26.12.12

Es el incremento de los salarios reales, y no su precarización, lo que hace posible un efecto positivo en la productividad

"Hace unas semanas, en una entrevista publicada en El País, el presidente de la Asociación de Empresarios Chinos en Valencia, Fernando Zhou, abogaba por la instauración del despido gratis en nuestro país, ya que, según él, así “el empleado trabajaría más” y “si no se trabaja más, cae la competitividad”. 

A esta lindeza se unía la alarma que trataba de transmitir en la entrevista sobre los supuestos efectos negativos que la detención de su compatriota Gao Ping, como supuesto dirigente de una red blanqueo de capitales, puede generar sobre las inversiones chinas en España.(...)

  La falta de complejos que demuestra con ellas es la misma que Fernando Roig, presidente de Mercadona (al que Zhou elogiaba en la entrevista diciendo que “sabe cómo funciona una empresa en crecimiento”), exhibía en sus declaraciones sobre la necesidad de “imitar la cultura del esfuerzo de los bazares chinos”. Sin embargo, en el fondo, las argumentaciones de ambos tienen tan poca base, que no es necesario dejarse llevar por la indignación para responder a ellas.

Antes de nada, es necesario comenzar con una pequeña aclaración. Las afirmaciones del presidente de los empresarios chinos en Valencia sobre que “en China no existen los sindicatos” y, en especial, sobre que “los chinos apoyan al empresario” y “si el negocio no va bien, se bajan el sueldo” son pura fantasía de su cabeza. (...)

En primer lugar, a pesar de los interesados mitos existentes al respecto, en España cada trabajador trabaja más horas al año que, por ejemplo, en Francia o Alemania. Pero es que, como explican J. Rodríguez y Antonio Sanabria, además, el supuesto incremento del esfuerzo de los trabajadores que generaría un aún mayor abaratamiento del despido no ayudaría a incrementar la productividad de los trabajadores. 

Por el contrario, los factores que, de verdad, hacen que dicha productividad mejore son la ampliación del capital productivo, el progreso tecnológico y la formación de los trabajadores. 

Más aún, como muchas investigaciones económicas demuestran, es el incremento de los salarios reales, y no la precarización de las condiciones de trabajo e ingresos, lo que hace posible un efecto positivo en su productividad, ya que, además de que dicho incremento es un factor de motivación en sí mismo, también incentiva la ampliación del citado capital y el desarrollo de nuevas tecnologías por parte del empresariado.

En segundo lugar, la justificación del ataque de la última reforma laboral contra la protección frente al despido y la negociación colectiva basado en el argumento de que es necesario bajar los salarios para ganar competitividad internacional tampoco se sostiene. Los salarios son sólo uno más de los elementos que influyen en los denominados costes laborales unitarios, ya que estos dependen de la productividad. 

Ésta, además de los factores mencionados, también depende, en un alto grado, de la especialización productiva de la economía, que es la que permite generar mayores valores añadidos. Más aún, si dichos costes unitarios se miden en términos reales se descubre que lo que, en último término, los explica es el nivel de los beneficios empresariales, que es el que acaba determinando la inflación.

 Esto es lo que ocurrió en la economía española durante el periodo anterior a la crisis, en el que la productividad se incrementó más de lo que lo hicieron los salarios reales y, sin embargo, nuestros costes se elevaron más que los del resto de países de la UE debido a la inflación que provocó el incremento de los beneficios. (...)

En tercer lugar, dado que en el mercado mundial la competencia se da más en términos de diferenciación de los productos, que de su precio, en realidad, los costes laborales tampoco son determinantes para explicar la evolución de la cuota exportadora de una economía, variable que es, en realidad, el mejor indicador de su competitividad. 

En efecto, a pesar de ese incremento de costes anterior a la crisis, las estadísticas dicen que la economía española mantuvo estable su cuota de exportaciones en el total mundial. 
Por el contrario, lo que determina que un país gane o pierda posiciones en el mercado mundial es la evolución de la citada especialización productiva. De hecho, es por el estancamiento de ésta en ramas de medio y bajo valor por lo que el histórico déficit comercial externo de nuestra economía no dejó de incrementarse durante todo el periodo de crecimiento. 

A lo largo de esos años, en vez de aprovechar las oportunidades de financiación barata que la entrada en el euro generó para mejorar el valor añadido creado por nuestra industria, nuestra banca y empresariado la utilizaron para hacer negocio fácil en la financiación y desarrollo de la burbuja inmobiliaria.

Como ya sabemos, mientras que el dinero fácil logrado en ese proceso se quedó en manos de muy pocos, ahora las pérdidas se están socializando en forma de ayudas a la banca, con el consiguiente incremento de la deuda pública y de los recortes en servicios públicos que, de hecho, en muchos casos, como los de la educación y la investigación, serían fundamentales para mejorar la productividad.   (...)

Lo que es más paradójico de la entrevista es que Zhou parece no saber que el gobierno de su país, consciente de los límites de un crecimiento basado en los bajos costes laborales, ya antes de la crisis estaba, por un lado, aprobando medidas redistributivas (como una nueva reforma laboral más protectora de los derechos de los trabajadores) y, por el otro, tratando de transformar (mediante la promoción del desarrollo tecnológico) la especialización productiva de su economía para hacerla transitar hacia ramas de mayor valor añadido."          ( Colectivo Novecento, Economía crítica y crítica de la Economía, 19/12/2012)

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