"La primera vez que oí a la Solfónica fue en la glorieta de Neptuno,
el 17 de mayo de 2011, interpretando el cuarto movimiento de la Novena
Sinfonía de Beethoven, con un gran coro y un montón de músicos. Yo era
un manifestante más y me pareció hermoso escuchar música en medio de una
multitud que coreaba consignas y acarreaba pancartas.
Pero unos días
más tarde, en Sol, volví a oírles y comprendí que lo que me atraía era
mucho más que la música. Las acciones de la Solfónica eran un acto
político. Y el enorme valor simbólico de ese acto político tenía una
gran resonancia en mi”.
Así explica Luis González, ingeniero de telecomunicaciones de 61 años, porqué forma parte de La Solfónica,
la orquesta nacida del 15M, la orquesta que surgió de forma espontánea
ese día que recuerda Luis, el 17 de mayo, cuando apenas se sabía que
aquella acampada en la Puerta del Sol de Madrid iba a tener un nombre y
un futuro y que se iba a convertir en un referente hasta llegar al
corazón de Manhattan con aquel Ocupa Wall Street. (...)
Además de sus propias asambleas, el impulso de aquella incierta
acampada ha movilizado prácticamente a todos los grupos profesionales,
-hasta 400 colectivos se han organizado en las diferentes mareas
reivindicativas-, y “la infantería del 15M” nutre desde la Plataforma de
Afectados por la Hipoteca hasta las Asociaciones de madres y padres de
alumnos.
Quizá sea el momento de retomar la idea del “poder destituyente”, -que, como los escraches, nace en Argentina en la revuelta de 2002-. Esa
idea del poder del pueblo que no tiene ningún interés en entrar en las
instituciones pero trabaja a fondo para limpiarlas. Quizá sea el momento
de pensar, como reflexiona Luis, que “estamos viviendo unos años de
gran trascendencia política y que traerán cambios reales.
Dentro de poco
celebraremos el segundo aniversario de las movilizaciones populares,
que siguen vivas y con éxitos notables. Los jóvenes son la capa más
activa de este movimiento. Sólo hay que esperar que los que han
ostentado el poder en España -los partidos políticos dominantes, los
grandes empresarios, la iglesia católica, la monarquía y la banca- que
cada vez están más enfangados en la enorme maraña de corruptelas y
mentiras que han construido, se hundan en su propio chapapote”. (...)
Concha no se considera militante -aunque no se ha perdido ninguna
manifestación en los últimos dos años ni tampoco ningún acto al que se
haya invitado a la Solfónica como el Maratón cultural que hoy mismo se
celebra en Madrid en defensa de la Sanidad Pública-. “Soy una
mujer en contra de la injusticia -explica-, en contra de todo lo que
cualquier persona decente tiene que estar.
He pasado toda mi juventud
con una dictadura y ahora hemos perdido el espejismo. ¡Claro que tenemos
más libertades que en aquel momento pero eso no justifica la pérdida!
No nos ha dado tiempo a desarrollar un programa de democracia y ya está
desapareciendo. Soñar con ella, tenerla al alcance de la mano y
perderla, es terrible”.
El 23F en la Solfónica se habían reunido 114 personas entre músicos
profesionales y el coro. Buena parte de ellas, al día siguiente estarían
también en las clases de solfeo que la orquesta organiza. Democratizar
el arte -dicen haciendo alusión al discurso de Lorca en Fuentevaqueros
sobre la relación entre el arte y la democracia-. Para Luis es una
dinámica lógica: “La Solfónica tiene la virtud de poner
en escena las libertades civiles.
Nuestras acciones ejemplifican que
la calle es de los ciudadanos, que se expresan libremente. Claro que
nuestra forma es no violenta, pero tampoco inocente. Todas las canciones
que interpretamos tienen tras de si una historia de luchas y conquistas
populares. Con el paso del tiempo, los discursos se olvidan pero las
canciones se quedan en la memoria colectiva”. De hecho, la Solfónica
tiene su propio Cancionero 15M.
Los integrantes de la Solfónica creen que una plaza desierta es una
democracia muerta, y no van a dejar que se la quiten; ni con amenazas,
ni con porras, ni con multas, ni con proyectos de ley. No tienen miedo,
aunque lo hayan pasado alguna vez, en medio de violentas cargas
policiales en las que seguía cantando “era emocionante ver cómo se
creaba una especie de campaña protectora gracias a la música”, recuerda
uno de los miembros que lleva menos tiempo en la orquesta: “La policía
cargaba y cargaba y ellos seguían cantando, fatal, pero seguían y
seguían cantando… ese día decidí sumarme”.
Entre los integrantes de la Solfónica hay desde una jueza hasta un
guarda de seguridad. También está Eva Bolaños, psicóloga de 42 años: “A
mi me ayuda a dar cauce a la rabia y al desaliento que me produce la
violencia que estamos padeciendo -explica-.
Para mí es una forma de
compromiso con la necesidad de denunciar los atentados a nuestros
derechos y libertades (la dictadura de los mercados, el desempleo, el
desmantelamiento interesado de los servicios públicos, los desahucios,
la corrupción, los atentados contra la libertad de expresión…)”. Eva
reconoce que al principio le daba pudor quedar en cualquier sitio y
romper a cantar pero, como a la mayoría, le gusta la experiencia de
recuperar la calle.
“El poder siempre va a estar ahí -dice-, y cada generación va a tener
que luchar contra sus mecanismos de dominación y sometimiento. Genera
una gran tristeza tener que hacerlo por conquistas que ya se habían
conseguido, pero como decía Hanna Arendt: “los hombres aunque han de
morir, no han nacido para eso, sino para comenzar”. Quizás, el mejor
ejemplo de ese “comenzar” y también la más emotiva de todas las acciones
de la Solfónica, se vivió cuando interpretaron en una oficina del Inem Here comes the sun, (Aquí viene el sol) de los Beatles.
Vean el video, merece la pena." (La Marea, 26/04/2013)
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