modo, buena parte del futuro de la industria
bancaria española, una mayor habilidad para identificar la solvencia
empresarial a través de nuevos sistemas de evaluación puede ser el mejor
punto de partida para redefinir algo en lo que las entidades bancarias
españolas han tenido ya éxito en el pasado: una banca basada en las
relaciones.
En Estados Unidos existe una mayor variedad de formas de
préstamo a empresas que, con el tiempo, se ha considerado desde
instancias oficiales como vital para la supervivencia de buena parte de
ellas. Está demostrado que, incluso en épocas de crisis, un porcentaje
muy importante de pymes puede enfrentarse a un crédito más caro, pero no
a una restricción crediticia. (...)
Asimismo, es preciso tener en cuenta que el sector bancario está
aumentando de forma muy importante su concentración en estos años de
reestructuración. Esta situación define nuevos canales de financiación
en España a través de los llamados “circuitos internos de capitales”.
En
particular, aunque las decisiones de los grupos bancarios sean cada vez
más centralizadas, sus redes deben heredar la habilidad y cercanía
local y regional de la que ha hecho gala el sector bancario español en
las últimas décadas, para una óptima redistribución de los recursos.
En definitiva, y aunque buena parte de la iniciativa corresponde a la
propia industria financiera, el crédito debe traerse al frente de la
agenda política en la medida en que puedan establecerse incentivos,
garantías y programas de apoyo público para incentivar que las empresas
solventes no se enfrenten al abismo del credit crunch.
Esto no significa
que haya crédito para todos, porque además de los riesgos evidentes de
la propia debilidad económica habrá que ver el efecto en la industria
financiera de un crecimiento de la morosidad hipotecaria, el efecto de
los desahucios y otros aspectos muy relevantes.
Eso sí, hay que
salvaguardar la financiación de los sectores críticos de la economía y
de las empresas como las pymes, ya que estas son en buena medida las
que, con un poco de aire financiero, pueden impulsar el crecimiento
económico y la recuperación." (
Santiago Carbó
, El País, 21 DIC 2012)
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