"Cunde por ahí ese pensamiento consolador de que las crisis nos
reinventan, toda esa palabrería con que los libros de autoayuda tratan
de convencer a sus incautos lectores de que tras el sufrimiento surge un
nuevo ser humano dignificado por la experiencia.
Pero si cada individuo
es prisionero de las tendencias de su carácter qué podemos esperar de
los vicios adquiridos por una colectividad. (...)
Hay asuntos que a consecuencia de la crisis despertarán en España aún
menos interés del que ya provocaban, como la solidaridad internacional o
la pérdida progresiva por abandono o derribo del patrimonio histórico (...)
Y todo esto, aparcado por lo aquello que se considera urgente, nos
convertirá, queramos o no, en el mismo país que fuimos. Por muchos
golpes de pecho que nos demos en el futuro.
Ahora vivimos en el futuro de lo que fue la barbarie urbanística que
provocó una ilusión de riqueza. Al hilo de esta sensación de fin de
época, a diario la prensa hace inventario de lo que se construyó y se
destruyó inútilmente.
Todas esas reflexiones nos hacen creer a veces que
algo estamos aprendiendo, pero sucede que, mientras analizamos con
estupor los que nos hicieron o lo que nos dejamos hacer, la estrategia
de los que nos gobiernan sigue siendo la misma.
En estos días está a
punto de aprobarse una serie de modificaciones en la Ley de Costas que
van a facilitar la destrucción del litoral que de milagro se había
librado del cemento. Y no es lo que nos provoca más interés, como no lo
fue entonces, cuando se destruía a diario la riqueza de nuestro
patrimonio natural.
El medio ambiente sigue siendo secundario, aunque
vulnerarlo provoque el pan para hoy hambre para mañana que se ha
convertido en nuestro verdadero modelo económico." (
Elvira Lindo , El País, 17 ABR 2013)
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